lunes, 12 de octubre de 2020

CRISTÓBAL COLÓN: "Sus verdades" -II-



 

 

 

 

Autor: Tassilon-Stavros




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Para Cristóbal Colón seguían anunciándose  tiempos duros. Continuaba buscando con auténtica desesperación el momento de pasar a la acción, esta vez recabando la ayuda de los Reyes Católicos de España, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El visionario navegante no dejaba de sopesar sus muchas fuentes de información con las que poder combatir las dudas, si surgían, esta vez de la poderosa Corte Española. Su proyecto, naturalmente, se cifraba en poder llegar a Cipango -hoy Japón- y a las tierras del Gran Khan descritas por Marco Polo. Conservaba una carta del del matemático y médico florentino Paolo dal Pozzo Toscanelli [Florencia 21 de abril de 1397-Florencia 10 de mayo de 1482] sobre la posibilidad de llegar a las Indias por el oeste, documento redactado a instancias del rey Alfonso V de Portugal [Sintra 15 de enero de 1432-Sintra 28 de agosto de 1481] que había estado interesado en el asunto.  
 

Alfonso era el hijo mayor del rey Eduardo I de Portugal Duarte I de Portugal [Viseu, 31 de octubre de 1391​​-Tomar, 9 de septiembre de 1438​] y de la infanta española Leonor de Aragón [Santa María del Puig, Valencia, 20 de enero de 1358-Cuéllar, Segovia, 13 de agosto de 1382] Alfonso V tenía seis años cuando sucedió a su padre en en 1438. En efecto, en junio de 1464  Toscanelli envió una carta, con un mapa adjunto, a su antiguo amigo el clérigo y médico portugués Fernando Martíns de Roriz [nacido en 1423 en Roriz, cerca de Viseu Dão-Lafões - campamento lusitano en la época romana donde, se supone, naciera el guerrero Viriato- fallecido en octubre de 1483] al cual el rey Alfonso V le había pedido un parecer geográfico sobre las rutas a las Indias.​ Toscanelli expuso una idea para llegar a las islas de las Especias navegando hacia el oeste. 


Se da, pues, por cierto, que Colón tuvo acceso a la carta de Toscanelli a la que, como se dijo, acompañaba un mapa en el que se trazaba el trayecto a seguir al oriente asiático, incluidas todas las islas que se suponían debían estar en la citada ruta. Dicho mapa y las noticias que se hallaron en poder de Toscanelli provenían por supuesto de los viajes realizados y descritos por Marco Polo. El aventurero veneciano ya había señalado que entre el extremo occidental de Europa y Asia la distancia no era excesiva, estimándola en torno a 6500 leguas marinas, más o menos la distancia entre Lisboa y Quinsay [hoy Hangzhou o Jang-Zhóu en chino], y desde la legendaria Antilla [la mítica isla que quedaría en algún lugar indeterminado del océano Atlántico, al oeste de Portugal y España, también llamada "Isla de las Siete Ciudades"-"Ilha das Sete Cidades"] al Cipango sólo 2500 millas las separaban. Distancias que no se consideraban excesivas y podían facilitar la navegación. Se conocen también dos cartas dirigidas por Toscanelli a Colón recogidas por Bartolomé de las Casas [Sevilla 1474 o 1484-Madrid, julio 1566], fraile dominico, cronista, teólogo, filósofo, jurista, y en sus últimos años obispo de Chiapas, cuando México se encontraba bajo el dominio de la conquista española de Hernán Cortés,  incluidas en su "Historia de las Indias", aunque los historiadores han suscitado varias polémicas poniendo en duda la veracidad de las mismas.​

Colón pasó nuevamente a Portugal, con el consentimiento de los Reyes Católicos y de Joâo II , para negociar sobre temas abstrusos de los que, hasta hoy, ningún historiador haya logrado conocer los motivos de esta segunda visita a tierras lusitanas. Lo único que se sabe es que  Felipa Moniz, su esposa acababa de morir allí, mientras él se hallaba en Castilla. Recogió, pues,  a su hijo Diego, que, a la sazón, había estado viviendo en Portugal con su madre, y, al mismo tiempo, Colón asistió entusiasmado al regreso de Bartolomeu Dias [nacido en 1450, se desconoce su ciudad- y fallecido cerca del "Cabo de Buena Esperanza", el 29 de mayo de 1500], gran navegante portugués y primer explorador europeo en doblar a principios de 1488 el extremo sur de África, o sea el "Cabo da Boa Esperança", llegando al Océano Índico a partir del Atlántico. Este evento abrió a los portugueses la primera vía marítima a la India en el Índico. 

