lunes, 2 de octubre de 2017

Historia de la Edad Media

Autor: Indro Montanelli y Roberto Gervaso 
 
"... Hay algo dentro de mí que me empuja irresistiblemente, gritándome: "Marcha sobre Roma y haz de ella un montón de ruinas" (Alarico, rey visigodo) ... Corría el año 410. No vacilamos en creer que, después de haber zumbado tantos años alrededor de ella y haberla deseado tanto, los guerreros godos cometieran en la ciudad latrocinios y devastaciones. Alarico había ordenado que los edificios cristianos fuesen respetados. El saqueo de Roma duró de tres a seis días. La noticia de la caída de Roma había consternado al mundo entero. Los paganos vieron en ello la venganza de sus dioses abandonados y traicionados. Y los cristianos, que durante cuatro siglos habían luchado contra la urbe, deseándole el mismo fin que a Babilonia, se sintieron de pronto huérfanos y se dieron cuenta de hasta qué punto su misma Iglesia debía tanto a su cañamazo político y administrativo, y a su fuerza organizadora... Honorio (Emperador e hijo de Teodosio el Grande), en vez de las de su padre, había heredado las cualidades de su madre, la anémica y enfermiza Flaccilla. No tenía ambiciones. No tenía pasiones. Ni siquiera tenía vicios. Fue un maestro en el arte de escamotear peligros y mantenerse a cubierto de las corrientes de aire... Si hubiera sabido administrar el Estado como sabía criar gallinas, habría sido un gran soberano. Se hallaba en Rávena. Fue el único que no mostró turbación alguna. Cuenta Procopio de Cesarea que cuando un chambelán acudió a anunciarle el fin de Roma el emperador contestó furioso: "¡Qué fin ni qué historias! ¡Si hace cinco minutos estaba picoteando maíz en mi propia mano!" Creía que el chambelán aludía a un espléndido ejemplar de gallina faraona a la que él había dado el nombre de Roma. Y cuando comprendió que no se trataba de la gallina, sino de la ciudad, que había quedado asolada, exhaló un suspiro de alivio..."
 

Un famoso escritor dijo una vez que "a los aficionados a la lectura no se nos va también a pedir que seamos inteligentes". Y yo digo a mi vez que no sería ese precisamente el peor de los males incurables, sino el de agotar la memoria de nuestras lecturas. Al leer a Indro Montanelli he recordado, pues, que si nuestra inteligencia presenta alguna mancha blanquecina, semejará la mas persuasiva de las enfermedades leves, porque nuestra avidez (ya sea de ojos, de oídos y hasta de pensamientos) posee la imagen viva que, como cicatriz primigenia, le concede (a nuestro intelecto) ese otro refinado suplicio (se denomine dolencia o ensombrecimiento enfermizo) en que siempre se complacieron los pueblos idólatras de los que tod
os somos hijos: el de poder llegar a degustar el fruto tardío del árbol litúrgico de la intemporalidad. ¿Somos enfermos en entredicho y en observación porque no cicatrizamos en los conceptos viejos y encallecidos del olvido, solitarios en el tiempo, limitados en nosotros mismos, y porque, como el maestro Montanelli, reverenciamos ese brote de ansiedad que nos quema concretamente aquel tejido del cuerpo que no exige la presencia del médico, sino que se recupera entre los contornos seductores y los colores desvaídos de la historia?... ¡Bla, bla, bla!... Hablando, hablando... La noche no acaba... Todo eso, todo eso que el gran Montanelli nos cuenta, ... "todo eso era en aquel tiempo..." 
 

"Historia de la Edad Media": profundo ámbito sensitivo de meditaciones y búsquedas. Restablecimiento de
generosas raíces emocionales. Y por remover sus viejos silencios entreabiertos, ¡la antigüedad!, como una oleada de retablos, vuelve a internarse en el refluir contemplativo de su transcurso. Como si cada episodio, cada anécdota que nos es contada, se atirantase por entre el retozo ensombrecido del pasado, y recuperase su propia necesidad biológica desde los rescatados horizontes estéticos de una inmortalidad extraviada. Montanelli subraya un instante cenital para cada pensamiento. Fija su sentir en ese punto preciso que estuvo poseído por las imágenes que dejaron tras ellas una fugaz floración de sensaciones, en las que también se transparentaron intensos temblores de vida; y que, tantas veces, nos llegamos a imaginar petrificadas, pese a lo diáfano de los episodios vividos, porque el tiempo parecía haberse apoderado de ellas, sumiéndolas entre sus furtivos vendavales crepusculares. Si la historia se "recordara sin recuerdos". Si su modelación íntima actuara, por omisión, proyectándose únicamente entre sombras. Si la inmensidad cincelada de sus ímpetus no adquiriese más concepto que el de su ausencia, el hombre perdería todo anhelo inherente a la lírica sustancial del existir. Como si jamás hubiese tenido presencia corporal sobre este planeta. Le faltaría volver a coincidir consigo mismo. Erraría mil veces más por no atraerse alguna memoria. Su tiempo permanecería inconmovible y solo, por no asistir a su eternidad, por no pertenecer a su propio pasado. 
 

