sábado, 8 de agosto de 2009

El misterio de H. G. Wells I




Autor: Tassilon-Stavros




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EL MISTERIO H.G.WELLS -I-



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... O LA NUNCA ACLARADA DESAPARICIÓN DE H.G. WELLS EN SU "MÁQUINA DEL TIEMPO"

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UNA REUNIÓN FILOSÓFICA EN LA "DEBATING SOCIETY LONDINENSE", AÑO 1890:

... ¿Pero a qué demonios llamamos materia? ¿Y qué demonches es el espíritu?... ¿Vas a negarme que el alma es inmaterial? ¡Lo es, porque no piensa! Te equivocas, es una substancia a la que enriquece cada uno de nuestros pensamientos internos... ¡De ningún modo!, no ves que la locura, o una droga, y hasta el alcohol... y no os olvidéis del cloroformo, la transforman por completo... No estoy de acuerdo, yo la siento en mí, es algo superior al cuerpo, aunque a veces lo contradiga... O sea ¿que somos una esencia dentro de otra esencia, un ser dentro de otro ser?... ¡Sí, sí, en efecto, somos el "homo duplex"! Pero poseemos tendencias a las que el alma no puede poner brida... El alma siempre permanece idéntica, inmune a todos los cambios exteriores en nosotros. Es una esencia simple, indivisible, de ahí su espiritualidad... Pero, no seas absurdo, si el alma fuera algo tan simple, el ser recién nacido guardaría recuerdos, y sin haberse desarrollado, tendría imágenes como un adulto... El pensamiento tan sólo sigue el desarrollo del cerebro... Insisto en que el alma está totalmente exenta de las propiedades del pensamiento y de la materia... No, porque es la materia la que admite la gravedad, la única que cae, y puede pensar. Y si nuestra alma tuvo un comienzo, depende de los órganos... Sí, claro, y con ellos también tiene su fin, desaparece cuando desaparece nuestro cuerpo... ¡Jamás aceptaré eso, el alma es inmortal! Dios nos la otorgó... ¿Tan seguro estás de la existencia de Dios?... ¿Cómo, pero vais a dudar de Él? Acordaos de las tres pruebas Cartesianas. Primo: En la idea que tenemos de Él, se halla comprendida su existencia. Secundo: Esa existencia es absolutamente posible. Tertio: Siendo nosotros los hombres finitos, ¿cómo podemos tener una idea de lo infinito? Y al tenerla, como la tenemos, ¿de dónde nos viene esa idea sino de Dios? Por tanto, ¡Dios existe! Esa necesidad de un Creador es el testimonio de nuestra conciencia, se halla en la tradición de todos los pueblos que habitan este Planeta... ¡Siempre será necesaria una causa!... ¿Cómo probar eso?... Pero, por Dios, ¿no lo veis en el Universo? ¡El Universo, el Universo es nuestro gran espectáculo, el que expresa esa intención, ese plan creador!... ¡Bah!, nada sabemos de él, hasta la Luna, esa gran fogata plateada, juega con nosotros, no siempre se deja ver. Le gusta ocultarse, como se ocultan las mentiras. ¿Qué verdad puede haber en ella, si lo único que hace es jugar al escondite con la Tierra? Además, con respecto a este gran planeta que habitamos, cinco o seis partes de él son totalmente estériles. ¿Dónde está la función creadora de Dios en esas partes?... ¿Y el mal? ¿Por qué Dios permite que esté perfectamente organizado como el bien?... ¿Y nuestro cuerpo... no es monstruoso? Estómago para comer, partes pudendas para procrear... ¡No te olvides del placer, jajajaja!... ¡Sí, sí, placer,... y aguas menores!... Forámenes ocultos para exonerar... Y ojos para ver, lengua y garganta para hablar... Pero no podemos evitar que hayan cataratas que nos cieguen... Y las dispepsias, las fracturas... ¡El dolor!... ¡La impotencia!... Es lamentable ver cómo os olvidáis de la ÉTICA: La substancia es lo que es en sí, por sí, sin causa, sin origen. Y esta substancia es Dios. Sólo Él es Extensión, y, amigos, la Extensión no tiene ningún límite. ¿Cómo limitarla?... Dios es la manifestación suprema, y la infinitud de su Ser es una infinitud de atributos que ha delegado en nosotros, los hombres. Todos los atributos que de Él dimanan nosotros los concentramos en dos: La Extensión y el Pensamiento. Y de este Pensamiento y de esta Extensión se derivan, como bien sabéis, innumerables "modus vivendi" que, a su vez, contienen otros... (Allí en aquellas reuniones enfebrecidas, todos machacaban los mismos argumentos, cada uno despreciaba la opinión de otro, nadie lograba convencer a nadie de la opinión propia) ¡Estoy harto de que pretendáis convertir nuestros pensamientos en metamorfosis de las sensaciones- Gritó de pronto Wells- Las sensaciones son la causa de todo, son el motor que nos hace actuar, pues como dijo Voltaire, la materia por sí misma no puede producir movimiento. (Se aburría y se desesperaba).

Algunos volvieron a las facultades del alma: tres únicamente, sentir, conocer, querer. Sentir: era la sensibilidad física y moral. Y aquellas sensaciones físicas poseían cinco vías que eran los órganos de los sentidos. No obstante, gritaba otro, la sensibilidad moral no debe nada a nuestro cuerpo. Te equivocas, refutaba otro, los deseos morales generan los afectos. ¿Y dónde me dejáis la facultad de conocer? La memoria establece nuestra relación con el pasado, y nuestra previsión con el porvenir... Wells caía ya en el abismo espantoso del escepticismo. Estaba harto de filósofos. Tantos sistemas no hacían más que confundir el afán de saber. La metafísica, se dijo, no sirve para nada. Es mejor vivir sin ella... Y abandonó definitivamente la sala, donde las conversaciones se reanudaban entre la impenetrabilidad, la quimérica solidez o la gravedad misteriosa de aquella pretendida búsqueda de milagros logísticos que viviendo el ansia constante de su perpetuidad entre los hombres, dejaba de ser, por ello mismo, un milagro. La creación del mundo, para Wells, por obra de los átomos o de un espíritu superior le seguía pareciendo inconcebible. Su ansia de huida se había convertido en una sed ardiente. Él centraba sus razonamientos sobre la base sólida iluminada por la ciencia.