En 1486, el beaturrón Joâo II le había confiado a Bartolomeu Dias el mando de una exigua flota con la que pudiera recorrer, al menos, una parte del poco conocido y por ello mismo misterioso continente africano del sur. En realidad, la aventura que había motivado a Joâo II era la de averiguar si en efecto existía por aquellas recónditas selvas un mítico reino cristiano que, según algunas crónicas, naturalmente apócrifas, hablaban de un feudo regentado por un tal "Preste Joâo" -"Juan"- con el que el monarca portugués, hijo predilecto de la Iglesia lusitana, deseaba entablar relaciones amistosas. Tales vínculos nunca se fusionarían,  puesto que el legendario feudo, que se sepa, jamás  existió. Pero Joâo no dejó de insistir en la esperanza de que su homónimo, el "Preste Joâo", no formara parte de una leyenda más de las miles que se suscitaban en Europa sobre el África profunda. Y a tal fin había enviado ese mismo año, por tierra y en misión secreta, otra expefdición al mando del diplomático, explorador, y comerciante por tierras árabes Pêro da Covilhã y al piloto João Afonso de Aveiro. Pero, en realidad, el propósito no declarado de aquella especie de safari era investigar el verdadero alcance de las costas del sur de África, para evaluar la posibilidad de una ruta marítima a la India que sería la que poco después descubriría  Bartolomeu Dias
 
Tras la muerte de Joâo II, que falleció sin dejar un heredero varón, el 25 de octubre de 1495, le sucedió en el trono su primo y cuñado, Manuel I, apodado "el Afortunado" [Alcochete, 31 de mayo de 1469 - Lisboa, 13 de diciembre de 1521] Manuel favoreció una nueva expedición a  Bartolomeu Dias, que partió de Lisboa, a finales de julio o comienzos de agosto de 1487, con dos carabelas armadas de 50 toneladas y una "naveta" (pequeña embarcación) repleta de provisiones. En este viaje lo acompañarían el explorador Pêro de Alenquer, como piloto de la nave capitana "São Cristóvão", que fue quien relató el primer viaje de Vasco da Gama [Sines, Portugal, 1460-1469?- Cochín, India, 24 de diciembre de 1524], el cual llevaría a cabo el periplo oceánico más largo realizado hasta ese momento. Otros acompañantes de la expedición de Dias fueron João Infante al mando de la carabela "São Pantaleão", que era pilotada por Álvaro Martins y Pêro Dias, hermano de Bartolomeu, comandando la "naveta" de provisiones, con João de Santiago como piloto. 
 
En la expedición también participaba otro explorador João Grego, que llevaba como compañía dos hombres más y cuatro mujeres, todos de raza negra, apresados por Diogo Cão, en la costa occidental africana, los cuales servirían de intérpretes para explicar a los nativos el objetivo de la aventura. Cão se hizo famoso por ser el primer europeo conocido en avistar y entrar en el río "Congo" y en explorar la costa entre el "Cabo de Santa Catalina" y el "Cabo Cross", desde el ecuador hasta la "Walvis Bay", situada en la costa actual de Namibia. Los acompañantes capturados de raza negra, bien alimentados y vestidos, serían liberados en la costa oriental para que pudieran testimoniar a las poblaciones locales de esas áreas la bondad y grandeza de los portugueses, al tiempo que siguieron intentando, infructuosamente, recopilar información sobre el ya legendario reino del inexistente "Preste Joâo". Días participó como un subordinado en el viaje de Vasco de Gama hacia la India que se comenzó a preparar en 1497. Las carabelas "São Gabriel" y su gemela, el "São Rafael" fueron diseñadas y construidas por él. Con Vasco de Gama navegó también en 1499 como capitán de la nave "São Jorge da Mina", la primera etapa del viaje hasta las islas de "Cabo Verde". En este viaje "da Gama" logró llegar hasta Calicut en la India, conocida como la "Ciudad de las Especias", bordeando nuevamente el extremo sur de África. 
 

