sábado, 16 de enero de 2021

CRISTÓBAL COLÓN: "Sus verdades" -Final-



 

 

Autor: Tassilon-Stavros



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Durante dos semanas, Cristóbal Colón y una parte importante del grueso de sus hombres, compañeros de la gran aventura descubridora, vagaron por las islas en torno a Guanahani, bautizándolas con nombres españoles de reyes y de santos: Santa María de la Concepción, Fernandina, Isabela. Colón anotaba en su libro de bitácora cuanto veía. Lo que más le sorprendió, además de la belleza del lugar y la tibieza del clima, fue la docilidad de los indígenas. "Deben ser buenos siervos" -escribió el almirante dos días después del desembarco- "Si Vuestras Altezas lo desean, pueden hacerlos llevar a Castilla o encerrarlos prisioneros en la isla, porque con cincuenta hombres armados es posible dominarlos" Como ejemplo de caridad cristiana la peregrina idea del navegante y siervo de España no estaba nada mal. La opción de la esclavitud se ponía en marcha merced al comentario del descubridor.
 

Colón ordenó coger a cierto número de salvajes, sobre todo, mujeres y niños, y bautizarlos, ante el asombro de aquellas pobres criaturas ajenas a la nueva idea de un Dios desconocido. Luego, en la playa, hizo levantar una gran cruz, visible a distancia. Días después, volvía a escribir: "Digo que la cristiandad hará buen negocio con estos pueblos, sobre todo, Castilla, a la que todos deben estar sometidos. Y digo que Vuestras Altezas no deberán permitir a ningún forastero que se acerque o ponga los pies en estas tierras, excepto cristianos católicos, porque tal fue el principio y el fin de esta empresa, que produjera el acrecentamiento y la gloria de la religión cristiana; y no debe venir aquí quien no sea buen cristiano"

El almirante siguió explorando el archipiélago y el 25 de octubre desembarcó en lo que hoy es la isla de Cuba. Naturalmente, a Colón no le disgustaba el oro. Había hallado cierta cantidad en la isla de Haití, adonde había llegado a primeros de diciembre, y seguía buscándolo. Pero una noche, a causa de una borrasca, la nave almirante encalló y se hundió. Gran parte de la carga fue puesta a salvo y llevada a la "Niña", que había acudido en ayuda de los naúfragos. Marineros y oficiales llegaron a nado a la orilla de una isla cuyos habitantes los atendieron. El 16 de enero, habiendo dejado en Haití una guarnición, Colón dio orden a la "Niña" y a la "Pinta" de zarpar rumbo a Europa. La larga travesía de regreso fue accidentada, debido a violentas tempestades. 

Cuando las carabelas llegaron cerca de las Azores, Martín Alonso Pinzón se alejó de la "Niña" Quería llegar antes que Colón a España y dar a los soberanos la noticia de que habían conseguido llegar a Asia.

 

 

 

Retrasado por algunas averías, el almirante no pudo seguirlo. Algunos marineros desembarcaron y fueron en peregrinación al santuario de la Virgen para cumplir un voto que habían hecho cuando la carabela, en pleno Océano, fue presa de un huracán que a punto estuvo de hundirla. En cuanto llegaron, se vieron rodeados por soldados portugueses, que les hicieron prisioneros. Sólo al cabo de cuatro días, el comandante de la isla les puso en libertad, y les envió a bordo de la "Niña" que, reanudada su navegación, fue de nuevo víctima de un ciclón que destrozó sus velas. La tripulación hizo promesa de ayunar un día entero a pan y agua si salían con vida de aquel cataclismo.

