domingo, 25 de septiembre de 2022

LAS CRUZADAS -4-

 


 

 

 

 

 

 

Autor: Tassilon-Stavros  

 

 

 

................................................................................................................................................................................................



                              

                                              1189-1192

Frederick Barbarossa toma la cruz del obispo de Wurzburg, Mainz, Alemania, tercera cruzada, 1188

 


                          

            Tercera Cruzada (1189-1192)

                                         JULIO 1, 1190

                         Inicio de la cruzada de los Reyes


    Cruzada de Ricardo I Corazon de Leon y Felipe II Augusto 


                                        JUNIO 10, 1190

                     La Cruzada de Federico I Barbarroja



                            Muerte de Federico I Barbarroja

 

PERIODO 8 DE JUNIO DE 1191 AL 7 DE SEPTIEMBRE DE 1191 

                                Batallas contra los turcos

 

         +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

La pérdida de Jerusalén había sumido a los cristianos en un estado de sombría confusión. En Europa, la tristeza fue enorme. Ríos de lágrimas fueron derramados en iglesias y conventos; esto al menos es lo que contaron los cronistas de la época, todos de acuerdo en atribuir el calamitoso suceso a los excesos a que se habían entregado los Cruzados durante la segunda y fallida empresa. Como de costumbre, la derrota cristiana fue preanunciada por una serie de terroríficos sucesos que al parecer tan sólo tenían lugar en aquella fantasiosa y fanáticamente religiosa Edad Media europea. Se contaba que cuando el gran visir musulmán Saladino  [Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūbla- nacido 2 de febrero de 1137 en Tikrit -Irak- fallecido el 4 de marzo de 1193 en Damasco] se disponía a pasar los muros de Jerusalén, los monjes de Argenteuil [comuna francesa situada en el departamento de Valle del Oise y de la región de Isla de Francia] habían visto desplomarse la Luna sobre la Tierra, y una vez el planeta aterrizó sobre la misma empezó a planear únicamente sobre los montes de Palestina, y de allí volver a subir al cielo. Estatuas de santos y de mártires destilaron sangre. Un caballero soñó con un águila armada de escudo y jabalina que anunciaba toda clase de lutos siniestros. Miles de cristianos vistieron el cilicio, esparcieron ceniza en sus cabezas, se pusieron un saco y se sometieron a duras penitencias, vigilias y ayunos, todo ello muy celebrado por la Iglesia. También, por tanto, dieron ejemplo los altos prelados. Pero, después de poco tiempo, todo volvió a ser como antes, y la cristiandad europea tan maleable en un principio, pasados los meses y hasta algún que otro año dejó de pensar y sufrir ya por el Santo Sepulcro en manos de los musulmanes.
 