Toda la ciudad ofrendaba aquella noche una imagen fantasmal, menuda y mustia, tras una espesísima niebla. Las arboledas londinenses semejaban masas espectrales, enjutas, irreconocibles por entre la sedosidad blanquecina de aquella triste calígine invernal que parecía arrancada de los cementerios. Y aquella misma tristeza de la horrible noche acentuaba la seriedad de sus pensamientos. En todas los grandes ventanales de la casona se atisbaba el inmenso tapiz lívido de aquella bruma insalvable, cuya pegajosidad recorría las vidrieras como lápidas envejecidas que se descolgaran desde las cornisas tras haber quedado olvidadas en un espacio de anchura insondable que hubiera perdido a su vez toda sensación terrenal. Tropezó con uno de los bustos de la entrada, quizás el de Charles Darwin, muerto hacía diez años, que se hallaba en el gran vestíbulo del caserón. Lo pateó, pues hacía mucho tiempo que quería deshacerse de él, pese a que, una vez, tanto admirara sus estudios sobre la selección natural de los seres vivientes del planeta y su obra fundamental "El origen de las especies".

Apareció la señora Higgins, su ama de llaves, que había encendido ya algunas de las luces de la casa:

-¡Dios mío, señor Wells, que espantosa niebla! Resulta imposible dar un solo paso ahí fuera- Exclamó llena de desaliento y terror- Ah, el busto del señor Darwin... se ha caído.

-Era un mamarracho que me sacaba de quicio, un estorbo,... que más da.

-He creído oír los pasos de siempre... esos ruidos inexplicables que se repiten cada noche, señor Wells,... en el invernadero, en el jardín... No podría precisarlo. Pero lo cierto es que estoy aterrada. No me atrevía a salir de mi gabinete.

-Pues, siga usted allí, y no salga de él, oiga lo que oiga.

Herbert George Wells se concentraba ahora en un nuevo pensamiento: "La extensión, el tiempo, el espacio, la substancia inteligente"

Observó a la señora Higgins y se dijo para sí: "Un día u otro desaparecerá la forma. ¡Pero la esencia no perece! La materia es indestructible, aunque ese cuerpo que está ahí, frente a mí, por así decirlo, ¿qué es? No es más que un ropaje o más bien una máscara ridícula. He de huir... Mi mundo racional y científico es lo único real. Sí, lo único real es mi idea"- Y añadió, dirigiéndose a la confusa mujer:- ¡Buenas noches!... Y cuídese esa máscara.

La señora Higgins, aunque impresionada como de costumbre, le observó ahora sin extrañarse demasiado. Siempre le había tomado por loco.

-¿Se retira usted a su laboratorio?- Inquirió.

-¡Sí, sí,... y no quiero ser molestado bajo ningún concepto!... Espero que no hayan visitas en una noche como ésta... Pero, si alguien apareciera, no estoy para nadie. ¿Me entiende? ¡Para nadie!... Me voy...

-Pero ¿y esos ruídos?- Volvió a las andadas la aterrorizada mujer.

-¡Para nadie, ya me ha oído!... ¡Para nadie!

La señora Higgins prácticamente se encogió de hombros. Aunque sin entenderlo, le temía... alguien le dijo alguna vez que la ciencia de estos hombres tan inteligentes era peligrosa para la sociedad. En lugar de responder, hizo un gesto afirmativo con la cabeza, y se dirigió a su gabinete.

Entonces el corazón de Herbert George Wells se colmó de nuevo de aquellas aspiraciones desordenadas, de aquellos espacios luminosos que él pronto exploraría. Sus delirios probablemente sobrepasaban los límites de la Naturaleza. ¿Pero quién los conocía en verdad? Él magnetizaría esos espacios, los recorrería ahora. Su gran "Máquina del Tiempo", a la que había dedicado, para su construcción, años de durísimos estudios, era el anuncio de una nueva aurora. Le permitiría conversar con los espíritus de los que ya desaparecieron. Todo lo que ahora resultaba intangible se haría real. Volaría en el tiempo, de la tierra a los astros, de los astros a la tierra; un vaivén gigantesco, una nueva transmisión de la historia, un intercambio continuo con el progreso o el retroceso del mundo. Se puso manos a la obra.

Observó la ciudad semi a oscuras, caliginosa, y se rió de ella: "¡Te desafío mundo!", exclamó. Y luego con aire enfático dijo: "Tengo el tiempo en mis manos... y el espacio me pertenece. ¡Os desafío hombres absurdos!"... Creyó oír voces imaginarias salir de las paredes, y se rió de nuevo: "¡Sí, os desafío a que lo crucéis, a que lo crucéis como voy a cruzarlo yo a partir de hoy... para no volver jamás!"... Hasta tal punto le descorazonaba ahora la fealdad del mundo conocido!: "El tiempo me aguarda... La tierra, la vida humana, será más bella... Hallaré un mundo más armónico. Y aunque la historia antigua es oscura por falta de documentos, yo abundaré en ella,... y también en la moderna, la futura y desconocida. Voy a conocerla más profundamente, a estudiarla"...

Había dotado a su "Máquina del Tiempo" con un detector maravilloso de fechas que jamás embrollarían los hechos. Todos los guarismos se transformarían en figuras reales. Los sucesos, las acciones, facilitados por la mágica memoria indagatoria de su "Máquina", se relacionarían a la perfección con cada una de sus partes, incluso las más abstrusas. La historia del mundo abriría ante él su auténtico árbol genealógico, y él podría, por fin, elegir con cual quedarse.