Días también fue uno de los capitanes, y principal navegante, de la segunda avanzada portuguesa a la India, encabezada por el hidalgo y comandante militar navegante Pedro Alvares Cabral. Esta flotilla llegó primero a la costa de Brasil, tomando posesión de ella en 1500. La escuadra recorrió el extremo oriental del inmenso territorio brasileño, y luego volvió a zarpar rumbo a la India. Cuando la expedición llegaba a las costas del "Cabo de Buena Esperanza", 29 de mayo de aquel mismo año, se tuvo que enfrentar a una  poderosa tormenta que causó el hundimiento de cuatro de sus carabelas, entre ellas la del propio Dias. El gran expedicionario y todos sus hombres, irónicamente, murieron ahogados cerca de su descubrimiento más famoso, su "Cabo da Boa Esperança", al que después, proféticamente, él mismo había bautizado de nuevo como "Cabo das Tempestades" ("Cabo de las Tormentas")


Colón, a su regreso a Andalucía, acudió a proponer su proyecto al Duque de Medina Sidonia, Enrique de Guzmán [nacido en Castilla 1440–Fallecido en Sanlúcar de Barrameda, 24 de agosto de 1492], noble castellano que por herencia paterna ostentó los títulos de "II Duque de Medina Sidonia", "IV Conde de Niebla" y "VII Señor de Sanlúcar", además de recibir en 1488 el título de "I Marqués de Gibraltar"  Tuvo un papel destacado en la guerra de sucesión castellana (1475-1479), luchando del lado de Isabel y Fernando. A pesar de la fidelidad del duque a la corona de Castilla y de Aragón, según narraría el historiador, genealogista Barrantes Maldonado, y cronista de la "Casa de Medina Sidonia", los Reyes Católicos siempre estuvieron recelosos del poder Enrique de Guzmán, y ordenaron asesinarlo en 1478, si bien el intento fracasó. Guzmán rechazó de plano la petición de Colón, pero otro noble castellano Luis de la Cerda, "Duque de Medinaceli" [1442- Écija, 25 de noviembre de 1501] se mostró vivamente interesado por los proyectos del visionario navegante, quizás imaginarios, pero capaces de inflamar la fantasía aventurera que al parecer también poseía el de Medinaceli. Y no dudó en acoger y mantener a cuerpo de rey a  Colón durante dos años en su palacio del Puerto de Santa María, de cuya ciudad era conde también. Sin embargo, al ser consultada, la reina Isabel, ésta mandó llamar a Colón y le prometió ocuparse de su plan tan pronto como se terminara la conquista de Granada. Y mientras el navegante esperaba, se dedicó a vender mapas y libros para poder mantenerse económicamente


 

 

 

 

 

 

 

Las Capitulaciones para la entrega de Granada se firmaron y ratificaron el 25 de noviembre de 1491. Con este tratado se puso fin a la guerra librada por los Reyes Católicos: Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y el sultán de Granada Boabdil,  que renunció así a la soberanía "nazari" del  Reino del mismo nombre de Granada a favor de los monarcas cristianos. Los Reyes Católicos, tras la rendición, garantizaron una serie de derechos a los musulmanes, en los que se incluía la tolerancia religiosa y su justo tratamiento en compensación por una rendición incondicional y capitulación del último sultán "nazarí" en España. 



Fernando de Aragón e Isabel de Castilla nombraron una comisión de expertos  en diciembre de 1491. Colón llegó al campamento real de "Santa Fe de Granada" y su  proyecto fue sometido a una siguiente junta, convocada por la reina, pero nuevamente se rechazó, repitiendo las objeciones de los geógrafos portugueses. Parte importante de la oposición fueron también las exigencias desmedidas que esgrimió Colón. En esos momentos intervinieron Luis de Santángel, un hebreo bautizado, cuya función en la corte de Fernando era prestar dinero al Monarca, que este después le devolvería con cargo a diversas rentas y Diego de Deza fraile dominico que alcanzó los cargos de arzobispo, inquisidor general de la corona de Castilla. Ambos lograron ganarse para su causa  al rey Fernando, consiguiendo su apoyo para la aventura oceánica de Colón