El anciano emperador del Sacro Imperio Germánico Friedrich I [Federico I Barbarroja, por el color de su barba-Nacido cerca de Ravensburg en 1122-Ahogado en el río Saleph- o Göksu- Cilicia- Turquía- el 10 de junio de 1190]  respondió inmediatamente a la llamada de la Iglesia. Alistó a toda la soldadesca alemana posible, y tras tomar la cruz en la catedral de Mainz el 27 de marzo de 1188, fue el primer rey en partir hacia Tierra Santa, en mayo de 1189. El ejército alemán de Friedrich era tan numeroso  (según cronistas medievales eran hasta 100 000 germanos) que no pudo ser transportado en naves por el Mediterráneo. Por ello, no tuvo más remedio que atravesar a pie Asia Menor y vivir muchas penalidades en su dura marcha. Por otra parte, junto con los ejércitos de Barbarroja, también avanzaron hacia Bizancio alrededor de 2000 soldados húngaros al mando del Príncipe Géza [1151-1210], hermano menor del rey Bela III de Hungría [Nacido en 1148-Fallecido el 23 de abril de 1196-Fue rey de Hungría y Croacia] Esta fue la primera participación activa de los húngaros en las guerras cruzadas. El Emperador bizantino Isaac II Ángelo [Griego: Ισαάκιος Β' Άγγελος-Nacido en septiembre de 1156-Fallecido en Constantinopla, el 12 de enero de 1204], enterado del avance hacia Turquía de los germanos, firmó una alianza secreta con Saladino, para impedir el avance de Friedrich a cambio de la seguridad de su imperio. El rey alemán había partido de Ratisbona con dirección a los Balcanes. El 18 de mayo de 1190, el ejército alemán capturó Konya, capital del sultanato turco de Rüm. Una vez en Galipolis embarcó rumbo a Palestina a bordo de naves griegas.  En la primavera de 1190, los alemanes desembarcaron en Siria. Las penurias de una larga marcha, las tribulaciones de una tempestuosa navegación, el calor y la penuria de víveres provocada por los turcos, que cortaron las líneas de aprovisionamiento, diezmaron al Ejército Imperial. Friedrich, viejo y cansado y sin confianza en una probable victoria contra los turcos, había visto morir a sesenta mil de sus hombres después de un viaje de dos mil quinientos kilómetros. Y fue allí, en Oriente, donde encontró la muerte, trágica y sin gloria, el 10 de junio de ese mismo año, entre las ondas del riachuelo Saleph, de Cilicia, que lo anegaron cuando cayó de su caballo en persecución de un jabalí, y se ahogó por la pesada armadura. Su hijo Federico VI de Suabia [Nacido en febrero de 1167 en Modigliana - Fallecido el 20 de enero de 1191 en Acre) llevó a su ejército a Antioquía  y dio sepultura a su padre en la gruta de San Pedro del Monte Starius, y sus órganos fueron repartidos: huesos y corazón en la Iglesia de San Pablo, Tarso de Cilicia. En Antioquía, muchos de los supervivientes del ejército alemán murieron de peste bubónica. Algunos historiadores aseguraron que después de la muerte de Barbarroja, muchos soldados del ejército alemán se suicidaron por la muerte de su poderoso emperador, o que, imposibilitados para volver a Alemania, tal vez se convirtieron al Islam y se unieron al ejército de Saladino, aunque lo más probable es que el gran visir los habría hecho prisioneros.


En 1189, el Papa Urbano III (que había sufrido un colapso al oír la noticia de que Saladino se había apoderado de la ciudad Santa) convocó en Roma al obispo de Tiro, Guillermo el historiador (1130-1185 - La fecha de su muerte fue el 29 de septiembre, aunque no se conoce el año: en mayo de 1185 había un nuevo canciller y en octubre de 1186, un nuevo arzobispo de Tiro, por lo que 1185 parece el año más posible). {La arquidiócesis de Tiro fue una de las principales sufragáneas del patriarcado latino de Jerusalén durante las Cruzadas y fue creada para servir a los miembros católicos de la diócesis. Tuvo su sede en la ciudad de  Tiro, hoy ubicada en el Líbano} Sea como fuere, el Pontífice confió el encargo al obispo de predicar la Tercera Cruzada. El tal Guillermo era un hombre probo, elocuente y docto, y por lo tanto nadie más calificado que él para hablar en nombre de Cristo. No fue empresa fácil persuadir a los italianos a alistarse y a combatir por una causa en la que ya nadie creía, y de la que muchos dudaban poder sacar algún provecho. En Francia, el obispo de Tiro tuvo más fortuna.

 

Philippe II, llamado el  "Augusto" [séptimo rey de la dinastía de los Capetos, hijo y heredero de Luis VII de Francia "el Joven" y de Adela de Champaña. Ocupó el trono de Francia entre los años 1180 y 1223- Nacido el 21 de agosto de 1165 en Gonesse-Francia y fallecido el 14 de julio de 1223 en Mantes-la-Jolie] era un monarca escéptico, epicúreo y carente de escrúpulos, pero mantenía buenas relaciones con el clero, aunque no toleraba que pusiera sus manos en los asuntos de Estado. Apoyaba económicamente instituciones eclesiásticas y pagaba un sueldo a los obispos, pero sólo para tenerlos controlados. Protegía también las artes, y le encantaba rodearse de filósofos y de poetas, por más que su cultura fuera bastante modesta. No obstante, en política era decidido y sagaz.