La "Máquina" parecía una enorme sopera decorada con extraños cerrojos dorados que cerraban dos portezuelas vidriadas a ambos lados. Tras ella se alzaba una especie de rueda con aspas monumentales, ocultas por unas rejillas, que recordaban el colorido ramillete redondeado que viste, por detrás, a los pavos reales. El morro ofrendaba todo el aspecto de una monstruosa tortuga que cobijara la totalidad de su caparazón en un estañado cobrizo del que sobresalía un verdadero torbellino de tornillos. La parte baja parecía una cuba al revés con cuatro extraños tubos en forma de bocina de la que habrían de partir terroríficos chorros rojos de electricidad, que serían arrastrados por el gran ventilador trasero a través de un torrente de cables pareados. De toda esta lamentable fisonomía amarronada, de crecida concha estriada, partían dos amplias alas de malla igualmente metálicas que acababan en forma de talón. El interior de la cabina era como un manto escarlata, en que se aposentaba una especie de chocante y redondo sillón; y frente al mismo, se extendía una gran placa plateada que casi chocaba con las rodillas del probable viajero del tiempo que habría de tripularlo. Innumerables botones de colores afirmaban que existían una inmensidad inexplicable de uniones internas, capturadas en una oscuridad misteriosa que tan sólo su artífice, creador del artefacto, conocía. Una adornada palanquilla de oro, que apuntaba hacia el navegante espacial como una bayoneta de punta roma, se hendía en una ranura que parecía un ojo entrecerrado entre pestañas de cobre, portadoras de probables canalizaciones eléctricas. Y junto a la palanqueta, se mostraba una pantallita cuadrada en la que habría de ir desenrollándose un interminable cilindro de pergamino, sobre cuya alba carilla, una vez emprendido el viaje, se iría plasmando, merced a una plumilla tintada que poseyera la facultad hechicera de un dedo mágico, un cúmulo de fechas, años y noticias escritas, en grandes letras mayúsculas. Dos enormes anillas sujetadas por cadenas a las paredes, y una especie de recortado y argentado tubo de chimenea, que parecía conformar un extravagante respiradero, aguardaban con languidez que aquella especie de sarcófago abombado cruzara el espacio real y se difuminara misteriosamente en el titánico ábside del tiempo.

Llegó su noche triste, ese tedio en el que Herbert George Wells había depositado todas sus inquietudes, consultando tan sólo el calendario. Los diarios hablarían de su desaparición (no en vano era un renombrado científico). Pero no dirían nada de su soledad, de su horizonte donde se perdía ya su corazón sin esperanza, de aquellos relojes domésticos que bostezaban uno frente a otro, de aquellos fondos caliginosos de un Londres y de una época que ya no toleraba. Observó una vez más aquella tenebrosa ciudad encarcelada por la espesa niebla: delante edificios, a la izquierda una iglesia, a la derecha una cortina de arboledas muertas, como perpetuamente mecidas por la incuria, con un aire lamentable. ¡No podía más!

-¡Consuma el fuego esta húmeda pesadez en el ambiente, estas noches de frío, este Londres donde no se oye ni un canto de pájaro, ni un zumbido de insecto!... Ya he pagado mi deuda con esta época exasperante.- Se arrancó una cruz de oro que le colgaba del cuello desde su juventud, repudiándola como si ella le hubiera hecho partícipe de miles de abominaciones, y arrojándola de sí, exclamó:- ¡Basta, basta!... ¡Ya he quedado libre!... ¡Mi libertad no habrá de morir nunca! ¡Atrás tiempo presente y absurdo!

Ardía ya su "Máquina", roja y estremecida como un enorme corazón. Una cabalgadura a la renunciación, como guiada por una plegaria que se lanzase hacia promesas de lo venidero. Fue como un aletazo del poniente. Un bochorno de fuego y humo. Un vaho de tierra caliente que se incendiaba, mientras el viajero del tiempo, en su encierro escarlata, creía, por fin, liberarse de atildaduras y remilgos de erudición. Debía, finalmente, abrir un vado a los testimonios de la Verdad, cumplir con su deber de ciudadano del mundo sumiéndose en lo profundo de los misterios que ese mismo mundo guardaba ahora para él. Era su alma desnuda la que ardía entre aquellas rugientes trompetas. El tránsito retumbante de la "Máquina" hería ya el aire y los muros del laboratorio con una sensación de piedras que rebotasen. Todo aquel caparazón mágico se removía como un estruendoso corcel que pronto contemplaría cada secreto perdido, aquellos que el hombre trataba de acometer, pese a ignorarlos siempre, para trastornar su conciencia. Evocó una de sus últimas frases en la "Debating Society": "Prefiero el sabio impío antes que al esclarecido príncipe indiferente".

... Y tuvo un recuerdo... Una luz boreal de la memoria, esa envoltura reconfortante de la amistad que, al igual que una ciencia, aleja, y, al ausentarnos, nos vuelve a acercar: una mención introspectiva y entusiástica hacia Typen Hopkins y Lazar Genève, dos grandes compañeros que jamás solicitaron indulgencia a la genuflexión estricta e intolerante del mundo para atiborrarse y enfrascarse en sus profundos estudios restauradores de viejas lenguas perdidas, al que añadían un despliegue de vivacidad deductiva y una compilación logística del ingenio, tan irónico como glorioso; Zenon Riverstown, rotundo y dulce "sofista", cuya estirpe caballerosa y exótica llegaba hasta Herbert con exquisito júbilo, abriéndole mundos de ensueños y fantasías exultantes, muy lejanos a los de los extremistas desafíos del "logos" académico; Gonçal Gaussman e Ikbol Hitch, románticos artífices de la palabra, sinceros y siempre propicios al afecto, capaces de arrancar inolvidables testimonios de misterio y atracción irresistible al archivo impetuoso de la vida; Raoul de Cervantes, recreación de un apellido nacido en los umbrales soleados de España, que conciliaba sus devociones literarias al arrimo inesperado de su flamante afección por Herbert George Wells. Y entre el aroma precioso, reverenciado, de la más genuina y positiva de las amistades, asomaron, finalmente, las imágenes entrañables de Mary Mandy y Lucy Light, mujeres de una fidelidad remansada, capaces de embellecer con sus blancuras y su relumbre las lóbregas graderías del Londres más indiferente; viajeras incansables, a su vez, en la liturgia naturalista de las bellas letras, a las que jamás ahogaba el cansancio en la hora apacible y gozosa de sus labores literarias; y llegó también hasta Wells un respeto rememorativo, destilado desde el cancel oculto de su sensibilidad, por Ío Star, gran reverenciadora del estro poético, por ella también cultivado, y cuya alba y tibia inspiración parecía surgir desde un estremecimiento aterciopelado que se atesorara en una radiante urna de ternura y cariño; y un crepitar de admiración hacia Miranda Dawn, aurora, como su mismo apellido indicaba, de un augusto y voluntarioso ahondamiento indagador de los fastos historiográficos, además de gran abogada de Wells, presta en todo momento a acudir a cualquier llamamiento de Herbert, el amigo y científico, convenio de virtud y análisis frente al individuo que jamás aliena su libertad, siempre comprometida a defender cualquier desigualdad de la naturaleza humana, cual una de aquellas autoridades que jamás sucumben por mucho que se las discuta, y de cuya lucidez cogitativa emanaba, al mismo tiempo, un denuedo luminoso e inolvidable. Y hacia Isa Varo, dulce amiga, de bríos desbordantes, con la que había compartido las más apasionadas conversaciones sobre la rectitud y honestidad en el ser humano. Eran sus visitas siempre breves y sutiles, pero se desposaban con el mármol azulado de la casa de Herbert, y sus femeninos movimientos juveniles de veintiocho años acostumbraban a imprimir en el ámbito de sus salones como unas ondas de su recogida y perfectamente modelada belleza.