El 3 de marzo, la "Niña" llegó a la vista de Portugal. Como las velas de la nave estaban reducidas a un montón de jirones y el puerto de Palos, en Huelva, distaba aún más de 350 kilómetros (220 millas), Colón decidió anclar en Lisboa, donde reparó los daños. Por último, el día 15, anclaron en la bahía de Palos, donde les recibió una muchedumbre jubilosa. Colón halló un mensaje de Fernando e Isabel, que le invitaban a ir a Barcelona. Los soberanos habían sabido ya por Pinzón el feliz éxito de la empresa. Pero, con real corrección, se negaron a recibirlo antes que a Cristóbal Colón. En realidad, había sido una tempestad, el 14 de febrero, la que separó a ambos navegantes; Martín Pinzón llegó a Bayona de Galicia antes que Colón a Lisboa. Pudo  tener la intención de ser el primero en visitar a los reyes, pero no pudo hacerlo puesto que murió de sífilis al poco tiempo: el día 31 de marzo de 1493 en Palos de la Frontera, Huelva. Cristóbal Colón pasó una noche de vigilia en la iglesia de Santa Clara cumpliendo la promesa o "VotoColombino"  realizado en alta mar. Y también cumplió en Huelva con la promesa de encender una vela en el "Santuario de la Cinta".

[El 9 de marzo Colón había sido llevado a presencia del rey Joâo IIde Portugal y algunos cortesanos propusieron que se ejecutase al navegante por haber violado el "Tratado de Alcáçovas" [Un acuerdo firmado en la villa portuguesa del mismo nombre el 4 de septiembre de 1479, entre los representantes de los reyes Isabel y Fernando de Castilla y Aragón por un lado, y del rey Alfonso V de Portugal y su hijo Joâo II por el otro, el cual fue ratificado por el rey portugués el 8 de septiembre de 1479 y por los reyes españoles en Toledo, el 6 de marzo de 1480: Entre otras cosas se declaraba la paz entre el reino de Portugal y los reinos de Castilla y Aragón y se puso fin a las hostilidades tras la guerra de Sucesión (1475-1479)]  Finalmente,  Joâo II  dejó libre a  Colón que izó vela para Andalucía. 

 

 

 

 

 

 

 

En abril de 1493, Colón fue recibido por los Reyes en el "Monasterio de San Jerónimo de la Murtra" en la villa costera de Badalona, próxima a Barcelona, donde pernoctaron en su trayecto desde Castilla hasta tierras de Cataluña. (Otras versiones indican que dicho encuentro se produjo en el "Saló del Tinell", en Barcelona, probablemente después de descansar en "San Jerónimo"). Allí, el almirante explicó su llegada por el oeste a lo que él creía que era la India. Colón se presentó de nuevo pero esta vez seguido de un cortejo de indígenas que llevaban cofres con oro y abigarrados papagayos. Cuando Fernando de Aragón le preguntó a quién debía entregar los mil maravedíes prometidos al marinero que fuera el primero en avistar tierra, contestó el infatuado genovés que le correspondían a él. 
 

Durante los siguientes seis meses, Colón vivió en palacio y obtuvo de los soberanos fondos para otra expedición. Dispuso una flota de diecisiete naves con mil doscientos hombres, víveres, municiones y cierto número de animales para poblar con fauna europea aquellos salvajes lugares, a los que una bula pontificia acababa de bautizar con el nombre de "Indias". Embarcó también a cinco sacerdotes para convertir al cristianismo a los indígenas.

El 25 de septiembre de 1493 zarpó del puerto de Cádiz el convoy compuesto por tres carracas, dos naos grandes y doce carabelas. [Sólo se conoce el nombre de unas pocas, entre las que  se hallaba de nuevo la "Niña" participante del primer viaje, y la "Marigalante o Santa María", homónima de la malograda anteriormente, la carabela "Cardera" y la carabela "San Juan", de la que era piloto Bartolomé Pérez, nacido en Rota, Cádiz, y que en el primer viaje iba en la "Niña"] En menos de cuarenta días de navegación las naos llegaron a las costas de una isla que Colón llamó Dominica, porque llegó en domingo. Penetró después en las Pequeñas Antillas, a las que llamó Islas Vírgenes. 