Cuando Guillermo de Tiro llegó a Francia, Philippe convocó en la ciudad de Gisors [ubicada en el departamento de Eure, Normandía] al rey de Inglaterra Henry II Plantagenet [feudatario del rey francés como duque de Normandía], y a todos los Pares del Reino. Guillermo pronunció un sermón sobre la cautividad de Jerusalén y las miserías de sus habitantes cristianos. Su fanática perorata fue varias veces interrumpida por ovaciones, aplausos y gritos de venganza. Incluso se cuenta que todos los presentes lloraron. Y que Philippe y Henry, que en realidad se odiaban, llegaron a abrazarse. Y los más impacientes Pares del Reino pidieron marchar de inmediato a la Palestina en poder de los musulmanes. El obispo de Tiro fue exagerdamente asaltado por la muchedumbre y llevado en triunfo nada menos que hasta París; pero cuando se trató de financiar la empresa, el ardor de muchos caballeros empezó a descender. Entonces, como era de preveer, no tuvo más remedio que intervenir el Pontífice  Urbano, predispuesto como hacía siempre la Curia Papal a amenazar con excomulgar a quien se sustrajera a ese deber que -decía- "para un buen cristiano debía ser un honor". Pero los cicateros sacerdotes fueron los primeros en protestar y adujeron a Guillermo que no tenían dinero, pero que, en cambio, ayudarían a los Cruzados con sus oraciones, más valiosas en aquella Europa de fanatismos religiosos que el mismísimo dinero. El obispo de Tiro no se tragó la bola, y replicó que las oraciones por muy beneficiosas que fueran con vistas a la ayuda celestial no bastaban, sin embargo, para convocar una Tercera Cruzada. Para ésta la necesidad más urgente era la de los dineros que ayudaran a transportes, y a comprar pertrechos y armas. Y sólo los cartujos, los cistercienses y los hospitales de leprosos quedaron exentos del óbolo. 
 


Finalmente, se abrieron muchos bolsillos ante la amenaza Papal, y todo se dispuso ya -naves, barones y soldados- Pero, de forma inesperada, estalló un furioso litigio entre el rey de Francia y el de Inglaterra. Philippe pretendía que el primogénito de Henry Plantagenet, Richard  "The Lionheart" {Ricardo "corazón de León"} [Palacio de Beaumont, Oxford, 8 de septiembre de 1157-Châlus, Limousin, Francia, 6 de abril de 1199] se casara con su hermana Elisa; pero de ésta se había enamorado locamente el mismo rey inglés, que había hecho de ella su propia amante y ahora no pensaba en convertirse en su suegro. Richard se vio obligado a huir de su padre y refugiarse en la corte francesa de Philippe y oponerse a su padre. Todo ello dio lugar a una guerra fratricida entre seguidores de Philippe y especialmente de Richard que dejó millares de cadáveres en el campo de batalla. No hubo ni vencedores ni vencidos, y se firmó una tregua tras la inutil sangría. Henry, herido emocionalmente por este enfrentamiento con su primogénito, moría poco después maldiciendo al hijo que le había traicionado y a la bella francesita Elisa que tampoco había dudado en abandonarlo. Por todo ello, hubo que empezar otra vez los preparativos de la Tercera Cruzada desde el principio, hacer una nueva colecta y reclutar un nuevo ejército. Esta vez, se dio el encargo de la misión al Arzobispo de Canterbury, Baldwin de Ford (Balduino) [nacido en Exeter alrededor de 1125-19 de noviembre de 1190]

 
 

{Baldwin era conocido como abogado canónico durante su posesión de Totnes. Recibió una carta de Jean de Salisbury, obispo de Chartres [c. 1120 - 25 de octubre de 1180], en 1167, quejándose de la conducta de Bartholomew Iscano, obispo de Exeter durante la controversia de Thomas Becket con su rey. Jean acusó a Bartholomew de no haber apoyado adecuadamente a Thomas Becket, el arzobispo de Canterbury, [Londres, 21 de diciembre de 1118-Canterbury 29 de diciembre de 1170] en su disputa con el rey Henry, instando a Baldwin a influir en el obispo para aumentar su apoyo y a no firmar ninguna apelación de los obispos ingleses contra Becket. Otras cartas de Jean trataban de rumores sobre Roger, obispo de Worcester [?-fallecido el 9 de agosto de 1179], a quien Jean había oído hablar mal de Becket. El propósito de Jean parece haber sido que Baldwin transmitiera una advertencia de Becket a Roger sobre su comportamiento. Jean fue un partidario de Becket durante el exilio de este último a Francia. En 1169 Baldwin estuvo nuevamente involucrado periféricamente en la disputa de Becket, cuando objetó la excomunión  que éste llevó a cabo contra varios nobles y clérigos por oponerse a su causa contra los barones de Henry Plantagenet} 