Quedó así coordinada y recompensada su memoria (de la que únicamente relegaba la odiosa visita del maléfico ser que, en aquellos momentos, cruzaba el oscuro jardín del caserón, a la espera de una cita con él concertada, y que le había estado atormentando durante aquel último mes) entre aquel recuerdo, ahora lejano y profundo, de un mundo que habría de quedar dormido para siempre en el instante de su marcha, pero que, como un postrer soplo de aire diáfano, había recorrido su laboratorio con una sensación de amistosa presencia que parecía haber participado también del rito sensitivo de su adiós.

viernes, 7 de agosto de 2009

El misterio H.G. Wells Final





Autor: Tassilon-Stavros




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EL MISTERIO H.G.WELLS -FINAL-



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H.G. WELLS, A TRAVÉS DE ESE NOTICIERO ALUCINANTE QUE CONFORMAN LOS SIGLOS, YA SEAN DEL PASADO, YA DEL FUTURO, NAVEGA EN BUSCA DE ESE SUEÑO QUE, POR DESGRACIA, JAMÁS HABRÁ DE COLMAR ÉPOCA ALGUNA DEL TIEMPO:

... La "Máquina del Tiempo" navegaba ya, como avivada por un vórtice volcánico, bullendo y exhalando una lumbre afilada, cegadora y renovada en los espacios congelados que, como equilibrados y deslumbrantes, parecían ofrendar una restituida categoría celestial a las extensiones infinitas en que habría de moverse. El cilindro de pergamino se desgranaba en noticias y fechas en el interior del cuadrilátero vidriado, tras el cual la tintada plumilla se explayaría vertiendo en letras y palabras el ungüento palingenésico de la vanagloria histórica, labrando ante Wells con sus uñas la dentellada penitenciaria de la palabra escrita, el síncope vibrante de la conciencia y de la sangre del mundo, ricamente acomodado en la suntuosidad de su acaecer tal y como el sabio imaginaba. La plumilla empezó a dispararse como embebida en el sudor angustioso de los hechos que habría de transmitir:

Año 1348: La muerte negra se ensaña con Europa. La Peste Bubónica devasta el continente...

-¡No, no!- Golpeó duramente Wells la hornacina de noticias- Pasemos...

Pero aquel "pergamino sagrado" resultaba sospechoso. Las asignaturas históricas en él plasmadas se estremecían en una curva de ímpetus que se podían trastocar en un mundo de cuentos, no recobrar el canon de la plena observancia histórica, trabucarse en un remolino confuso a través de inextricables distancias:

Año 452: Extrañas palabras de a... odi... m... o... r entre Atila y el Pa... pa León I a orillas del río Min... Miniii... Mincio. El bárbaro, como p... provoc... prue... ba de e... namoris... ca... odi... miento le o... dia... ofren... regal... des... truirá... ofren... regalo d... a... mor...

-¡Dios, qué demonios pasa!...- Exclamó Wells, golpeando de nuevo la hornacina histórica- La plumilla se ha vuelto loca.

-... Le entrega... en prue... odiiiio... la Ciudad Eterna... Am... bos a dos se odia... se besan a... morosa... odios... ament... amoro... sssamente... ¡No me... la qui... tes Romaaaa! Yo s... soy... León... que te ama... que te man... da... ¡Te manda...! ¡Ama... a... Ati... la ámame..., ¡aghh!... ¡Atilaaaa!...

-¡Qué horror! ¿Será verdad que el Papa le dijera una cosa así a Atila para que no entrase en Roma? Ahora comprendo por qué la Historia ha enmudecido siempre este hecho histórico, contándonos a todos el cuento de que nunca se supo qué le dijo el Papa León a Atila a orillas del río Mincio. ¡Con razón! Aunque no me explico cómo pudo aceptar tal propuesta el bárbaro de Atila... En fin, así es la Historia.

Año 44: Asesinato de J... Ju... lio César... en el Senado Ro... mano a mama... máma... me... a manos de... C... C... asio y el M... Mari... Marcooo Ju... Jur... Jun... Juniiii... o... BBB... rutooo... Senado ap... prue... ba esta... m... muer...te... Motivos... que aducen los asesinos: César du... durante la gueeee... rraaa... guerra de las G... Galias, habíííaaa ord... ordenado la matanza indisc... indiscrim... inada... Había conquist... conq... las Galias... Las cohor... tes... habían... César ordena, tras su "Veni,... viiiiiidi... wwwwiiicciii", violar... homb... y homb... y homb... y hombres y niños... ¡crucificar... h... mujer... mujeres...! Las cohortes de César acusadas... de... asesin... a muj... violan homb... hombres... cohortes... riiiisas en el Senado: "... los muyyy... César el prim... ero... ¡Las cohor... tes... violan... vio...! "Veni, v... v... ciiiiiii...ooo" Violan ... homb... res...

-¡Qué locura!... Esto es un galimatías- Se exasperaba Wells.

Año 324: Alejandro de Macedonia vence... cru... cruza... el Ganges... Se enfrenta a rey Por... cul... culpa... Po... Po... Poros y sus ele... ele... ¡eleeee!... fantes... A su v...

-Vaya, parece que se reanuda el hilo histórico- Se alegró Wells.