Como aquel Sísifo mitológico, sin conciencia de vida (simbolizador de la absurda y enceguecida condición humana, capaz de tropezar siempre con la tragedia de sus reincidencias), y dócil como cordero ante la irracionalidad de sus dioses presentes, que le condenaron a cargar con aquel colosal peñasco telúrico, una vez y otra precipitado en el declive de su andadura. Y que jamás sintiera curiosidad por esa hora vieja de la humanidad, pese a llevar a hombros aquella escondida intimidad atropellada de los acentos trascendentales que los habitantes de este planeta habían estampado en el nomadismo de sus orígenes. Como al mismo Montanelli, a nosotros, sus lectores, nos arrebata el placer de poseer esa propiedad profunda de nuestros gérmenes, envueltos entre brasas tan sublimes como puedan ser las de su recuperada recreación. Masa incorpórea del recuerdo, capaz de convertirse en fascinante ascua perdurable. Primitivo lar europeo, metamorfoseado, en manos de nuestro gran maestro alfarero, en gigantesco vaso esgrafiado. El documento público de Montanelli es como la voz del mundo. Su escritura nos es servida con toda exquisitez. Y no hay por qué alarmarse ante su densidad geográfic
a, puesto que ni una pulgada de territorio se escapará a su ojo avizor. Sencillo y dramático, pasa su calendario. Y frente a sus tronos polvorientos, la historia vuelve a recobrar la galana mocedad que quedara encerrada en su monumental urna. Luego, nos hablará de su vejez, "para que se vuelva eterna". ¡La urna ha envejecido, sí, pero sin que se le embarulle su fondo! Y de su hondura surge un águila colosal que se nos encara, pero desasida del sacrificio de los apetitos, como si jamás hubiera cambiado sus plumajes. Como ella, nosotros, nunca entenderemos este mundo. 
 
 
Pero estamos hechos del interminable ovillo de la carne con el que siempre enhebraremos la promiscuidad de nuestros acercamientos humanos, la legitimación de nuestras pasadas voluntades, los errores teológicos, la ciencia dogmática del poder temporal, las capacidades sensitivas, la ética de la sociología,... siempre desnuda en vida, luego amortajada en su altar de perpetuidad. ¡Qué relumbre de urna!, que guarda celosamente el pulso inextinguible de sus rememoraciones, engrudadas en el ovillo de nuestra carne mortal. En los vahos de familias de las que todos nacimos. Porque la historia está hecha del color de ceniza de nuestras vidas y muertes. Es tan sólo un ápice de gloria. Posee, a veces, la felicidad de la insignificancia, porque su amplio y escenificado ornamento del tiempo puede no contener espectacularidades gratas para los demás, ¡y serlas todas para uno! Indro Montanelli al apoderarse de ese gran vaso esgrafiado como de un curioso relicario que exhala una milagrosa lumbre de imágenes renovadas en el efímero santuario de todo lo humano, celebra, pues, la mejor Asunción del acontecer histórico. Y el lector, que queda a merced de esos dones, también sentirá los fundamentos de su fuente. ¿Habremos recibido la gracia de un "nombre"? ¡No de un nombre, sino de miles de ellos! ¡Pues que sea para nosotros la suma magnanimidad de los nuevos dioses, dotados de ojos de águila! Del descuidado goce de personajes henchidos de generosa vida pasada entre las sombras de la historia, y que llegan hasta nosotros en reluciente procesión, ante ese fondo titánico que engalanara la víspera humana entre espejos reales, capaces de repetir efigies con las que todavía podemos tutearnos bajo la redonda hoguera solar. Vaso esgrafiado de Indro Montanelli de inteligente prodigalidad arqueológica en la que el maestro impone su inspirada piocha arañadora de aquellos ceremoniosos murales que, aún hoy, promueven nuestra curiosidad:...  
 