Hubo que empezarlo todo desde el principio, hacer una nueva colecta y reclutar un nuevo ejército. Esta vez, se dio el encargo de la misión al ahora sustituto de Thomas Becket, [asesinado por los barones de  Henry Plantagenet en la catedral el 29 de diciembre de 1170], como nuevo arzobispo de Canterbury Baldwin de Ford, predicador de extraordinaria elocuencia, que, según cuentan las crónicas, tenía en su haber una docena  de extraordinarios milagros. Baldwin atravesó a caballo toda Inglaterra e inflamó a miles de campesinos, muchos de los cuales corrieron a alistarse completamente desnudos porque las mujeres, que no querían dejarlos marchar, habían escondido sus prendas de vestir. En Londres, las cajas reales estaban vacías y  Richard  "The Lionheart" se vio obligado a vender la propia platería y a subastar altos cargos de la Corte. Un cronista de la época refiere que Richard hubiera vendido incluso Londres, con tal de hallar quien lo comprara.  Philippe y Richard se citaron con sus respectivos ejércitos en Vézelay [ciudad francesa situada en el departamento de Yonne en la región de Borgoña], se juraron mutua fidelidad, y después el primero salió para Génova y el segundo para Marsella, donde cientos de naves -muchas de ellas italianas- estaban fondeadas a la espera de salir para Sicilia y zarpar con dirección a Palestina. En Mesina, franceses e ingleses empezaron de nuevo a pelear por los motivos más nimios.  
 

                                                                                                                                                                                                                                                                BERENGUELA DE NAVARRA


Richard, que era voluble y ya no quería oír hablar de casarse con Elisa, la hermana de Philippe, se había enamorado de una cierta Berenguela [nacida probablemente en Tudela, c. 1165- y fallecida Le Mans, 23 de diciembre de 1230], una bella princesa española, hija de Sancho VI de Navarra "el Sabio" [nacido en 1133-fallecido en Pamplona, el 27 de junio de 1194] y Sancha de Castilla [nacida en 1139-fallecida en Pamplona en agosto de 1139]. Ambos ya se habían conocido previamente, convirtiéndose en amantes secretos. Luego partieron juntos desde Marsella y se casaron en Chipre, en la capilla de San Jorge, en Limasol (en griego, Λεμεσός, Lemesós; en turco, Leymosun; en armenio, Լիմասոլ), que era  la segunda ciudad más extensa de la isla y la capital del distrito. Fue así reina de Inglaterra, duquesa de Normandía y condesa de Anjou. 
 