-... A su... v... vuelta a Babilonia... ¡Babyyyy!... su esclavo y fav... favorito Hefes... fa... facha... favorit... fa...

-¡Qué obsesión la de la Historia con la ambigüedad!- Exclamó Wells frunciendo el ceño.

-... favorito Bagoas... convierte la gran ciudad en un fest... fiestas... Bagoas y Babilonia... a la vuelta... Alejandro... Babilonia... grita... a Bagoas... ¡Bagoas... nooo... a Hefes... fiest... festión... noooo! Que me... ¡Nooo!... Que no... es... ¡sí, que te doy!... a Babi... te doy... ¡que te la doy!... ¡Miraaaa una... ay Babi... ch...! Babiloooonnnnnnn... Babilonia... qué mar... reo... ay.. vaaa! ¡Ay, Babi... ! Gigantesco... tesca... una ciudad... una gran fiesta... Bago... Bagooo... as el buja... buja... buja... Babilonia en fies... ¡noooo!... Bagoas gritaaa... Alej... Alejandrooo... Babilonia: ¡estoooo.... essss!... ¡Ahhh... un... Esss... uuuuna... ¡un m... maaaaanicomiooooo!...

-¡Esto es otra locura!- Se dijo Wells- La casualidad no puede hacer estas cosas... ¿Será esta la verdadera Historia? Es como mezclar las raíces de los árboles con los más abruptos peñascos del horror... He de retroceder.

Año 64: Tras una triunfal "tournée" (¡vaya francés y todo!, se extrañó Wells) como cantante en Grecia, Lucio Domit... Clau... dio Neeeeeerón... Nerón.... bliiiiiii... pshbliiiiii... or... orde... ordena... para su celebra... ción... que... quemeeeeennnn... que me quemen, quem... ar... fffuuuuuu... quemar... bliiiiii... pshiiiii... Neeerrrooónnn... q... que... quemeennnn... ¡¡Quema Romaaaaa!! ¡¡Ardeeee!!... ¡¡Salve...!! Sal... veee... veeeee... el... que... ppppuuuee... ¡Salve... Neerroón... que... saveeee... se... el que... ppppuueeedaaaa...!

Sintió Wells, pese al calor, un escalofrío. Estaba terriblemente inquieto. La Historia había enloquecido. Sus libros, tantas obras consultadas, resultaban auténticas decepciones. Y execrando el pasado, puso rumbo al futuro:

Siglo XX. Año 1918: Gigantesca pandemia de gripe, desde Boston, Norteamérica, a Europa. 17 millones de muertos...

-¡No, no!- Gritó Wells- Esto sigue igual.

Año 1938: Toda Norteamérica se... w... wuelcaaa... hay... que... encon... trar a Scarlett O'Haraaaaa... Buscar... Buscar... Buscaaarrr... El mundo... Búsqueda incan... sable... : Scarlett O'... Harrrrrrraaa... del viento... Scarlett O'Hara para que... el viento... que se la lleve... para que el vieeee...nnn... tooo... seee... la ll... a O'Hara... se la lleve el viento... Scarlett.. ¡buscar! ¡Buscaaaarrrr!... que se la... lleveee... el wwiiii... ¡noooooo!...

-¡Qué estupidez! ¿Quién diantres será esa Scarlett O'Hara? Tanta búsqueda sólo para que se la lleve el viento.- Se dijo Wells que nunca había soportado la necedad.

Año 1943: Durante la II Guerra Mundial provocada por Adolf HHHHHHitler, ¡Achgtuun! ¡Achg... tuuuuuu... nnn!...

-Parece un estornudo- Infirió para sus adentros Wells.

-... Holooooo... ¡hala... hala!... holooo... causto en Europa. Millones de hebreos, entre los que se cuentan también gitanos y homosexuales...

-¡Otra vez con la ambigüedad sexual!

-... ¡Achgtuunnn!... Hi...Hi... Hiiitler masacra al pueblo judío. Hitlerrr...

-¡Otro loco!

-¡Hail!... ¡Hail!... ¡Haiiiiiilllll! Hiiiiitler... errr asegura q... que... quiere transportar... ante... todo... campos de exterminio... ¡Achgtuunnn, extermiiin... ar! Miles... Jo... Judíos en los h... hornos...

-¿Hornos? ¡Qué horror!- Exclamó Wells.

-Son... gaseados... en los hornos Nazis. Se buscan ante todo... Hitler... ¡Haiiiilll!... Nazis en busca, ante... todo, de denta... duras... ¡Dientes de oro! Dentaduras... dientes judiíos...

-¡No doy crédito! ¿Hitler, Nazis? Me suena a la más terrible de las monstruosidades- Se sentía consternado Wells.

Año 1945: Bomba Atómica sobre Hiroshima... Mueren... ciudad arrasada... mueren... Japón... mill... un... millooooón japonese... seeesss...

-¡Es espeluznante, una bomba atómica! ¡Vaya siglo! ¡Judíos, japoneses...!

Año 1969: 20 de julio de 1969: "El h... hombre lleeega a la luna"...

-¡Vaya, por fin!- Se alegró Wells- Ya lo predije yo.

-... "Uuunn p... pequeño paso paaara el hom... bre...

-¿Pequeño paso? Pero ¿qué dicen estos habitantes del siglo XX?- Se quedó estupefacto Wells.

-... Un... grrraaan... saalto para l... la humanidad...

-¡Ah, bueno, eso está mejor!

-Neil Armstrong: el primer h... hombre en la luna... Edwin F. Aldrin, pppppppiiiiiii... piloootooo del mmmódulo de expl... exploración luunar "Eagle" desembarcan en... Mar de... la Tranquilidad...

-¿Mar? ¿En la luna?- Leyó perplejo Wells.

-El Apolo 11... éxito... lleva a los hombres a la luna... Triunfo de EEUU sobre Rusia...

-¡Rusia! También Rusia... ¡Increíble!

-Año 1969: Terroristaass.... en... IRA... Tttteerrror.... atentados... calles... Gran Breta...ña envía ejército a Irlanda del N... orte... Gran enfrentammmm.... ientos... Las tropas... Mataannzaa... IRA... en... 1972: "Domingo Ssssan... griento en London...derry"... Tropas británicass... en Belfasssttt...

