viernes, 30 de abril de 2010

Luz





Autor: Tassilon-Stavros




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LUZ


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Una mañana quise verte nacer. Al alba, escapé por las callejas que bajan a la rambla, entre los madroños, la salvia, el brezo y los enebros. Aún habitaban las sombras en lo más retraído. Toro negro, umbrío y ermitaño, ése que siempre aguarda tu venida al mundo. Pastoreo de soledad entre suculencias de verdes intactos. Sesgados ojos que se arrinconan a lo lejos. Losas de silencio y tiempo.

Pasaba el camino por la plazuela, bajo el arco de las campanas, devoción callada. Bulla de la mañana que arrancaría su miedo al portal fosco. Noche. Todo conocido. Las mismas casas, las mismas gentes, tras los postigos que cierra el sueño. Y el perro aldeano poblando las piedras en el hortalillo cerrado de su dueño.

Opacidad, arquitectura de cara podrida. Erizo perdido en el rastrojo. La noche tiene su memoria. Su sabor de fruta. Y esquinas reclamando sus umbrales en la orla enlutada del pueblo. Y entre rejas, los cadalsos de las flores se aislan en la herida de los hierros. Porches desvanecidos entre motas de luz que el cielo incendia amarillento. Mejillas de nubes, nimbos vaporosos en ágil movimiento.

Luz, aunque me tomen por loco, déjame acudir al grito de tu parto. Mi frutal propio. Balbuceos de raza y tierra. Prosodia de una gloria. Amanecer celebrado. Inquietud restallante de esa vida que se esconde dentro de nosotros. ¿Por qué no huir del sueño, tras tu gestación nocturna, y erigirme en espectador privilegiado frente a esa espectacular aparición de tu cuerpo?

Águilas y grajos. Y entre los ecos vírgenes, balbuceos de esquilas y balidos. Y de la altitud, desamparada y yerma, la radiante explosión, un color de nacimiento. El embrión en sombras, antes cobijado en la delicia. Ahora desjugado entre la descarnada placenta. Hemorragia mórbida y fría de los dolores desatados, sobre aquel fondo de una epidermis que fue negra y tardía.

Repetida eternidad del azul. Espacio sonrojado, que para lavar el cielo, se repite por las cumbres. Se derrumba sobre peñas. Y que para multiplicarse en día, se trae sus helechos hasta esa densidad complaciente y posesiva. Genealogía del paisaje. Multicolor evidencia prorrumpida: cárdenos, rosados, y ya púrpuras. Desgajamiento de entrañas ocultas, que trae olores de semillas ahora calientes y maduras.

Luz, deja que cubra con mis pisadas tus sendas. Tu valle corporal. Esas mañanas tendidas, que desde sus máscaras, llegan entre resuellos de exactitud e inocencia. Roznando en la grama de las laderas. Paciendo en los bancales, en la llenca escondida. Y en ese aire inmóvil y diáfano, rasgado únicamente por alas de abubillas y halcones. Y que baje muy despacio por una vereda de leñadores, cuando la porcelana prolija del sol, sana, fuerte y graciosa, caballero incorporado a las lejanías, me abra cada pueblo, cada fuente, cada intimidad, lujurioso de apetecer tus dones.
 
 


domingo, 25 de abril de 2010

La hora callada




Autor: Tassilon-Stavros





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LA HORA CALLADA


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Cuando con pasos rotos me despida en el silencio, es porque me reprimo nostálgico
Y suelto en la playa, palpitante, guardo un furtivo coloquio. La brújula de un cántico.
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En mi balcón dejé luciérnagas. Y tendidos velos albos. Y en mi jardín memoria y poesía
Pero me recliné en un fatalismo rojo y grande. Cielo desnudo donde mi luna se perdía.
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Pero cuando de nuevo me poseas, rigor adverso, correré cortinas, y velaré el instante
Y al hallar solución a mis disciplinas, dejaré mi casa adornada. Ya rendido y anhelante.
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Y hacia donde vayan mis arcaicas sendas, frescas de rocío, irán mis horas despiertas
Bastará un aliento que pasee por la sombra. Eco inefable que aleje mis orillas desiertas.
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Hay afanes fatigosos que se ahogan en mares sin playas. Una verdad que vaga dolorida
Y sobre nuestra pequeñez cotidiana, nuestra ilusión vive sola y aparte, débil y perdida.
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Pero cuando mi pórtico se alimente del prodigio de la luna, recibid al oculto parlanchín
Seré como el niño insomne, que, travieso, huronea en la noche. Ávido juguete del festín.
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Mandadme que vuelva. Que apetezca el fuego de la creación. Que mi río se vista de juncos
Y que cuando muera el día, mi vigilia se alimente. Que halle frutos. Siglos entre surcos.
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Y si adivino un coro de cimbalillos que arriba desde las olas, quedaré soñando tras el desvelo estrellado
Será mi afición limosnera. Mi palabra cual brisa marinera. Oreo viejo. Altar prodigado.
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Me purifican los manuscritos. Viajo en mi navío arca. Y mi recóndita verdad es ansia
Tras la revelación van mis horas. No sosiego. Soy niño alborozado. Trigo de infancia.
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¿No es de todos amar el virtual rito, ramaje del trazo, que deja la palabra cincelada?
¿No os llega como macizo de palmas blancas su gozo, su luz, su herida bienaventurada?
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A Tassilon lo devora el mundo. De la piel de Iberia. Viajero en la caravana del prodigio.
Ama su Nilo de papiros. Su Egeo del canto. De Roma su loba. Del amigo su atrio tibio.