"La historia de Europa empieza en China"... Fueron los godos quienes acuñaron aquel nombre de
Atila, que, en su idioma, quiere decir "pequeño padre". Pero se trataba de un padre muy especial. De estatura bastante baja, ancho de espaldas, con una cabeza enorme sobre un cuello de toro, nariz chata, poca barbilla, pómulos salientes y ojos alargados. Sólo con verlo, aquel mongol ponía los pelos de punta. Su voz y sus gestos eran imperiosos. Como todos los hombres de poca estatura, caminaba con el pecho muy salido, sabedor de su poderío y de su importancia. Su orgullo era sólo semejante a su avaricia, que era inmensa. Su poder se basaba únicamente en el miedo que inspiraba. Alrededor de él no había entusiasmos ni afectos, sino sólo terror"... "Había heredado el carácter de su padre Teodosio. Gala Placidia, ya emperatriz, era el único hombre de la familia. Expiró, sin haber llegado a los 60 años, el 27 de noviembre del año 450. Su cuerpo embalsamado fue llevado a Rávena y colocado en un sarcófago en la iglesia de los Santos Nazario y Cel
so. Allí permaneció intacto más de un milenio y podía ser visto a través de una abertura envuelto en sus mantos reales y rígido. Un día de 1577, un visitante, para verlo mejor, acercó demasiado una antorcha a la abertura. Los mantos ardieron y en un instante todo se transformó en un montón de cenizas"... "Bizancio era la metrópoli mayor del mundo. Teodorico, el godo, había vivido siempre en la pradera entre carros, rebaños y caballos, y nunca había visto una ciudad. El emperador León lo recibió en la sala de la corona. Era un hombre pequeño, calvo, carente de ingenio, tartamudo, algo cojo y lleno de pequeñas manías, y se sentaba en un trono desproporcionado. Cuando el pequeño príncipe godo se inclinó, lo hizo con tanta torpeza que resbaló. Para sostenerse se agarró a un pie del soberano que colgaba en el aire y a punto estuvo de arrastrar a León haciéndole caer del trono"... "Los últimos días de San Agustín fueron dramáticos y llenos de tribulaciones. Los vándalos de Genserico asediaban Hipona, donde el viejo obispo moría lentamente de arterioesclerosis, de hemorroides y de inquietud ante los grandes problemas de doctrina que lo atormentaban. ¿Conservará la mujer en el cielo el sexo que tenía en la tierra? ¿Qué ocurrirá el día del Juicio con los que fueron devorados por caníbales? Murió a los 76 años sin haber hallado una respuesta a aquellas preguntas"... "Corría el año 632. Desde que volvió de La Meca, su salud empezó a declinar. Sufría fiebres y hemicranias. Durante dos semanas, la fiebre lo tuvo en el lecho. El 4 de Junio se levantó, se arrastró hasta la mezquita, vio a Abu Bekr oficiar en ella, y en vez de tomar su puesto, el Profeta se sentó junto a él, humildemente, orando. Era, con toda claridad, la designación del sucesor. Inmediatamente después entró en agonía, y el día 7 la muerte lo sorprendió con la cabeza hundida en el seno fresco y turgente de Aicha"... "Carlomagno ordenó la expedición franca a la otra parte de los Pirineos, en el verano del año 778. Tenía por objeto sostener la rebelión del gobernador musulmán en Barcelona, Solimán Ben Alarabi, contra su soberano, el emir de Córdoba. Los francos se vieron obligados a batirse en retirada, perseguidos por un pequeño ejército de vascos. En el paso de Roncesvalles, el 15 de Agosto, su retaguardia fue alcanzada por los españoles y aniquilada. El duque de la Marca de Bretaña, Roldán, quedó sobre el terreno"... 
 
 
Nacido en Fucecchio, Florencia, el 22 de abril de 1909. Fallecido en Milán el 22 de julio de 2001. Autor, entre otras, de "Historia de los Griegos" "Historia de Roma" "La Italia del año 1000" "Dante y su siglo", "La Italia de la Contrarreforma", y "La Italia de los Siglos de Oro" Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1996. Fue un periodista de enorme talento, honesto y escritor sobresaliente. "Tienes que escribir de forma que puedas ser leído y entendido por cualquiera, incluso por el lechero de Ohio". Y a fe que recordó siempre este consejo del director del diario para el que había trabajado en EE.UU. "A Roberto Gervaso lo conocí cuando estudiaba el bachillerato. Y desde entonces puedo decir que lo he "edificado" pieza a pieza. Se formó en mis textos y en los de aquellos autores en los que yo me he formado" Al tirar del pesado carro de la historia, Montanelli y Gervaso, su alumno, consiguieron llevarlo hasta su meta. 
 


miércoles, 2 de agosto de 2017

Lucio Cornelio Sila: el siniestro encanto de la dictadura -Final-







Autor:Tassilon-Stavros
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LUCIO CORNELIO SILA: 

 

 

 

EL SINIESTRO ENCANTO 

 

 

 

DE LA DICTADURA  -FINAL-



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"Romanae aquilae, insigne potentiae"