Pero antes de que Fernando de Aragón tomara la decisión de apoyar a Colón, éste, desilusionado, pero aún con ánimos, había decidido acudir a Francia, a la corte de Carlos VIII. Afortunadamente, el prior Juan Pérez logró disuadirle del viaje y consiguió una audiencia con Isabel. También el secretario Luis de Santángel se ofreció a prestar el dinero que le correspondía aportar a la corona, 1.140.000 maravedíes para que Isabel concediera protección a la empresa, comprometiéndose por tanto a financiarla en el caso de que los soberanos se negaran a subvencionarla con dinero del erario público. Por fin, Isabel y Fernando resolvieron conceder su autorización. Las negociaciones entre Cristóbal Colón y la Corona se realizaron a través del secretario de la Corona de Aragón, Juan de Coloma y de fray Juan Pérez en representación del navegante genovés. 

                        El resultado de las negociaciones fueron las "Capitulaciones de Santa Fe", del 17 de abril de 1492.

En dichas "Capitulaciones" Colón obtuvo, "en satisfacción de lo que haya de descubrir en las Mares Océanas y del viaje que ahora (...) ha de hacer por ellas en servicio" de la Corona Española, las siguientes prebendas: 

"El título de Almirante en todas las tierras que descubriese o ganase en la Mar Océana, con carácter hereditario y con el mismo rango que el Almirante de Castilla"


"El título de Virrey, también hereditario y Gobernador general en todas las islas o tierras firmes que descubriera o ganara en dichos mares, recibiendo el derecho de proponer ternas (tres personas de confianza para desempeñar cargos o empleos que él comandase) para el gobierno de cada una de ellas"


"El diezmo, o el diez por ciento del producto neto de la mercadería comprada, ganada, hallada o trocada dentro de los límites del Almirantazgo, quedando el quinto para la corona"

"Plena  jurisdicción comercial que se pudiera derivar del comercio de su almirantazgo en las tierras descubiertas y conquistadas"

"El derecho a contribuir con un octavo de la expedición y participar de las ganancias en esa misma proporción"  

El contenido de las "Capitulaciones" se desarrolló en una carta de merced  fechada a 30 de abril de 1492, en la que se condicionaba la concesión a Colón del título de Almirante a que efectivamente descubriera y ganara nuevas tierras, pero no se le confería el tratamiento de "Don"​ 


Se dictó una "cédula" dirigida a ciertos vecinos de la villa de Palos, en la provincia de Huelva,  que consistía en una "Real Provisión"  para que se proporcionara al Almirante dos carabelas equipadas y tripuladas como pago de una sanción impuesta a dichos vecinos. Y otra  "Real Provisión" se concedió a Colón por los Reyes Católicos, en la que se obligaba también a la villa de Moguer a ceder dos barcos a la empresa descubridora.​ Cristóbal Colón ejecutó esta "Real provisión" en el Puerto de la Ribera de Moguer embargando dos barcos en presencia del escribano Alonso Pardo, embarcaciones que más tarde fueron desechadas.


Colón, como era de esperar, se encontró con la oposición de los vecinos de la villa de Palos, que desconfiaban de aquel advenedizo Almirante de la corona. Pero en la puerta de la Iglesia de San Jorge, situada en la plaza pública de Palos, se leyó una "Real Provisión" dirigida a Diego Rodríguez Prieto, alcalde de la villa, en la que los sancionaba a servir a la corona con dos carabelas durante dos meses. También hubo problemas en el reclutamiento de marineros. Pero Colón se valió de una de las "Provisiones" expedidas por los Monarcas  en la que se le concedió permiso para reclutar marineros entre los presidiarios.


Pero esta medida, finalmente,  resultó innecesaria porque los  religiosos del "Monasterio de la Rábida", fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, lograron solucionar el problema de la recluta de marineros, al poner en contacto a Colón con Martín Alonso Pinzón, personaje influyente en el mundo de la navegación que no dudó en apoyar la posibilidad del viaje, desafiando la desconfianza de otros nautas. También Pero Vázquez de la Frontera, viejo y avezado marino de Palos, muy respetado por su experiencia y amigo de Martín Alonso, influyó de manera importante para lograr que el mayor de los hermanos Pinzón apoyara y se uniera al gran proyecto descubridor.