viernes, 16 de abril de 2010

Mis lunas





Autor: Tassilon-Stavros





 
 
 
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MIS LUNAS


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Exclusivos reversos en la infinita y anímica sima espacial
¡Calenturas justificadas son mis lunas!
Y en el vacío oscuro, amenazante y opaco, ojo y lagrimal
¡Que no se muera la armonía de mis lunas!

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Consuelo inefable frente a los ansiosos labios de los planetas
¡Torrentes antiguos son mis lunas!
Y frente a los gigantes intrincados, ruines y dañinos, alas y violetas
¡Que no se pierda el anhelo de mis lunas!


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... Dejad que señale a la gente mi locura y al rescate me lance
¡Es designio de mis dioses ser grato a mis lunas!
Y así enarbolo mi escudo, y que mi ansiedad os alcance
¡Que se siembren plata y sueños en los arenales de mis lunas!


 
 
 
 
 
 
 
 
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Memoria nostálgica que promedia en el pozo negro de mis noches
¡Liberadas penas son mis lunas!
Y en el carro de la ausencia, daños y congojas, víctimas y reproches
¡Que en el verso no se supriman mis lunas!

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Doncellez de destellos sobre hondos abismos de mirada esfíngica
¡De los hombres nunca espero la revelación de mis lunas!
Y remontar quisiera mi vuelo hacia ese aire vivo que a mí me gratifica
¡Que no me arrebaten la tortura condenatoria de mis lunas!

 
 
 
 
 
 
 
 
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... Dejad que el mundo me examine con atribulados ojos intempestivos
¡Es designio de mis horas que me mantenga insomne ante mis lunas!
Y así me anuncie, mientras me dejo asediar por mis versos excesivos
¡Que en mi carne honor consigo, mimado por el vivo hechizo de mis lunas!

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De mi riqueza sin virtud, de mi vanidad sin premio, soy vecino inofensivo
Soy el Crónida que mora en las nubes. Viro en la tormenta, como nave sin puerto
Me unge un bosque sacro. Y su eco laberíntico. Lobo poético, espejo efusivo
Muerdo pensamientos. Soy un loco. ¡Y si me roban mis lunas, un niño muerto!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 13 de abril de 2010

El gran secreto de H.G. Wells Parte II -V-




Autor: Tassilon-Stavros





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EL GRAN SECRETO DE H.G.WELLS

PARTE II -V-

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Todo el salón parecía en calma. La rojiza puerta de entrada había reforzado la complicidad compartida de los visitantes cerrándose tras ellos. Regía un presagio, un desenlace, que motivaba la avidez del descubrimiento. Sólo cabía maravillarse ante la extraña simbología inexplicable, monumental, que dominaba la gran sala, y en la que se distinguía un nuevo testimonio de complaciente superioridad remota; una alusión arquitectónica que hubiera sido salvada de los vestigios de una era inmemorial. ¿Era ésa la otra indefinible paradoja tras la que la prodigiosa tecnología de la implacable plataforma Wellyes ocultara su originaria autenticidad? Eras que se habían disuelto y que así hubieran permanecido enclaustradas, como un prisma hipnagónico que conservara la magia de un mundo mítico del que hubiera germinado la grandiosa proporción de la obra Bosswellyes, y cuya historia oculta dormitara en aquella atmósfera ceremonial, de código indescifrable, preservada entre una arqueología indescriptible, fortalecida probablemente por un orden social ya recluido en su génesis misteriosa. La sala engendraba, pues, una ondulación gigantesca y alucinante: una cicatrizada era de oscuridad, y un avance firme, prolijo, inflexible, de cuyos rasgos fundamentales, ya obsoletos e insondables, hubiese compilado y desarrollado su inextricable orden riguroso, su avanzada tecnología, su monumental automatización, algorítmicamente protectora, la poderosa y dictatorial civilización de Bosswellyes Community.