-¡Enfrentamientos en Irlanda, más asesinatos! Es la eterna historia inacabada- Exclamó Wells, ya desesperado y extraordinariamente pálido- ¿Y qué pasa con la luna?- Golpeó de nuevo la ventanilla del cilindro- ¡La luna, la luna, que ya estoy harto de tanto asesinato!

-Año 1973: ... C... uatro... años deeessspués... se dice que todo fue una farsa... EEUU mintió al mundo eeeeeeennnnntteeero: imágenes falsas de Neil Armstrong ca... ca... camin... caminando al... laaa... lado del Apolo 11...

-¡Mentiras, siempre mentiras! ¡Cretinos! ¡Humanidad de cretinos!- Se exaltó Wells de nuevo, mientras su puño percutía sin piedad sobre la delicada pantalla informadora, puertecilla clavonada que tras sustentarse del silencio profundo de los tiempos, dejaba brincar el espolón de su tintada pluma, triangulizada de negro frente al cilindro de pergamino, trazando líneas de palabras onduladas, oblicuas, sobre la promesa íntima, recóndita y probablemente veraz de la Historia, que se cumplía sin error posible ante la mirada aturdida de Wells.

Tembló la cristalera de la "Máquina del Tiempo". La perturbación redobló su fuerza. Fue como un fragor de tempestad: la plumilla, enloquecida y garabateante, indicaba ahora siglo XXI.

Año 2001: ¡Pavor ante la t... tele... tele... qué telelele... tele... telelel... visión de... paa... ppaaa...! Televisión...

-¿Televisión?... -La duda se reflejó en el rostro de Wells, reconociendo los tremendos límites que le apartaban de aquellos siglos.

-... D... dos... doooooooooos... t... New... Yoooork... Woorld T... Traade Cen... ter... Las T... Gemelas... dos aviones atacan y se llevan... ataque... Gemelas...

-¿Aviones?- Se extrañó Wells- ¡Ah, naves volantes, claro!

-Ataque... Gemelas... dos... t... Gemelas... atacadas... se llevan por delante... caeeeeen en el vacío... 3000... Gemelas... víctimas... 3000 mueren... ataque... caeen... 3000 Gemelas... víctimas... hacia el v... vacío...

-¡Esta gente del siglo XXI!... ¡Matando gemelas! No me cansaré de repetirlo: la humanidad no tiene remedio- Se decía para sí Wells cada vez más asombrado- Siempre vivirá en una especie de internado de la locura.

Año 2003: Tres... tres... tres... Líderes de Gobierno... tres... con gestos d... de... lis... de b... berz... tres energ... foto de energúm... tres Líderes se foto... se foto... se foto... grafían... se ... ¡Grraciiias! Gustirrinín giliiiiis... en las Azores... para... foto... fo... Azores... foto de tres Líderes... a fin de... para bom... bom... bombar... foto en... dear ... Irak... Irak... fotoooooo... Azores... Irak bombard... bombardear... ¡Foto Azn... Bush... Blaiiiirrr... T... ton... tos del c... Tony... Az... Bus... "deaaaarrr" Fo... bombard... ¡¡Iraaaakkkkkk!!

-¡No entiendo nada!- Exclamó Wells.

Año 2010: Nove... novela... novelaaa weeeebbbb. Novelón en web...

-¿Web? ¿Qué será eso?

-... Web... Novela Interactiva... Internet... Internaaaauutaass... Novela Internautas Premio Nobel. Estupefacción... Asombro. Aca... Aca... se ... viva... Acad... Academia Sssss.... ueca... Sueca... Novela Interactiva... "Beeeesssst Selleeer"... Novela gana... otorgan... Periodistas h... hablan... ¡No te hagas la sueca! Academia... Sue... ca... otorga... ¡¡Noooo!! ¡¡Siiiiiiiií!! Premio Nobel a siete escrit... escrito... siete zumb... siete majar... siete loc... ¡demencial! Academia Sueca no da crédito... siete escritores eloquecidos... exclaman... ¡No nos hace... moooos el suec...! No se hagan el sueco... a la ganadora... ¡¡Premio Nobel!! No se ffffffffiiiii...an pornog... pornogg... no se fffffffff... Escritores aaaaambos sexos... ¡¡Unisex!! Chuuuupan bote... Sofistas aseguran... reciben inspiración d... deeee... una chota... inspiración de chota y escriben novelllll "Best Selleeeeerrrr birriiiiaaaaa" ¡No al Premio...! No se hagggggg... suec... Interactiva al Premio... Web... chotas... ¡Siií Premio Nobel! Siete chotas... Internaaaa... uuu... tas escriben en web... Weeeebbbb... beeeeee... Weebbb Liter...a... ria... tttooodos al grito: ¡¡Web siiiiiiiiií... Internautas siiiiiií!... Webbb...

-Esto sigue, extraña palabra: Web... ¿Premio Nobel? Debe de ser muy importante, cuando hay tanta estupefacción y encima se lo dan a unas especies de muñecos que se llaman webs y que escriben y todo... Y, además, internautas. ¿Internautas? ... ¿Por dónde navegarán? !Bah!, otro siglo de locos... No sé, quizás lo mejor sea retroceder hasta el principio de los tiempos- Empezó a reaccionar Wells- ¡He llegado a la conclusión de que no hay siglo que valga la pena!- Bramó luego para sus adentros.

Año 2011: Asesiiiino en serie... Web asesinaa... pennnnn... etra hogares... asesiii...natos en sss...erie... enloqueceeeeennn consumi... dores... inter...nautass... muer... eenn en hogar....

-Otra vez los muñecos webs y los internautas, ahora asesinando a la gente en sus hogares... ¡No puedo más!... ¡El hombre! ¡Qué idiota! ¡Cuánta bajeza!- Recordó de pronto Wells, asqueado, aquella tantas veces discutida teoría, en la "Debating Society Londinense", del Derecho Divino formulada por su compatriota Filmer durante el reinado de Carlos II- "El Creador otorgó al primer hombre sobre la tierra la soberanía del mundo": En efecto, he llegado a convencerme de ello,... ese famoso Creador entregó la soberanía del planeta a sus habitantes,... pero para su propio castigo. ¡Basta, pues!- Determinó Wells.