En todas las épocas, más o menos civilizadas, de cuantos imperios se han visto rodeados por un nuevo cielo de Poder han persistido las ansiedades que han ido más allá de los toques de responsabilidad, saltándose a la torera los nudos de conciencia, porque las obsesiones se encargan de romperlos y disolverlos en las oscuridad que anida en el detestable mundo de tensión que dicho Poder genera. Los conocimientos reveladores de la sensatez siempre han sido, pues, como plumas inútiles revoloteando a través del sufrimiento y la muerte, entre los que se ha refocilado la historia de los pueblos que, precediéndonos, han gobernado el mundo sin cambiarle su esencia. Una especie de alegría de vivir en el que, pese a las desesperaciones y horrores causados, los hombres han imaginado gozar de su verdadero tiempo privilegiado, aunque toda esa parafernalia se cumpliera ciertamente sin la aquiescencia serena de una auténtica felicidad. Tanto es así que todas esas aventajadas grandezas pasadas no han sido más que sueños enloquecedores, porque su caldo de cultivo siempre se ha hallado en una tortura generalizada que la mayoría de los hombres poderosos, pese a todo, no han querido reconocer. Y por ello, se diga todo cuanto se haya dicho, y se siga diciendo, son las crisis más absurdas las que siempre han acompañado a esta podrida humanidad, porque nada hay en el mundo que pueda transformarla. Y cuando ha creído sentirse más cuerda, se ha vuelto a balancear en una nueva  oscuridad  a la que se ha llamado "flamante realidad inmediata", que no es más que la realidad de esa certeza de no querer reconocer el vacío oscuro donde todas nuestras inútiles luchas serán de nuevo destruidas, convirtiéndonos otra vez en lo que somos: polvo ausente, eternamente sustituidos por prescindibles.

"¡Basta ya, hombre,... basta ya con tanta disquisición, que ya me está revolucionando el sistema nervioso!, porque si lo que quiere usted es repetir hasta la saciedad que el hombre es animal que siempre anduvo muy desorientado con tanta concesión al turismo bélico y dictatorial, bestia tontorrona de toda la vida porque las cosas de este mundo, sean del lance que sean, se le estropean siempre cuando más tranquilas y seguras parecían, ya es mucho incordio el suyo!..." "¡Bueno, bueno, tampoco es para ponerse así, digo yo! A mí es que siempre me gusta darme un respiro antes de seguir levantando la polvareda histórica, y dar cumplida variedad de vocabulario y razonamientos a la pelusilla del tiempo pasado. Tiempo al que tantas veces se premia con mentiras de pronóstico reservado porque a muchos lectores [conste que no digo escritores] les resta afición y facultades para adentrarse en sus recovecos más escorados y turbios. Y es que la Historia, que es una especie de eterna guerra contra el aburrimiento, lo peor que puede hacer es abandonar la lucha en su deseo de complacer al respetable [lector, se entiende]. Y si deja que sus batallas no cuenten sino en la vaguedad del recuerdo, que no siempre suele jugar limpio, finalmente a los entresijos de la Verdad Histórica [con mayúscula] no les recubrirá más que el fuego fatuo de los cementerios, con sus tumbas perdidas y fosas comunes, sus agujeros inhóspitos, sus tierras convertidas en lodazales o montañitas polvorientas, y donde, aparte de su recogimiento, a los actos humanos, que engrandecieron con sus heroicidades, se envanecieron con sus pompas y altanerías, o proscribieron con sus barbaries [las más de las veces] las virtudes morales y sociales del milagroso misterio que es la vida, no les piarían ya ni los pájaros..." 

"Pues, mire, yo a usted no le entiendo. ¿En que siente mayor voluntad usted: en amar o en odiar?, porque, si para convocar los espirituales miasmas de los banquetes históricos, va usted a seguir soltando ironías de las que suelen emplearse en los ataques de melancolía, como aquél que añora la patria lejana, ya le veo a usted como a un vampiro desmadrado, flotando entre las ventoleras inclementes de esas morriñas biográficas y buscando entre las tumbas calaveras de las que para tener noticia hay que vivir más de trescientos años, como las cacatúas. Y sabe lo que le digo que para seguir por estas trochas, en mi tierra ya tenemos a Borges, que es más "sustansioso", al que le asoman los fuegos fatuos por todas partes, y que con sus letras cabalísticas nos soltó cada "golpisa" que casi dejó "ocsiso" a medio planeta de habla española. ¿Me entendiste, vos?..." "Lo que no acabo de entender es por qué, hasta el día de hoy, me ha estado usted llamando de "usted" en lugar de echar mano del "vos" con el que ahora me ofrenda su "pedigree" argentino?..." "Es que vos acá mantenés el uso sostenido de los rebusques históricos y andás verdugueándonos de tal modo los acontecimientos que vivís en la cabeza que vas y venís dándole tan poco movimiento a la Historia que sos como aquellos tipos que se subían a lo alto de las montañas con idea de meditar cinco o seís años dejándonos a todos como cuando se está en cana..." "¡Bien, bien, aunque no entendí nada, esta retahila que me ha soltado sin puntos ni comas es como llegar a un final jadeante de abroncamiento. Así que no se me enfade, no le demos más vueltas, y pasemos de nuevo a la Historia con mayúsculas que, aunque suele ser asunto muy poco agradecido, he decidido no concederle más moratorias y paciencias. ¡Ufff con la morochita!..." "¿Qué piás ahora?..." "¡No, nada, nada...!"