Bartolomé de las Casas cuenta que Martín Alonso aportó de su hacienda personal medio millón de maravedíes, la tercera parte de los gastos en metálico de la empresa. Y que  desechó los barcos que había embargado Colón por considerarlos inadecuados para la arriesgada empresa que se disponían a emprender. También se encargó de reclutar a nuevos marineros de gran capacidad aventurera que él conocía muy bien, y eligió  dos carabelas: la "Pinta" y la "Niña",  que, según sus grandes conocimientos como navegante, eran consideradas muy "veleras y aptas para el oficio de navegar", además, porque las tenía arrendadas. Y tras hacer partícipes a sus hermanos de la aventura descubridora, recorrió todo Palos, Moguer y Huelva, tratando de convencer a muchos de sus parientes y amigos de que se enrolasen consiguiendo con ello la mejor y más necesaria de las tripulaciones.  
 

Así, se unieron destacadas familias de marineros como los hermanos Niño de Moguer (que animaron a la marinería moguereña, y resto de marinos que habitualmente navegaban con ellos, para que se alistaran ambién en la expedición) ​Pedro Alonso Niño fue, además, el piloto de la "Santa María", y Francisco Niño y Juan Niño, éste como maestre, navegaron en la "Niña") Otros muchos marineros de gran prestigio de la costa onubense, como los Quintero,  se agregaron poco después a la gran empresa de Colón
 

 
 

Colón sería Capitán Mayor de la armada descubridora. La "Santa María" era la nave almirante, desplazaba doscientas treinta y tres toneladas y tenía una longitud de unos treinta y cinco metros. Las tres carabelas estaban dotadas de bombardas cargadas con balas de granito y espingardas, pequeña artillería que disparaba proyectiles de plomo; y en los mástiles lucían las banderolas con la cruz. Las bodegas iban llenas de vino, agua y muchas clases de alimentos, porque cada marinero tenía derecho a una ración diaria de trescientos cincuenta gramos de bizcocho, doscientos ochenta de carne o pescado y dos litros de vino. Además, habían embarcado algunos quintales de productos de huerta, cebollas y ajos, fresas y limones, quesos, y muchas cajas de abalorios, espejuelos, gorros variopintos, broches y agujas para distribuir entre los habitantes de Catai y Cipango, que era como entonces se llamaba a China y Japón. Es de resaltar que, en esta primera expedición, no viajó ningún clérigo entre la tripulación.
 

 
 

El Almirante Colón, instalado en la nao "Santa María" (llamada originalmente "La Gallega", y era propiedad del cartógrafo y navegante  Juan de la Cosa), y con una tripulación de unos noventa hombres, confió el mando de la "Pinta" a Martín Alonso Pinzón, y el de la "Niña" a Vicente Yáñez Pinzón, uno de los mayores navegantes españoles de la época. Y el 3 de agosto de 1492 la pequeña flota, saludada finalmente con gran algarabía por los vecinos que tanto habían desconfiado del navegante genovés, zarpó, en su primer viaje de descubrimiento, del puerto de Palos de la Frontera, actualmente en Huelva, España. 
 

                                                                                 [3 de agosto de 1492]
 




A los pocos días de viaje, la "Pinta" sufrió una avería y tuvo que ser remolcada hasta las Islas Canarias, donde Colón hizo echar anclas y reparar la embarcación. Estuvieron en las Canarias hasta el 6 de septiembre, concretamente en La Gomera.
 
Allí, Colón visitó a Beatriz de Bobadilla y Ulloa, gobernadora de la isla. Apodada "la Cazadora", [nacida en Medina del Campo en 1462 - fallecida en la misma ciudad en noviembre de 1504] Dama castellana, señora de las Islas Canarias, de La Gomera y El Hierro. Se le atribuyeron amoríos con Cristóbal Colón cuando este recaló en La Gomera, y le abasteció en su largo viaje oceánico.

En Gran Canaria permanecieron arreglando el timón de la "Pinta" y sustituyendo sus velas triangulares originales por unas cuadradas, lo que la convirtió en la carabela más rápida de la flotilla. A causa de la calma chicha del mar y de los vientos contrarios, las naos no pudieron zarpar de nuevo, tomando el rumbo de poniente, es decir, hacia lo desconocido.
 