Sus ojos y su pensamiento buscaban nuevos refugios, un fin a las disciplinas vesánicas de los hombres, un arca ambiental de piedad, consuelo e ingenuidad, perdida en la primera herencia terrenal. Y puso rumbo hacia esa pompa verde, arcaica, fastuosa de los pórticos prehistóricos, donde jamás hombre alguno taladraría sus sienes con la solemnidad afanosa de sus particulares horrores.

-Hay que atravesar espacios sin fechas, respetar el sosiego primigenio del mundo, volver los ojos a los relumbres inocentes de la creación, saborear esa fiesta de suntuosidades que alientan paisajes en su más majestuoso estado de pureza, y que el hombre no haya hollado todavía- Se repetía Wells, totalmente desolado y adusto.

Era como romper con la magnanimidad del Dios por todos conocido, dejar su Cielo a oscuras, consentir una empedernida indiferencia hacia el acto bíblico de la Creación. Y aparecer en la Tierra de nuevo, celebrar la ascensión de un nuevo sol, palpitar en un flamante coto de criaturas que recorrieran tiernamente una especie de eterna primavera hecha de millones de años, sin acatar el dogma obstinado del tiempo y de sus inventores humanos. La plumilla tintada rehuía, pues, la plenitud de lo conocido, iluminaba ya esos días de emoción profunda carente de fechas.

Sin fecha:...

-¡Sí, sí, sin fecha!- Clamó Wells en su deseo de hallar una nueva promesa de vida.

Sin fecha: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico...

-¡No, no, que aparece el "homo sapiens"... ¡Huyamos!- Exclamó Wells.

Sin fecha: Triásico, Jurásico, Cretácico, Pangea.

-No, Pangea no, eso sería retroceder demasiado- Replicó Wells- El Jurásico o Era Mesozoica, ésa me gusta... Ahí habré de detenerme.

"La Máquina", incapacitada para un discernimiento específico, un juicio rápido, o la capacidad de distinguir un ideal sin su Verdad, se detuvo al fin en un bosque gigantesco, de flora desconocida y lujuriante. Rió Wells recordando aquel asolado, invernal, Hyde Park londinense, mientras observaba aquellas nuevas maravillas de una Naturaleza hecha de claridad, frescor, y millones de aromas que se conjuntaban en una suntuosidad como jamás ser humano había logrado llegar a ver y admirar. Luz y goce de la auténtica Naturaleza virgen.

Y, ¡oh visión augusta!, una Naturaleza que describía un precioso y olímpico paso de mansedumbre: apareció ante Herbert George Wells, sin buscar su aprobación y sin temerle, un Brachiosaurus (recordó su gigantesco esqueleto en el Museo Británico), y más allá un Diplodocus. Voló sobre su cabeza un impresionante Archaeopteryx.

Los ojos de Wells, de un azul pálido y quieto, se deshicieron en un sollozo.

-¡Qué silencio hecho de luz y vida!- Exclamó- Estas criaturas me ven, casi me sonríen, y, ¡oh maravilla!, me aceptan... (le vino a la mente también -sin dejar de sentir algún que otro remordimiento, pues le apesadumbraron las críticas de que tantas veces fue objeto en la "Debating Society" y de las que él había formado parte también- los axiomas evolutivos contenidos en la obra cumbre de Charles R. Darwin "El origen de las especies", y muy especialmente "La expresión de las emociones en los animales y en el hombre") Fue el verdadero dios de nuestra generación, el pontífice de la Verdad... El viejo Charles, con cuanta razón insistía en que todas las desgracias de la humanidad provienen de la coacción a que se ven sometidas. Yo también pateé su busto... En efecto, viejo y querido amigo Charles, la Naturaleza es el único derecho, y no el divino. Ella no sucumbirá jamás,... ella restablece la obediencia hacia la Verdad del hombre... - Cerró Wells los ojos imaginando a Darwin junto a él- Aquí me hallo, y esta es tu doctrina, la soberanía evolutiva de la Naturaleza... Perdóname, amigo. por haber dudado alguna vez de ti.

... Y aparecía de nuevo un azul caliente entre las rasgaduras colosales del bosque. Miles de arroyos corrían por doquier sin desmayo alguno, convirtiéndose en la savia esplendorosa y visible de los árboles. Alzó Wells su vista al cielo. ¡Cómo le palpitaba el corazón! Entornaba los parpados bajo un sol inmenso, un rizo olímpicamente dorado que incendiaba el semblante remoto de los tiempos primigenios. Tenía ante sí toda la belleza arqueológica, olorosa, pura, de ese ayer originario, y que él, gran hombre de ciencia, descubría evocador y recogido entre los brazos mollares de la más colosal de las Naturalezas. Y otra vez el sol; el sol cegándole.

-¡Aquí me tenéis!- Gritó Wells como si le hablara a la conciencia apacible de aquellos gigantescos reptiles- ¡Reinaré...!

¡No pudo acabar la frase! Sin perder la sonrisa acababa de ser engullido por un ciclópeo Allosaurus o "reptil extraño", carnívoro, uno de los dinosaurios más feroces que asolaron los valles idílicos del planeta Tierra hace 156 millones de años.

jueves, 6 de agosto de 2009

La Rosa de Jericó





Autor: Tassilon-Stavros





 
 
 
 
 
 
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LA ROSA DE JERICÓ


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Las mejillas fajadas con un lienzo. Devorada carne. Ave huida apedreada por la gente. Es Hadar la leprosa, débil gemido al abrigo de los muros. Una flor sumida en el abismo.

Paloma sin trigo. Rosa de amor. Pétalos perdidos que hoy arrastran arenas de espejismo. Todo fue aventura para ella. Dádiva tentadora, donde los hombres vertieran su simiente.


Es voz que resbala en el silencio. Figura entre la niebla, puñal herido por la injuria. Migajas engulle sin alzar la frente. Y se pierde entre los matojos menudos de los fosos.

Calma su sed en cisterna abandonada. Lepra agónica, acogida en el valle de los pozos. Nido de fuego que una vez envolviera el deseo. Sueños negros en su vendaje de incuria.




Oreo del alba. Y en la vera del Jordán, Jericó, en un hontanar de caravanas desbordada. Hadar recuerda el pesebre tibio. El aroma en la mata viva de los rosales. El patio amado.