Bueno, pues como ya ha quedado claro que no vale esperar ni exigir moratorias y paciencias que puedan poner en entredicho el buen nombre de los hechos históricos cuando estos quedan relegados durante un tiempo por reflexiones cansinas o por tanta reiteración,  y que inclinan a sospechar que nos hacemos los longuis para que sus entresijos creen telarañas, calibremos de nuevo los últimos actos mamporreros de aquellos próceres dictatoriales romanos roídos por un sin fin de ambiciones a los que jamás movió ni la paz ni la caridad. Roma, por si no lo recuerdan, tras los encontronazos y las tundas amargas y escocedoras de cuantas matanzas se habían sucedido, vivía ahora el Cinnanum Tempus, aquel período del 87-84 A.C. sometido a la dictadura del antiguo plebeyo Lucio Cornelio Cinna, que había compartido consulado con el ya difunto Cayo Mario, quien, tras organizar junto con Cinna una auténtica masacre en Roma [según ellos para restablecer el orden perdido, [y aprovechándose de la ausencia de Lucio Cornelio Sila que se hallaba sitiando Atenas], se había dejado el pellejo en tal carnicería.

Entretanto, Sila, que además de ser un formidable general, era un precavido conocedor de sus tropas y sabía cómo explotarlas con el inspirador cálculo que deparaban en tales tiempos los buenos botines de las ciudades conquistadas,  había convencido a sus falanges de que era un verdadero dios. Y por ello mismo no estaba dispuesto a dejarse sorprender ni por su enemigo mortal, Mitrídates del Ponto, ni por las cohortes de Valerio Flaco que Cinna había enviado a Grecia para deponerlo, apresarlo, y llevárselo derrotado a Roma donde pudiera ser ejecutado. Las milicias adoradoras de Sila, a fin de trajinarse el pingüe botín que se les ofrecía, fueron de victoria en victoria en sus ataques a Olimpia, Epidauro y Delfos. Y con el beneplácito de su general, rugieron furibundas como leones hambrientos o auténticos verdugos matarifes por las calles de aquellas desgraciadas ciudades. Las matanzas continuaron luego en Atenas que, pese a resistir y mostrarse casi inexpugnable, cayó como sus antecesoras del Peloponeso. La recompensa fue adecuada a la grandeza de Atenas, que quedó a merced de la soldadesca mientras Sila, pese a su amor por la cultura y el arte griego, se mantuvo impasible, como ya se indicó, ante el saqueo y la hecatombe que significó la caída de tan maravillosa ciudad. Cuenta Plutarco que auténticos ríos de sangre recorrieron sus calles e inundaron todos y cada uno de sus suburbios, resultando imposible contar el número de ciudadanos atenienses, sin distinción de edades ni sexo, que allí murieron. Luego, tras el holocausto ateniense, Sila reagrupó sus triunfales milicias y las condujo contra el ejército de Mitrídates VI Eupator que ya, alarmantemente, avanzaba sobre Queronea y Orcómenes, ciudades situadas en la Prefectura de Beocia. La definitiva batalla contra Mitrídates se cobró un plus con los botines ya conseguidos, puesto que el rey del Ponto fue completamente derrotado por los romanos, que no cesaron de perseguirlos después por todo el Helesponto egéico. Al mismo tiempo Lucio Valerio Flaco había desembarcado con sus tropas en el Epiro jónico, dispuesto a sustituir en el mando al victorioso Sila, con quien celebró una crucial entrevista.


Pero una vez reunidos Valerio Flaco y Cornelio Sila, las tropas de ambos generales decidieron actuar por iniciativa propia, y se dividieron.Una parte se unió a sus victoriosos compatriotas con el beneplácito de Flaco, que se había negado a deponer a Sila. La otra, comandada por el lugarteniente Cayo Flavio Fimbria que había comenzado a tener dudas acerca de la prodigalidad de Valerio al negarse a destituir del mando a Sila tal como se lo había ordenado en Roma su flamante dictador Lucio Cornelio Cinna, optó por rebelarse. Fimbria, por odio o envidia seguramente, no se conformó, además, con tal insubordinación que ponía en peligro el acuerdo pacífico a que habían llegado Flaco y Sila, sino que se propuso, contando con sus soldados y su enfebrecida arrogancia nacionalista, volver a Roma, para dar cuenta de aquella alianza prohibida a Cinna. Y Valerio, que montó en cólera ante aquella contraofensiva traidora, lo relevó inmediatamente del cargo. En el ínterin, Sila abrazaba ya un nuevo proyecto: firmar una paz definitiva con el derrotado Mitrídates VI Eupator, promentiéndole que respetaría su reino del Ponto, aunque exigiéndole como indemnización por haberse enfrentado a él ochenta naves y dos mil talentos con los cuales poder pagar a sus victoriosas falanges y conducirlas de nuevo a Roma.