 
{Han sido muchos los historiadores que han discutido sobre la consumación de este matrimonio, alegando, entre otras cuestiones, la presunta homosexualidad de Richard; su homosexualidad, en cualquier caso, de ser cierta, tampoco fue demasiado estricta en su trato sexual con Berenguela y otras muchas mujeres. Las fuentes historiográficas dan cuentan de la existencia de un hijo bastardo que violaba a las mujeres de aquellos pueblos que se sublevaban a su vasallaje. Las mismas fuentes indican que Richard, en realidad, había sentido cierta atracción por el rey francés Philippe] Berenguela no viajó nunca a Inglaterra, pues desde 1191 hasta 1192, su residencia se fijó en San Juan de Acre -Palestina, mientras su esposo estaba en campaña contra los sarracenos. El regreso de la reina consorte a Europa tuvo lugar por separado. Vivió En Poitiers-Francia- entre 1192 y 1194, que fueron los años en que Richard cayó prisionero del duque de Austria, Leopoldo V "el Virtuoso" [1157-fallecido el 31 de diciembre de 1194- Y que participó en las cruzadas hasta la tercera cruzada donde fue derrotado e hizo prisionero, a su regreso a Europa, a Richard de Inglaterra]. Leopoldo exigió un cuantioso rescate para liberar a Richard. Pero la cantidad exigida era tan elevada que incluso el hermano de Berenguela, Fernando de Navarra,  fue uno de los rehenes ofrecidos como garantía de la parte del rescate que, finalmente, quedó por pagar. Algunos historiadores aseguraron que Berenguela y Richard nunca volvieron a reunirse. Pero la crónica era totalmente falsa, dado que entre 1195 y 1196 ambos cónyuges se reconciliaron, reiniciando su convivencia. El matrimonio había proyectado una nueva residencia en Thorée, Condado de Anjou-Francia. Pero Philippe se opuso a aquella incursión territorial que él consideraba perteneciente a su corona francesa.  Las continuas disputas territoriales entre ambos reyes fueron constantes y acabarón por separar al Berenguela y Richard definitivamente.
 

[Richard, al morir en 1199, en el asedio de Châlus contra su enemigo francés, dejó a su viuda en usufructo el condado de Le Mains, donde Berenguela vivió hasta su muerte en 1230] No obstante, Berenguela tuvo que enfrentarse a una disputa con su cuñado John Lackland -{Juan sin Tierra"}-[24 de diciembre de 1166-19 de octubre de 1216], el sucesor de Richard en el trono inglés, por su negativa a dar cumplimiento a las disposiciones testamentarias establecidas por el fallecido "The Lionheart" para su viuda. Intervinieron en la disputa los papas Inocencio III y su sucesor Honorio III, que reivindicaron los derechos sagrados de la herencia por viudez de Berenguela. Y fue Henry III de Winchester [1 de octubre de 1207-fallecido el 16 de noviembre de 1272], hijo de John Lackland, quien restituyó sus derechos a Berenguela, ya que su padre nunca llegó a cumplir los distintos acuerdos alcanzados. La viuda recuperó también de manos de Philippe II el Augusto el condado de Le Mains, que su esposo le había dejado, a cambio de los derechos de ella sobre las ciudades normandas de Falaise y Domfront, que el rey francés acababa de conquistar. Berenguela vivió allí hasta su muerte el 23 de diciembre de 1230. Contaba entre 60 y 65 años, y fue sepultada en la Abadía Real de Épau, de la que fuera fundadora, y en cuya sala capitular se halla su tumba.



 
 
Antes de llegar a Palestina, con toda seguridad habría estallado una nueva guerra entre Richard y Philippe de no haberlos inducido a reconciliarse la amenaza de excomunión. "The Lionheart" fue el primero en sentir sobre su conciencia el peso sagrado que poddría apartarlo de la Iglesia Católica de Roma y se dispuso a hacer pública penitencia de todos sus pecados que, según las crónicas, eran muchísimos y de toda laya. Convocó en una capilla a los obispos ingleses, se desnudó, se puso de rodillas y les suplicó que lo azotaran, como había hecho su padre, Henry Plantagenet, arrepentido por haber ordenado el asesinato en Canterbury de Thomas Becket en 1170. Los obispos, encantados, satisficieron inmediatamente el deseo real. 
 

 
 
 Después de recibir una buena tanda de azotes, Richard pidió entrevistarse con un ermitaño calabrés, llamado Gioacchino da Fiore [nacido alrededor de 1130/35 como hijo de un notario en Celico (Calabria)- fallecido el 30 de marzo de 1202], que vivía en una cueva en los montes de Sila (pequeña ciudad frente a la costa del mar Negro), y gozaba de fama de profeta. Contaban que durante una peregrinación de Gioacchino a Jerusalén había visto a Cristo que le entregaba un libro del Apocalipsis para que en él leyera el futuro. Y como visir musulmán Saladino la había arrebatado a los cristianos sólo tres años antes, Richard alegó que entonces era inútil acudir a Tierra Santa. Pero Gioacchino da Fiore le constestó que, al hacer su profecía, no había tenido en cuenta los milagros, y que los siete años se reducirían por eso a tres, o a lo más, a cuatro. 