Y en la desolación, su llanto. Vejez roída en un anhelo. Morir en aquel olor remansado. "Con lepra pagué mis culpas, dejad que muera como la rosa, entre inmaculada túnica".

Jericó, enramada de palmeral. Frío latido de misticismos que ríe de la leprosa su agonía. Jericó, piel de arena. Murió Hadar, sin sepultura. Y el desierto trajo una rosa embrujada.
 

Hoy jura el pueblo que en cada gota de su savia, bula de perdón y magia, Hadar renacía. ¡Ay!, Rosa de Jericó, que se deshila como la felpa. Y que en ansia crepita, ¡de hechizo eterno inflamada!
 
 

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lunes, 3 de agosto de 2009

El niño loco



Autor: Tassilon-Stavros



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EL NIÑO LOCO

 
 
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Cuando yo era un crío y cometía diabluras, mi abuela, alma de un tiempo que ya se fue, como castiguillo suave, me recitaba, no con estas palabras exactamente, pero sí con otras muy entrañables, “pobretica”, y acordes con la expresiva peculiaridad de su tiempo, lo del “Niño loco, hijo del dueño del limonar...”. Yo lloraba y ella también.
 
 
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El niño loco es hijo del dueño del limonar
La intacta desnudez de su cielo le guarda
Tiemblan sus gestos como si buscasen su alma desnuda
Lívida lumbre reciben sus ojos, untados de penar
Y cabeceando entre moscardas su risilla palpa.
 
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De desesperación ríe, y de tanto ansiar el habla
Entre risas recrujen los niños las cabezotas de sus dedos
Y la procesión de sus muecas en sus miradas dejan
Sorprenderle quieren los pensamientos al pobretico
Y arrinconarle en una burla de culpable intimidad.
 
 
*
 
 
El niño loco nació convulso y deforme, mudo y sin nimbo
La raza se repudre en un misterio de vida que ríe en el engaño
Murió la madre dejando un extinguido rescoldo de fuego amoroso
Llantos de padre mamó el niño, pedernal de ira en el aire caliginoso
Pupila de soledad, cuando el niño asoma, ladran sus perros broncos.
 
*
 
 
Vértigo de amores robados, languidece el niño en goces de lunático
Sus siestas de amor perdidas quedaron entre caminos erráticos
Foso triste y enlutado donde la ternura no halla concesiones
Memoria en cautiverio, horas largas, extravíos sin tregua ni descanso
Cometa de la buena suerte, juguete sin caricias que en el olvido se pierde.
 
 
*
 
 
Se murió el niño loco, secreto oculto, su resurrección ya en el sueño
Pasó como una luna que arroja sobre un río sus tersuras distantes
Sin flores, sin milagros de dulzura ni llantos trágicos ante lo irremediable
Dormidito, hacia un cementerio de amor, y respirando estrellas
Ansioso por penetrar en aquellas puertas, dulce siesta de almas muertas.
 
 
 


 


sábado, 1 de agosto de 2009

El optimismo también es poesía





Autor: Tassilon-Stavros




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EL OPTIMISMO TAMBIÉN ES

POESÍA



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Yo aspiro la fragancia del paisaje humano. Y no acaricio de la vida turbio escalofrío. No guardo recuerdo de mis ocasos materiales. Invalidar quiero la espadaña del dolor.

Mis tristes máscaras se quedaron mudas. Y restauro sueños en mi alegre patio de estío. Hoy mi naturaleza celebra jovial fiesta. Y al día gris de la locura arranqué su color.

*

Yo abrí mi puerta como si tras ella oyese un carillón. En cauce de remanso dejé mi vida. Poblar pretendo un universo limpio. Valle de luz y júbilo que me aleje del anhelo nocivo.

Y de la hora antipática y gélida taché su luz lechosa. Del esquema aciago aparto la medida. Esquilmar pretendo el mapa de la locura. Y al atlas del mundo tomarle su pulso festivo.

*

Yo relegué en tabla votiva los temores inútiles. Y de mi noche laberíntica huí sanado. Quiero ahogar en delicias mis fiebres. Y que los sudores fríos en vano supliquen muerte.

¡Ligero me siento! Y rencor no guardo al arco manipulador ni a su dardo envenenado. Hombres mueren sin amor verdadero. Vivir la literatura del egoísmo es vivir sin suerte.

*

Yo creo que nuestros relojes depresivos se vician. Neurasténico segundero malogrado. Miedo tengo a la parálisis progresiva de la insensatez. Féretro de negro señuelo.

Y del alba busco sus paseos, cuando desazonado, navegar creo en un barco naufragado. Sin optimismo somos errantes seres, con puñales en el pecho. Velos tristes en un duelo.
 


La Palabra






Autor: Tassilon-Stavros






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LA PALABRA


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Palabra, refinado ingenio del suplicio, que de estado fervoroso se reviste. Crispación de la substancia idiomática. Principio de un mundo de misterio, al que arrancar queremos insignias y medallas, cuando, ingenuos e implorantes, nos devora la escritura.


Palabra, oficio desesperado, privada liturgia de diario, que, aunque dotada de la gracia de nuestro orgullo, también parte con gesto amoroso a la heredad de otros escritos. Canto balbuciente de delicia, esfera de arañas son las letras. Complacencia tan íntima, tan nupcial, es nuestra escritura, que, a veces, nos hiere con el valor imaginado de la pompa no reconocida.


Palabra, fuego de amor y odio, capaz del mal y del bien, que jamás castiga nuestra exaltación egocentrista. Gárgola inquietante, siempre sometida al horror de la crítica. La amamos porque vive retirada y sola, confinada en nuestro ocio, sobre atriles solemnes, ocultos en el desván faccioso de nuestros miedos. La escritura es un silencio desnudo, con púas que buscan tiempos heroicos.


Palabra, capitana de nuestras milicias precoces, que atraviesa, con su espada vieja, nuestro entusiasta ahogo. Caricia de inocencia, castigo de mortificación. Lápida que se pliega entre nuestros dedos temblorosos, al volcar en un texto esa pretendida arqueología de la distinción. La escritura tiene la piel bronca. Células de emoción en días profundos. Es el clima de nuestras penitencias, un espejo negro, en el que se reflejara un rigor de siglos, adorados en rudo crucifijo.