Las dos criaturas Albion se deslizaron por la sala ligeramente encorvadas. La invasión del salón, convertido en una abovedada atmósfera fosforecente, paralizaba ahora sus pasos. Se habían arrastrado sin el menor signo de violencia por la densa penumbra amarillenta de la dilatada galería, que bruscamente cerraba la enorme puerta de rojo oscuro. Habían sido hijos desnaturalizados de la idea intelectiva de la plataforma Wellyes. Criaturas sin ideas ni palabras. Clones incluidos en esa parte de la naturaleza viva que todo lo admite y nada examina: seres exclusivamente contemplativos y esclavizados. Justificada ahora la inesperada era de rebelión Albion, se sintetizaba al mismo tiempo una emoción singular, un impulso irrefrenable de conocimiento, aunque desprovisto de toda imaginación, y mucho menos exento de cuanta aprensión pudiera crearles el desconcertante reconocimiento, carente de toda explicación, que en estas criaturas provocase la característica encubierta de la verdadera naturaleza de la era Bosswellyes.

Las exuberantes fustigaciones lumínicas se adherían a sus cuerpos desnudos como una secreción amarillenta, confiriéndoles una apariencia eflorescente. La estancia ejercía sobre ellos una sugestión hipnótica. Lo inspeccionaron todo. Y concentraron ahora su mirada en el reflector holográfico que generaba en ambos visitantes cierta intranquilidad. Dicha inquietud no les impedía, sin embargo, indagar su posible circuito energético (su antigüedad parecía garantizar intimidad absoluta a la presencia de ambos intrusos), y que probablemente se conexionara, en eras pasadas, a alguno de los muchos sistemas protectores de datos de Clonic Science Institution. También sus claves se hallarían ocultas en las computadoras informáticas de inmenso laboratorio. El aislado salón, dada su proclividad, no debía, por tanto, percibir los innumerables adelantos tecnológicos que caracterizaran las inmemoriales etapas evolutivas de Wellyes y su Krizalid Restricted Zone. Imaginar los remotos fines utilitarios de dicha sala escapaba a la inteligencia de ambas criaturas Albion, pese a las reavivadas reacciones cerebrales experimentadas por los simbióticos cerebros de la última generación clónica. Pero la curiosidad forma parte del desconcierto. Y el desconcierto desencadena ciertos fenómenos contagiosos que promueven los comportamientos más extraños, aun en sus seres más primitivos. La psicosis esquizoide de la rebelión Albion movía ahora a los dos intrusos a dañar, desactivar y destruir todo sistema límbico acreditado por la civilización Bosswellyes, aún fuertemente custodiado por la infinita virtualidad de sus adelantos tecnológicos. La misteriosa sala generaba ciertas tensiones electromagnéticas, unas fuerzas centrífugas que los sumía en una disgregadora danza de fotones cegadores. Sus extremidades parecían recibir aquel flujo de radiaciones interceptoras que danzaran en el salón. Pequeño universo de energías puras, misteriosas, quizás olvidadas. Un primer "submundo" cuántico y primitivo de Bosswellyes Community cuyas repolarizaciones de iones transmisores habían permanecido allí, bloqueados, en un entorno deteriorado, y que una vez, con toda seguridad, habrían formado parte del esquema primitivo de Wellyes. La sala, por tanto, en estas últimas eras, custodiaba tan sólo, celosamente, un significado histórico ya obsoleto, que, por sus características, no impugnaba, y menos encubría, los execrables orígenes tecnológicos que alcanzaran su mayor plenitud desde sus originarias eras hasta el actual contexto histórico de la plataforma Wellyes. Y por ello mismo debía ser destruida.