 
 

 
A la hora del crepúsculo, la tripulación se reunía en el puente para rezar el "Ave María" y las lentas cantilenas castellanas y las alegres andaluzas. Entre el 13 y el 17 de septiembre observaron que las agujas de las  brújulas se desviaban respecto a la Estrella Polar al Oeste, por la noche, y al Este, por la mañana. Dicho efecto fue erróneamente atribuido por algunos historiadores a la declinación magnética, pero en realidad se debía al giro de la Polar en torno al Polo Norte Celeste. Con el paso de los días, a medida que las carabelas se adentraban en la Mar Océana, los ánimos de los navegantes iban agitándose y concibiendo más dudas. El 22 de septiembre Colón envió su carta de navegación a Pinzón. De vez en cuando, presa del desánimo, se arrojaba de rodillas, e invocaba  la tierra. 
 
Eran terribles momentos de angustia para el Almirante. Una tarde, algunos marineros le dijeron que querían volverse atrás. "Perdéis el tiempo -replicó Colón-, porque he zarpado rumbo a Catai y seguiré navegando hasta que lleguemos, con la ayuda de Dios" Y como por las buenas no conseguían convencerlo para que cambiara de ruta, la tripulación amenazó con amotinarse. 

La noche del 6 al 7 de octubre se produjo el intento de motín en la "Santa María" que fue sofocado con la ayuda de los Pinzón. Martín Alonso aconsejó a Colón que ahorcara a los rebeldes. "Si vos no lo hacéis -le advirtió-, lo haré yo" Sólo entonces los marineros de la "Santa María" volvieron a la obediencia. Sin embargo, entre el 9 de octubre y 10 de octubre, el descontento se extendió al resto de la expedición, tomando los capitanes la determinación de que se volverían en el plazo de tres días de no divisar tierra.

El 11 de octubre, la tripulación de la "Pinta" cogió del mar una caña, un bastón con incisiones, una tablita de madera y una mata de hierba. Los marineros entonaron el "Te Deum" y el Almirante ordenó al vigía nocturno que tuviera los ojos bien abiertos, porque el arribo a Catai debía ser ya inminente. A las dos, un cañonazo disparado a bordo de la "Pinta" despertó a las tripulaciones de las tres naves. 
 

Era 12 de octubre, y cuando todos los marineros estaban inquietos y expectantes por las señales de vida que habían hallado entre las aguas, el grumete Rodrigo de Triana dio el famoso grito de "¡tierra a la vista!", ganándose los 10.000 mil maravedíes que el rey Fernando había prometido al primero que viera las costas de Asia. Sobre este episodio también existe controversia entre los historiadores, ya que los Reyes Católicos, que habían ofrecido los antedichos  10. 000 mil maravedíes, fueron a parar al bolsillo de Colón, quien, según su diario de a bordo, habría visto una «lumbre» lejana horas antes que Rodrigo de Triana.

 
 
 
 
 

 
 


Al amanecer, las carabelas echaron anclas frente a una isla boscosa y cubierta de vegetación, orlada de una larga playa de arena finísima, poblada de aves exóticas y de hombres desnudos. Colón hizo botar una lancha y en compañía de los Pinzón, del notario y del inspector de la flota llegó a la costa. Con la derecha empuñaba  el estandarte real, mientras que los  otros dos capitanes llevaban sendas banderas con la cruz. Todos con atuendos suntuosos, bordados en oro y plata , y algunos con sombreros con ricos penachos. En cuanto llegó a tierra, el Almirante se arrodilló y declaró que tomaba posesión de la isla en nombre de Fernando e Isabel de España. Hecho esto, abrió una bolsa y distribuyó su contenido -abalorios, sonajeros, birretes rojos y otros objetos- a los indígenas que rodeaban a los españoles y mostraban gran curiosidad por sus vestidos y las brillantes espadas que ceñían. Cristóbal Colón llamó "San Salvador" a aquella tierra, que era una isla llamada "Guanahani", en el archipiélago de las actuales Bahamas. Colón creyó cumplir con su ansiada meta de llegar a las Indias de las especias,  navegando por la Mar Océana con rumbo oeste, totalmente  convencido de hallarse en Asia, no lejos de la ciudad del Gran Khan. Y no fue consciente de que había arribado a un continente distinto. 





 




 

 

                                [Mendoza, Argentina, 17 de julio de 1932- Mendoza, 30 de septiembre de 2020]