Pero el nuevo desastre ya estaba en marcha porque Cayo Flavio Fimbria, tras la ruptura de todo vínculo militar con Lucio Valerio Flaco, se aplicó a poner en práctica, a escondidas, una huida propiciatoria, que le llevó a refugiarse en Calcedonia, situada en la entrada del Ponto Euxino frente a Bizancio, ciudad costera de poca importancia por aquel entonces. Y, una vez allí, instigó un motín contra Flaco, que se había trasladado a  Nicomedia, capital del reino de Bitinia. Sin verse asaltado por desánimo alguno ante la proximidad de su antiguo general, Fimbria, al mando de sus tropas insurrectas, decidió enfrentarse a él, expugnó la ciudad y consiguió dar  muerte a Lucio Valerio Flaco, cuya cabeza fue lanzada al mar y su cuerpo entregado a la hoguera. Los actos sediciosos de Fimbria, que para él representaron un inesperado triunfo personal, se erigieron así en una constante provocación contra la rentabilidad con que se significaban  las victorias llevadas a cabo por Sila en Grecia y el Helesponto. El gran general se vio pues conminado, dados los acontecimientos nefastos perpetrados por aquél, a perseguirlo hasta Lidia, en la Anatolia occidental donde se hallaba ahora atrincherado. La aparición de Sila promovió una total deserción de las falanges rebeldes que optaron por unirse a él. Y Cayo Flavio Fimbria, al verse completamente solo, se quitó la vida.

En Roma las noticias de todos aquellos acontecimientos que habían tenido lugar en Grecia y el Helesponto, con los triunfos de Sila y el asesinato del consul suffectus Valerio Flaco a manos del subversivo Fimbria, llegaron meses después como de propina. Era ya una inveterada costumbre aceptar sin demasiada rigurosidad todo lo que concernía a sediciones, matanzas y nuevas amenazas tras los viejos y constantes embates de saneamiento con que allí se permitían tales insociales licencias sus patricios o sus cónsules para dosificar sus constantes ambiciones de Poder. En seco, no había más que aprestarse a organizar otro órdago babilónico contra el vencedor, que en este caso volvía a ser Lucio Cornelio Sila, quien,  antes de regresar a la Caput Mundi, siguió atravesando Grecia, saqueando sus tesoros y exprimiendo todo el dinero posible de las provincias por las que pasaba. Luego embarcó en sus últimas naves a su gran ejército en Patrás, frente al Jónico, desembarcando a los pocos días en Brindisi, situada en la Apulia al sur de Italia en el año 83.


Lucio Cornelio Cinna

Lucio Cornelio Cinna, que sabía que jamás llegaría a lograr ningún acuerdo con el invicto y acérrimo enemigo Sila tras su ya inminente regreso de Oriente, se dispuso a defender Italia y formó una coalición con Cneo Papirio Carbón, cónsul que había imprimido un mayor radicalismo al gobierno de Roma. Cinna y Carbón se habían concentrado en Ancona, situada en la costa oeste del Adriático, y desde allí trató de llegar con sus tropas a Brindisi para trasladarse a la Tesalia antes de que Sila se le adelantara y arribara a Italia. Se desató un motín militar, ya que las falanges de Cinna y Carbón se negaron a desplazarse por orden de sus dos generales a la llamada costa adriática Liburnina o Cirquenizza [al occidente de la actual Croacia]. Cinna y Carbón murieron en la sublevación asesinados por sus propios soldados. Los ecos de la sangrienta revuelta en Brindisi y la muerte de sus irresponsables y radicales adalides no se hicieron esperar. Y Roma, como funeraria amortajadora muy ufana y orgullosa de la conducta de sus gobernantes, celebró el óbito de sus muertos o sus exequias de tronío como mejor sabía hacerlo: ¡con los laureles sangrientos de una nueva revolución!

Mario el Joven

Lucio Cornelio Sila llegaba hasta Roma no tan sólo reafirmando la fuerza de su autoridad como triunfante militar en las campañas de Grecia y el Helesponto, sino solemnizando su autoritarismo mediante un ventajoso botín con el que poder implementar las un tanto exiguas arcas del estado: quince mil libras de oro y cien mil de plata. Pero la siempre enmarañada madeja de sucesiones en el Gobierno de Roma, una vez desaparecido Lucio Cornelio Cinna, había pasado ahora a manos de los rebeldes populares frente a los cuales se hallaba el hijo de Cayo Mario, el pretor Mario el Joven. Turbulento y sectario, este vástago de Mario en realidad se preocupaba más por el recuerdo de su difunto padre, y por la sembrada semilla de  su odio hacia Sila, sembrada, ya desde su niñez, por el despótico y arrogante cónsul que lo había engendrado.Semilla alimentada en las oscuras fórmulas de tradición autoritaria y absolutista en que se encuadraron también jerárquicamente las ambiciones de su progenitor. Pero, finalmente, arrogándose el nuevo poder ejecutivo, oligárquico y popular del Gobierno romano, no dudó en proclamar a Sila como enemigo público número uno de la desgarrada Urbe Imperial, foco infeccioso de discordias incesantes, y reunió, no se sabe cómo, un ejército que mandó contra el vencedor de Mitrídates del Ponto, y culpable, según el Joven, de las muertes de Mario, y de los asesinatos de Flaco, Cinna y Carbón. Pero los aristócratas romanos, [cuyo código moral  velaba más por sus patrimonios personales que por el mecenazgo del odio con que el pretor dictaba ahora, con ayuda del populismo, las normas de una flamante conducta gubernamental que así bordeaba el peligro de forma tan flagrante al enfrentarse a Sila] rehusaron convertirse junto al arrogante jovenzuelo y su pequeño ejército en árbitros simpatizantes de la periclitante y probablemente sangrienta amenaza que se cernía otra vez sobre la ciudad con la llegada de Sila.