[En este segundo viaje, rumbo a la isla La Española, los navegantes pudieron observar el eclipse lunar que tuvo lugar del 14 al 15 de septiembre de 1494. Comparando sus horas del comienzo y fin con las registradas en las observaciones de Cádiz y Sao Vicente en Portugal, Colón dedujo definitivamente la  esfericidad de la Tierra ya descrita por Claudio Ptlomeo


Descubrió Puerto Rico, donde desembarcó el 19 de noviembre, y luego la isla de Guadalupe, ubicada a unos 480 kilómetros (300 millas) al sudeste de Puerto Rico y que era conocida por los indios caribes con el nombre de Karukera ("Isla de las Aguas Hermosas"). Como objetivo de este segundo viaje se hallaban: la exploración, colonización al precio que fuera, y prédica de la fe católica por los territorios que habían sido descubiertos en el primer viaje, todo ello bajo el amparo de las bulas concedidas por el Papa Alejandro VI, que protegían los territorios avistados de las reclamaciones portuguesas. Por último, navegó rumbo a Haití, donde había dejado la pequeña guarnición española. 

Al desembarcar en sus playas, inconcebiblemente desiertas, no encontró más que a uno. Los demás habían muerto: algunos, a manos de los indios cuyas mujeres habían arrebatado; otros se habían matado mutuamente.

Tras fundar la ciudad de La Isabela, el 6 de enero de 1494, instaló una nueva guarnición en dicha isla. Luego se dispuso a circunnavegar la de Cuba, pero un ciclón hizo retroceder a las naves hasta el punto de partida. Volvió a hallar la guarnición literalmente diezmada; los españoles habían capturado a algunos indígenas jovencitos para hacerlos sus esclavos y los indios, en venganza, asolaron el campamento de colonos y dieron muerte a la mayoría. Colón permaneció en las Indias dos años y medio, reclutando esclavos, y dispuso el retorno a España. De los doce buques de su flota, se quedó tan sólo con las carabelas Niña" ahora llamada "Santa Clara" (su primitivo nombre), "San Juan", "Cardera" y algunas otras. 


En junio de 1496, Colón regresaba así de su segundo viaje a bordo de la "Niña", acompañado solo de la "India". Refiere un cronista de la época que de quinientos indígenas que pasaron el Atlántico doscientos murieron en el viaje, y los otros, incapaces de adaptarse al clima y a las costumbres del Viejo Mundo, perecieron a los pocos años de haberse hallado repartidos a lo largo de las ciudades y regiones españolas.

Incansable por el ansia de nuevos descubrimientos, el almirante volvió a cruzar el Océano el 30 de mayo de 1498, como si la llamada de nuevas tierras le enfebreciera. En este tercer viaje,  Colón partió desde Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, capitaneando seis barcos y llevando consigo al cronista Bartolomé de lasCasas  quien después proporcionaría parte de las transcripciones de los "Diarios de Colón". La primera escala la realizó en la isla portuguesa de Porto Santo, de donde procedía su mujer. De allí partió hacia Madeira, y llegó el 31 de julio a la isla Trinidad. 


Fundó otros establecimientos y autorizó a los nuevos colonos a raptar y esclavizar a los indios sin distinción de sexo ni edad. Esto provocó violentas revueltas que Colón no tuvo más remedio que ahogar en baños de sangre, llenando las islas de horcas e indígenas ajusticiados. Además, quedó así demostrado que el gran almirante no era más que un pésimo gobernador, iracundo, cruel y vengativo. Hasta sus más cercanos colaboradores, (aparte de los asentamientos poblados por indígenas y gentes llegadas de España), empezaron a detestarlo y no perdían ocasión de criticarlo ásperamente en sus informes a la Corte de Castilla.


En 1500, Fernando e Isabel, preocupados por las graves quejas y noticias nefandas sobre las actuaciones de Colón, nombraron un comisario real que fue enviado a las Indias con plenos poderes restrictivos. Se trataba de Francisco de Bobadilla [Bobadilla -Antequera, povincia de Málaga- 1448 – Mar Caribe, 1502], oficial de la Casa Real y caballero de la "Orden de Calatrava". Don Francisco hizo un uso poco discreto del poder que se le había conferido por los Reyes Católicos. Detuvo a Colón, lo encadenó ante la alegría de sus colaboradores y lo remitió de inmediato a España, donde el prisionero fue retenido otras seis semanas en cadenas y después llevado ante los reyes. Fernando le echó en cara los errores cometidos como gobernador y le declaró destituido de aquel cargo, pero dejándole sus propiedades en las Indias.    