 
 

La profecía agitó también el ánimo de Philippe, que partió inmediatamente para Palestina. El rey de Inglaterra zarpó rumbo a Chipre, ocupó las isla y con gran pompa celebró allí, en la capilla de San Jorge, en Limasol, su boda con Berenguela. Después también se dirigió a Tierra Santa, donde fue acogido con fiestas, cánticos y fuegos de artificio. Los ingleses plantaron sus reales en la llanura de Tolemaida, a prudente distancia de los franceses; pero eso no impidió que los antiguos odios entre ambas naciones y sus ejércitos se encendieran de nuevo. Cuando no iban a asalto de alguna ciudad, los cristianos se desafiaban en duelo entre sí, tendíanse todo tipo de asechanzas y no cesaban de pelear por el más nimio de los motivos. No hubo, por tanto, ninguna tregua hasta que ambos reyes enfermaron de disentería y por algunos días permanecieron encerrados en sus respectivas tiendas, presa de violenta fiebre. Cuando Saladino supo que Richard y Philippe estaban enfermos, ordenó suspender las hostilidades hasta que los dos soberanos se hubiesen curado. Pero las huestes del gran visir musulmán, por orden expresa de su gran caudillo, aprovecharon la tregua para reforzar las amenazadas murallas de Tolemaida. 
 
Y cuando los cruzados volvieron al ataque, fueron fuertemente rechazados y las pérdidas de soldados cristianos fueron muy elevadas. Como las máquinas de guerra escaseaban, los cristianos intentaron escalar los muros, encaramándose sobre los montones de cadáveres que se habían acumulado al pie de los bastiones. Cuando, al descender la noche, cesaban lo terribles combates, los sarracenos, armados con cimitarras, salían de la ciudad, despedazaban los cadáveres para evitar que al día siguiente los enemigos volvieran a utilizarlos y llenaban el campo de serpientes y cocodrilos para difundir el terror entre los cruzados. El asedio a Tolemaida duró dos años y no acabó sino por una espantosa epidemia que diezmó a los musulmanes y los forzó a pedir la paz. Los vencidos se comprometían a pagar a los vencedores un tributo de doscientas mil monedas de oro y a restituir la verdadera Cruz, en la que cristianos y musulmanes creían fervientemente que había sido crucificado Cristo
 

 
Los cronistas de la época refieren que la Tercera Cruzada había sido más pobre en milagros que las dos anteriores. Sólo registraron que una vez apareció la Virgen, vestida de blanco, y con una aureola dorada en torno a la cabeza, ante algunos barones francos, olvidándose así de los barones ingleses. Pero en el terreno dramático y de la desaforada épica caballeresca de aquellos fanáticos europeos, el asedio a Tolemaida fue comparado al de Troya: guerreros cristianos y los no menos devotos guerreros sarracenos adeptos al Corán y a Mahoma se desafiaron en combate singular, sin dudar ni por un momento en derramar su sangre por mor de sus creencias, y se cuenta que hasta mujeres y niños, con sus corazas y yelmos, entraron en lid y se hicieron célebres en sangrientos duelos. Tampoco faltarón así torneos y bailes con acompañamiento de danzarinas, bufones y juglares. Y nunca como en aquella terrorífica campaña hubo de por medio tanto sacerdote, enardeciendo a los Cruzados a fin de que no flaquearan en su lucha por defender la verdadera fe, ni se celebraron por ello tantas misas ni se dispusieron tantas procesiones de sectarismo. La victoria y el reparto del botín proporcionaron a "The Lionheart" y al Augusto Philippe el inevitable pretexto para que ambos se enzarzasen en un nuevo litigio. Pero iba a ser el último, porque el rey de Francia, cansado y enfermo, al poco tiempo decidió que lo más conveniente era marcharse definitivamente de Palestina, aunque dejando a doce mil hombres bajo el mando del duque de Borgoña. Richard permaneció en Tolemaida a la espera del pago del tributo prometido por los sarracenos y la devolución de la Cruz. 
 