Cneo Pompeyo

Y una inmensa mayoría de ellos, por no decir todos, decidieron abandonar la urbe y unirse a las tropas del victorioso general. Cneo Pompeyo, considerado como el más brillante y aristocrático adalid de la, por aquellos días, llamada "juventud dorada" [a la que también había pertenecido probablemente Mario el Joven] fue el primero en fomentar semejante desbandada aristocrática en favor de Lucio Cornelio Sila, aportándole ademas un pequeño ejército personal, compuesto de amigos, clientes y esclavos de su familia, a los cuales recompensó con una parte de su patrimonio. Cneo Pompeyo, que había sufrido en muchas ocasiones el aguijoneo de las plebes más desfavorecidas de la urbe romana contra los ricos, y temiendo nuevas anarquías de los rebeldes indigentes y de las tribus samnitas (habitantes de la región montañosa  del centro de Italia conocida por Samnio) que se habían unido a Mario el Joven,  prefirió el flamante orden del que al parecer era portador ahora Sila, y prefirió ignorar que, más tarde, pudieran degenerar en un nuevo Poder arbitrario.

Un riguroso cuadro de desolación se abatió sobre las cercanías de Roma porque Mario el Joven y su exiguo contingente de fuerzas sufrieron una terrible derrota frente a la indudable capacidad bélica de las falanges de Sila y las indudables cualidades militares de éste. Mario, que no se contó entre los muertos, no tuvo más alternativa que huir precipitadamente. Pero, pese a todo, para él la gran jugada triunfal del odiado Sila no estuvo totalmente decidida porque antes de escapar para refugiarse en la ciudad de Preneste, trató de arrastrar en su estrepitosa derrota a  todos los patricios que todavía permanecían en la capital y que no se habían puesto de su parte. Así, pues, le dio tiempo a confeccionar una lista negra, y como pretor de Roma convocó al Senado, antes de que Sila llegara hasta la urbe, y dio orden a sus últimos seguidores de que todos los que se hallaban señalados en la citada lista de insurgentes fueran degollados allí mismo, en sus sillones. Los sicarios de Mario, tras la escabechina de senadores, desvalijaron la ciudad y cometieron todo tipo de tropelías. Luego huyeron para unirse de nuevo con el joven pretor que se dispuso a jugar la última carta contra su hasta entonces invicto enemigo. Mario, contando, como ya se dijo, con las tribus samnitas, había logrado reunir un ejército de cien mil hombres, que se enfrentó por segunda vez a Cornelio Sila en la batalla de Puerta Collina. La contienda que tuvo lugar allí, frente a Roma, fue una de las más sangrientas de la antigüedad. Sila masacró casi a la totalidad de estas belicosas tribus y a los restos del pequeño ejército personal de sicarios de Mario el Joven. Ocho mil de ellos fueron degollados sin discriminación. Y las cabezas decapitadas de los  insubordinados generales del pretor, izadas en picas, fueron llevadas en una complaciente procesión hasta los muros de Preneste, ultimo bastión subversivo de los populares que no dudaron en rendirse, una vez avistada la degollina que portaban las falanges victoriosas de Sila. Mario el Joven no esperó la aparición de su enemigo: se había matado poco antes. El sueño vengativo del levantisco y orgulloso joven quedó cercenado junto a su cabeza, que también fue cortada, enviada a Roma y expuesta al pueblo en el Foro.