 

 

 

 

 

 


 

 

Isabel pudo llegar a comentarle (según la cinematografía actual) que "su Nuevo Mundo era un auténtico desastre" dadas las nefastas gestiones que el almirante había llevado a cabo. Y, probablemente, éste le pudo llegar a contestar "si acaso el Viejo Mundo estaba mejor construido que el suyo". Colón, por tanto, refutó las acusaciones y, al despedirse, solicitó a los soberanos que pusieran a su disposición otra flota para proseguir con sus incansables exploraciones.

 

 


[Entre 1500 y 1502 Colón, sintiéndose acosado por sus enemigos, había lanzado una operación de imagen. En 1501, su amigo Pedro Mártir Angleria redactó la que, hoy, es considerada como "Biografía Oficial" del almirante. El año siguiente, Colón legó el diez por ciento de sus rentas a la ciudad de Génova, ganándose con ello el favor de los  mercaderes genoveses que aportaron la financiación necesaria para un nuevo viaje en 1502]


Así, el 3 de abril de 1502, por cuarta y última vez, también con el beneplácito de Castilla, que por supuesto ansiaba añadir a su corona nuevos territorios desconocidos. Y tras haber llegado a la Corte en cadenas, Colón, victorioso, desplegó velas desde Sevilla. [Primero se dirigió hacia la Puebla Vieja y posteriormente se mantuvo ocupado en Sevilla para asuntos de municiones y tripulación mientras los navíos aguardaban en Cádiz, de donde zarparon el 9 de mayo]. El 25 de mayo hicieron escala en Gran Canaria, y, tras una travesía de veintiún días por el Atlántico, llegaron al Caribe, recalando en una bahía de La Española donde no obtuvo el permiso del Gobernador de dicha isla para desembarcar. Una tormenta lo forzó a detenerse a duras penas en Jamaica.  De allí viró a la Isla de Pinos (Cuba) para acabar en tierra continental. Sus naves llegaron hasta Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Jamaica donde, a consecuencia de un nuevo ciclón caribeño, las carabelas sufrieron tales daños que durante un año no pudieron volver a zarpar.

 


En octubre de 1502 llegó a la Bahía de Chiriquí (Panamá), creyendo ver el paso hacia las Indias, un mítico Paso Occidental del que los indígenas hablaron a Colón para llegar al otro Gran Océano [el Pacífico] Pero, como marino, el navegante rechazó adentrarse en la selva. De haberlo hecho, hubiera sido el primer europeo en lograrlo. Sería el 25 de septiembre de1513 el hidalgo y explorador español Vasco Núñez de Balboa quien descubriría el nuevo Océano llamándole "Mar del Sur".

El 29 de febrero de 1504 hubo otro eclipse lunar pronosticado por Colón,  y que asustó tanto a los indígenas jamaicanos que le hicieron todo tipo de ofrendas. Sin embargo, sólo ganó algo de tiempo, pues a través de un emisario, Nicolás de Ovando, mandado desde Santo Domingo, se le notificó la negativa a los socorros. Los naúfragos se hallaban tan extenuados como desesperados, y el almirante, torturado por la artritis que padecía desde hacía tiempo, no veía la hora de abandonar las Indias y volver a España. 

En 1503, en su último viaje por las Antillas Mayores, descubrió las islas llamadas actualmente Caimán Brac y Pequeño Caimán  [pues Colón nunca vio la isla de Gran Caimán], que recibieron el nombre de Las Tortugas,  por la gran cantidad de tortugas que había en ellas y en sus alrededores. 

Tras ocho meses de espera, el 11 de septiembre de 1504, un enfermo y agotado Colón y su hijo Hernando lograron reembarcar en Jamaica con destino a La Española en un barco conseguido por DiegoMéndez de Segura, escribano mayor de la Armada. Colón tuvo que pagar su pasaje. Sorprendentemente, este corto viaje duró cuarenta y cinco días debido a las adversas condiciones de la mar, frente a los cinco que invirtió  Méndez en una canoa. Ciento diez de los ciento cuarenta y cinco miembros de la expedición sobrevivieron, aunque muchos de ellos, exhaustos, renunciaron a volver a Castilla y se quedaron en La Española. Por fin, Colón pudo regresar el 7 de noviembre de 1504 a Sanlúcar de Barrameda sin haber podido cumplir ninguno de sus principales objetivos.