Los efectos perturbadores del acto devastador al que se aprestaron con toda energía las dos criaturas Albion fueron acompañados por crujidos siniestros, indicadores de emergencia inmediata. Las cientos de burbujas luminosas parpadearon; y como si la gran sala se hallase inexplicablemente conectada a algún engranaje oculto, transferido, contra toda suposición, por los generadores cuánticos acoplados a la gigantesca célula auxiliar y energética de Clonic Science Institution y la impresionante órbita tecnológica, plena de indetectables sensores enemigos, que concedía a Bosswellyes Krizalid Restricted Zone su indestructible naturaleza de superioridad y progreso irreversible, ambos seres Albión sufrieron una convulsión de aterradora crudeza. Todo el primitivo salón parecía haber detectado las maniobras violentas de sus dos visitantes. Se esfumaron las gravitacionales ondas lumínicas. A la perturbación sísmica, siguió, por tanto, una sacudida disfuncional, como si todo hubiese de desaparecer en pocos instantes. Y así aislados en una especie de gran célula límbica, de oscuridad total, herméticamente cerrada, que les impedía en consecuencia cualquier conato de huida, las criaturas Albion, incapacitadas para comprender la naturaleza que manipulaba aquel probable programa centinela, ya inmovilizados, comprendieron que no tardarían en ser eliminados. Como primer signo de ataque se produjo un fogonazo cegador. Acto seguido un fotón de escáner imprimió un vertiginoso impulso supino con su amenaza implícita. Fue una llamarada concentrada en un punto indefinido del gran salón, que localizó, como si se tratara de un dispositivo de camuflaje que surgiera de pronto entre aquella densa atmósfera de completa oscuridad, una pantalla redonda y fluctuante que, alzándose del suelo, ofrendó un inmemorial material circular de holofotos en movimiento.

Apareció entonces un enorme rostro sobre un fondo tridimensional, que las criaturas Albion asociaron de inmediato con una sugestión hipnagónica que irrumpiera en la sala. Acción, causa y efecto de la avanzada tecnología Bosswellyes. Aquel extraño robot no tardaría en asumir, mediante un mortal acupuntor eléctrico, la destrucción sistemática de ambas criaturas Albion, allí atrapadas. Pero el insólito robot, tan diferente al prescripcional policía Hyde, les observaba con fijeza, como si se tratase de un gigantesco tomógrafo deificado. Un nuevo ser simbiótico, adulterado por inimaginables eras de envejecimiento, germen probable de uno de los primeros clones de los laboratorios Science Institution, que, asombrosamente, no mostraba el menor signo externo de violencia; y que, expresándose en la inteligible lengua Wellsenglish de los habitantes de Krizalid Restricted Zone, insistía en hacerse acreedor de la atención, un tanto a la deriva, de sus únicos espectadores: las dos criaturas Albion.

"... Mi mundo. Aún trato de imaginarlo bajo la forma de aquella noche cerrada... Londres... Desaparecí en el viento... en las estrellas. Todo era preferible a aquella existencia insensata, terrorífica, absurda y sin esperanza. Mis irritaciones cotidianas se desarrollaban con facultad desoladora: observar día a día la necedad del hombre y no poder tolerarla. Mis puertas se cerraban. Sé que a todos ofendía el convencimiento de mi superioridad. Pero tal supremacía no era cierta. ¿Se podía llamar superioridad al hecho de poner en duda la probidad de los hombres? ¿No se trataba realmente de un mal sueño, de una estúpida ilusión por tratar de hallar esa percepción racional de la que, según nos asegura la filosofía, ¡ah el gran Aristóteles!, somos su instrumento lógico y social, sus verdaderos dueños? ¡Un error! Hoy, tres mil años después, yo, el ser más viejo que haya podido conocer el mundo, pruebo y verifico que el hombre es tan sólo dueño de dos conocimientos previos: el del cuerpo que siente y la ley defectuosa de sus sensaciones. La sensibilidad, la razón, la justicia no constituye su Verdad social. Como testimonios de la existencia siempre serán sospechosos. Y el progreso tampoco nos convertirá en seres justos... Mi mundo, tres mil años atrás, me había arrastrado, por tanto, a ese extremo dislocador. Lo divisaba como una nebulosa instalada en mi cerebro. Las tesis desorbitadas de mis conocimientos me imponían esa tarea. Tan sólo el hombre estúpido, el patán que siente sobre sí el peso de la tierra, podría haber hallado consuelo imaginando el bien de la especie, porque la prosperidad y el infortunio jamás se equilibrarán. Trato de recordar, no obstante, la época en que creí ser feliz. Me imponía largas tareas, razonamientos, horas dulces colmadas en la investigación y la literatura... Pero el saber filosófico poseía una substancia lúgubre, un desmayo continuo en el más profundo desaliento. No niego que me sobrecogía la idea de la muerte. Los hombres nacíamos únicamente para devolver a la Naturaleza su préstamo; luego la Nada, la espantosa Nada nos aguardaba. ¡La tierra!, convertirme en el polvo insignificante que la recubre, perderme en ese agujero sin fondo, bullente de gusanos, que habrían de devorarme en una eternidad sin conocimientos... ¡Ah voraz olor intolerable, olor horrible de la muerte, ¡cómo ansiaba revocar su anuncio! Y de ser el hombre honesto que escucha a la Razón, me convertí en el hombre desdichado que trata de satisfacer todos sus apetitos. Si somos propiedad de la Naturaleza, ¿por qué no serlo de sus vicios? La Naturaleza, al arrebatarnos de la vida, me parecía de una impudicia absoluta. Es por ello mismo, por lo que esa misma Naturaleza dejaba vía libre a todos los excesos del hombre, como deja en libertad a las tempestades y terremotos. El mundo jamás conoció el orden. Ha vivido en un constante desorden natural: si es lícito conceder inteligencia a algunos de sus hijos, y convertir a otros en ciegos, en dementes, en idiotas, la Naturaleza defiende, pues, la monstruosidad. Y sus hijos son monstruos, al fin y al cabo. La Naturaleza posee malos instintos, disculpa y encubre los crímenes, celebra y absuelve a los culpables, porque al cabo obrará sobre todos ellos con su fin: la Nada. La única metafísica que la Historia del mundo conoce, no se halla más allá de lo físico, de la Nada. El estudio de las criaturas que pueblan la Naturaleza siempre se ha regido por las matanzas, la ambición, el dolor..."