                                                                   
                                                                
 Pero como Saladino no se decidía a saldar la deuda, el rey de Inglaterra, por represalia, hizo decapitar a dos mil setecientos prisioneros musulmanes. Tras esta escabechina, dejando en Tolemaida una pequeña guarnición, avanzó hacia Arsuf, también conocida como Apolonia, donde su ejército se encontró con Saladino, que perdió ocho mil soldados y treinta y dos emires en el campo de batalla. 
 
   
 
 
 

Derrotados así los infieles, Richard se retiró a la ciudad de Jaffa, donde los cruzados pasaron el otoño entre juegos, libaciones y festines. De vez en cuando, alguien (en especial los sacerdotes que acompañaban su séquito) recordaban a "The Lionheart" que el Santo Sepulcro seguía en manos de Saladino y que había llegado el momento de liberarlo. Pero el rey de Inglaterra, que no veía la hora de volver a su amada isla normanda (donde el odio de los sajones seguía en efervescencia), hacía la vista gorda y pasaba el tiempo haciendo el amor con prostitutas (y según las crónicas, hasta con efebos) y cazando jabalíes. Antes de marcharse de Jaffa, pidió una tregua de tres años y medio a Saladino. Los cristianos obtuvieron el permiso del gran visir para visitar Jerusalén, y a los jefes Cruzados se les reconoció la posesión de Jaffa y Tiro. Richard quería también Ascalón, pero Saladino no cedió. Entonces, de común acuerdo, según las sangrientas costumbres de ambos ejércitos, se decidió, como mejor recurso al litigio, arrasar la ciudad, y con toda esa masacre aquellos fervientes cristianos en nombre de Cristo y musulmanes en nombre de Alah quedaron contentos.
 


 
 

Cuando "The Lionheart" zarpó con destino a Europa miles de ingleses no supieron contener las lágrimas, y el mismo Richard lloró. En cambio, los franceses llenos de alegría por perder de vista al odiado normando, festejaron su marcha entregándose a cantos y danzas. Nunca habían sentido el menor aprecio por aquel soberano de la odiada isla inglesa, belicoso, fanfarrón y pendenciero (y otros montones de defectos más y silenciados) que por sus invictas empresas se había ganado el sobrenombre de "Corazón de León" Era siempre el primero en arrojarse a la pelea y el último en salir de ella. Sus biógrafos cuentan que tenía la espada fácil y en los duelos era invencible. Cuando entraba en batalla, sus enemigos corrían como liebres. Cientos de sarracenos cayeron bajo sus golpes. Era un gigante rubio, velludo y guapísimo, y las mujeres se lo disputaban (e incluso parece ser que algunos varones, ocultamente, tuvieron alguna relación sexual con él) Su voz era muy bella y cultivaba la música y las artes, en contraposición a su marcado belicismo. Era también una mezcla de escepticismo, beaturronería y superstición. Se manchó con toda clase de delitos porque era fogoso y vengativo. Mas para expiarlos no vaciló en vestir el cilicio y hacerse flagelar. Encarnó al héroe de las novelas de capa y espada, el caballero sin miedo y sin tacha (pese a sus ocultos vicios, que los tuvo), pero con pocos escrúpulos y un gran afán de usar las manos. Cuando pasaba por Alemania, de regreso a Inglaterra, fue capturado por el duque de Austria, Leopoldo V "el Virtuoso"; y sus súbditos, para obtener su libertad, hubieron de reunir un fuerte rescate que, como ya se indicó, se quedó sin pagar. Sus amores y sus empresas tienen, en realidad, mucho de legendario, y los trovadores del siglo XIII hicieron de ellos material de baladas y madrigales. En su tumba, a modo de epitafio, podría haberse esculpido la respuesta que el mismo Richard diera al párroco de Neuilly, que lo acusaba de orgullo, avaricia y lujuria, anunciándole que iría de cabeza al infierno: "Dejo mi orgullo a los Templarios -dijo-, mi avaricia a los frailes y mi lujuria a los sacerdotes"
 

 






 

 

 



                        LA CUARTA CRUZADA (1202-1204)