Hacía poco que había cumplido los cincuenta y ocho años, pero aparentaba mucha más edad. Los cabellos habían encanecido, pesadas arrugas le surcaban el rostro tostado por el inclemente sol del Caribe, y tenía profundas ojeras de cansancio en torno a los ojos. Además, ahora se movía con gran dificultad y sus pasos eran torpes dados los achaques que le afligían y le habían sumido en una sombría y depresiva melancolía. En cuanto la nave echó anclas, pidió audiencia con el rey Fernando, que se avino a recibirle en Segovia, tras un lento y cansado recorrido por tierras españolas. Colón suplicó al soberano que lo reintegrara a sus antiguos privilegios y le restituyera el cargo de gobernador, pero el rey se limitó a ofrecerle una amplia finca en Castilla. Colón replicó que no sabía qué hacer con ella y, acostumbrado a sus grandes aventuras marinas, tenía razón. Al cabo de unos meses, 20 de mayo de 1506, la muerte puso fin a su amargo y solitario crepúsculo en Valladolid. Presumiblemente, murió por complicaciones derivadas de una gota o una artritis aguda que ya padecía desde hacia años. Tras su fallecimiento​ su cuerpo fue tratado con un proceso llamado descarnación. Inicialmente fue inhumado en el "Convento de San Francisco", en Valladolid. 

En 1509, sus restos fueron trasladados a la capilla de Santa Ana del "Monasterio de la Cartuja" en Sevilla. En 1523 su hijo Diego Colón exigió un traslado a la "Catedral de Santo Domingo". Los trámites se llevaron a cargo por la virreina María Álvarez de Toledo y Rojas, ahora viuda de Diego Colón. En 1544, los restos viajaron con la Virreina desde el monasterio cartujo  de "Santa María de las Cuevas" en Sevilla hasta Santo Domingo, y allí permanecieron sepultados por más de dos siglos. En 1795, los franceses conquistaron la isla de Santo Domingo, y los restos se trasladaron a La Habana. Una vez finalizada la guerra de independencia cubana, en 1898,  viajaron a bordo del crucero "Conde de Venadito" hasta Cádiz. Su destino final sería la "Catedral de Sevilla" donde reposan en un suntuoso catafalco.

El día anterior a su fallecimiento,  Cristóbal Colón redactó un testamento ante Pedro de Inoxedo, escribano de cámara de los Reyes Católicos. En él dejaba como como testamentarios y cumplidores de su última voluntad a su hijo Diego Colón, a su hermano Bartolomé Colón y a Juan de Porras, tesorero de Vizcaya. Entre los grandes protagonistas de la Historia, Colón no ostenta en verdad los colores más atractivos. Sus decepciones no fueron sólo el fruto de la, por otro lado, normal ingratitud ajena que promueven las envidias y los celos, sino también de su mezquindad, de su aridez hacia el prójimo y los indígenas a los que intentó y logró esclavizar, y de su más que probada codicia. Y de la cual tampoco se libró, todo hay que decirlo, ningún otro siguiente conquistador, fuera de la nación hispana y de otras latitudes europeas. Con todo, su empresa, por ser la primera aventura capaz de lanzarse casi a ciegas a la periclitante inmensidad del desconocido Océano Atlántico, sigue siendo una de las más grandes y decisivas de todos los tiempos. 

El año 1492, en el que muchos historiadores sitúan el término de la Edad Media y el comienzo de la Moderna, es verdaderamente una fecha monumental en la historia de nuestro mundo occidental. Señala el deslizamiento del baricentro o centroide mundial del Mediterráneo al Atlántico. Concluía así la gran aventura de las prestigiosas y competitivas Repúblicas marineras italianas, para dar paso a la de España, Portugal e Inglaterra, relegando a Italia, patria del navegante genovés, a un simple papel secundario en la gigantesca aventura descubridora de los desconocidos y vastos territorios del Nuevo Mundo.