Una de las criaturas Albion emitió un murmullo de descontento. Se negaba a admitir más demora al proceso destructivo del gran salón. Observaba con recelo al extraño ser que apareciera en el fotón de holovisión. Se mostró reticente desde un principio a la sugestión hipnótica con que la imagen parlante irrumpiera en la sala, grávida, hipnagónica, degenerativa y de comprensión absolutamente nula. El proceso mental de la segunda criatura Albion se mostraba, no obstante, más receptivo a la visualización cinemática de aquel ser, ya desaparecido en eras precedentes, y que parecía haber deseado permanecer aprisionado en las tinieblas históricas de Wellyes como legado corroborador de su originario sistema de vida. Aquel rostro proyectado por levitación electromagnética, ajeno ya al presente de la plataforma Wellyes, surgía de un inmemorial letargo de eras, implantado y conservado en holofoto por la preponderante casta Bosswellyes. Nacía de la negrura de un mundo mortecino como si se hubiese mantenido desde siempre flotando en su misterioso vacío incomprensible. Su mensaje, artificialmente conservado por láseres, poseía un recóndito y definitivo significado sumamente valioso para la civilización de Krizalid Bosswellyes. Un significado que tal vez fuese necesario en las subsiguientes eras a la casta Albion, ahora capaz de reaccionar violentamente, por medio de una inusitada rebelión, a las presiones tiránicas ejercidas hasta entonces por la supremacía Bosswellyes.

La criatura Albion que había decidido ya su opción, descubriendo cómo aquella nueva facultad intelectiva se transformaba en su cerebro, se sintió como elegida por la imagen holofótica. Disfrutaba del instante. Observaba fijamente y trataba de penetrar el significado de aquel torbellino de pensamientos ofrecidos por el parlante ser cinemático que no representaba amenaza alguna a su seguridad. Sus conceptos fluctuaban como meras abstracciones habladas, pero se agitaban como rumores estimulantes en la mente del Albion. Sus ojos no le contemplaban como a un extraño. Era como un instante esperado. Como si sus escasas eras lo hubieran deseado; y ahora, allí, en aquella sala oculta del laboratorio donde había sido clonado, había encontrado lo que su cerebro buscaba. Su mente formaba parte por fin del rito de la inteligencia. La metamorfosis del ser Albion se había completado. Se mostró airado contra su compañero. Se sabía momentáneamente a salvo de las patrullas Hyde, puesto que el intrincado salón no podría ser interceptado de inmediato por los mismos. El valor de aquella imagen era mucho más importante que cualquier otro peligro imaginable. Y para frenar el avance destructor, su protesta constante, su indiferencia ante la imagen proyectada por el fotón, en que insistía su compañero, no dudó en enfrentarse a él. Se enzarzaron en un estallido frenético. El opositor más inteligente tomó un extraño instrumento de tono brillante y cortante que aparecía protegido por una de las cristaleras que se habían hecho añicos, y sin pensárselo dos veces rasgó una vez y otra la piel desnuda de su compañero. Escuchó un fuerte alarido frente a la acústica incansable que emitía la imagen parlante. Brilló el fulgor rojizo de la sangre como candescente licuación que, expandiéndose, envolviera el cuerpo desnudo de la herida criatura Albion con un velo gelatinoso de ebullición pegajosa. Luego los coágulos ennegrecidos circunvolucionaron sobre su piel pringosa, y el ser Albion, que había experimentado contracciones horrorosas, expiró.