La entrada en Roma de Lucio Cornelio Sila fue todo un rito, un altísimo símbolo triunfal al que ahora definitivamente se tributaron honores casi divinos. Fueron dos días, 27 y 28 de enero del 81 A.C., en que se pudo reafirmar su propia soberanía porque todo su prestigio de general invicto fue coronado con un recibimiento inmenso. La ciudad pareció resurgir de las cenizas de aquel silencio aterrador en que la sumieran las dictatoriales prescripciones y matanzas llevadas a cabo por Cinna y Mario el Joven. Sila desfiló seguido por sus falanges victoriosas y por los proscritos por Mario. El pueblo de Roma, movilizado por la grandiosa satisfacción que les producía aquella especie de desquite contra los verdugos que habían ensangrentado sus calles y suburbios un par de años antes,  lanzó sus hosannas al que ahora reconocían como padre y salvador de la patria. En el Capitolio el glorioso general, arropado por la embriagada muchedumbre que esperaba fuera, celebró los sacrificios de ritual. Y como águila imperial que anunciara el retorno de la degrada grandeza de la urbe, se dirigió al Foro donde se valió de un discurso capaz de reverdecer la más hipócrita y solemne de las oratorias al proclamar la favorecida serie de triunfos y logros militares que le habían llevado definitivamente hasta allí, atribuyéndolos, no a los dioses, sino a la suerte. Y, apoyándose en la amplitud de aquella visión de un destino incontestable que había hecho posible tanta ventura bélica, exigió que se le reconociese el título de félix, cuyo significado no era únicamente feliz, sino que en tales instantes, tras su regreso victorioso, significaba lo que ya se había atribuido: una autoridad ungida, ahora sí, por los dioses, así como hombre besado por el más afortunado de los destinos y "salvador providente de Roma" La exultante multitud, los senadores supervivientes y el ejército se inclinó devotamente ante Lucio Cornelio Sila. Y por unanimidad se decidió afianzar al ahora llamado "hombre  de la Providencia", y erigírsele la primera estatua ecuestre, de bronce dorado, que se había visto en la urbe, donde siempre se había prohibido que personaje alguno, por muy sobresaliente que hubiesen sido sus actos patrióticos, fuese reproducido más que a pie.


Pero no hay que olvidar que la historia, por desgracia, nunca olvida la sangre, y como tiene también su fábula y su moraleja acaba siempre por mostrarnos que la naturaleza humana, una vez toca Poder, se deja corroer por las más putrefactas tendencias. Y Lucio Cornelio Sila, ¡qué tío!, tras tantos triunfos acabó por convencerse de que todo el monte [o las siete colinas de Roma] eran orégano. Y dispuesto ya a vivir del maná de sus victorias, se vacunó [metafóricamente hablando, porque las vacunas no se habían inventado todavía] de todas las vacunas que pudieran acarrearle de nuevo cualquier ruina. Así, pues, una vez en sus manos lo absoluto de sus poderes en la subyugada Roma, hizo acuñar nuevas monedas con su perfil, e instituyó, introduciéndolas en el calendario, como obligadas celebraciones a partir de entonces las "Fiestas de la victoria de Sila". "El culto a la personalidad" nació con él. Toda aquella parafernalia de ansiosa inmortalidad por su parte había ahora que saborearla como llamamientos por la gloria de la nueva Roma que en su conciencia y en sus sentimientos le proporcionaba la tan ansiada satisfacción de convertirse por fin en un vanidoso y no menos mezquino dictador. Y no dudó a partir de entonces en someter a la urbe, que con tanta vehemencia le había aclamado en su triunfador retorno, como habría tratado a cualquier otra ciudad conquistada. Y por medio de su ejército la sometió a la más feroz de las represiones. Sus primeros actos sanguinarios tuvieron como objetivo liquidar las cuentas pendientes con más de cuarenta senadores y casi dos mil nobles o pseudo aristócratas cuyas posturas pasadas habían tendido a prestar algún tipo de apoyo al fenecido Mario el Joven. Y aunque no pudieron llegar a probarse tales enjuiciamientos, todos fueron sumariamente condenados a muerte y ajusticiados. Sila promulgó además sabrosas recompensas de miles de sestercios a todos aquellos que entregasen, vivo o muerto, a un proscrito fugitivo.

Además de confiscar las propiedades de todos los condenados, cuenta Plutarco que "Roma se erigió de nuevo en una macabra fiesta de sangre y exaltación del horror. El Foro se adornó con miles de cabezas decapitadas. Maridos fueron degollados sin piedad en brazos de sus esposas, e hijos entre los de sus madres" Sila condenó indiscriminadamente a muchos de los supervivientes que trataron de contemporizar con sus actos y no se habían atrevido a tomar partido a favor de nadie. El dictador dio orden de que fueran suprimidos también a todos aquellos que poseyendo algo de dinero [porque ricos quedaban ya pocos] hubieran tratado de ocultar. Y así Roma se convirtió de pronto en un monumental cementerio como representante jubilosa del triunfo personal de Lucio Cornelio Sila que no cejó en continuar con su "moralizadora obra  de saneamiento social".

Se hallaba todavía en marcha la maquinaria de tan espantosas carnicerías cuando un orgulloso jovenzuelo, sobrino de Mario, por parte de la fallecida esposa del mismo, cuyo nombre era Cayo Julio César, fue llevado ante el tribunal, y una vez allí rehusó renegar de su tío. Sila se aprestó sin dilación a firmar su condena de muerte, pero algunos fieles amigos del joven Julio César mediaron frente al feroz y cruel dictador, demostrando, nunca se sabrá cómo, su inocencia [atribuible quizás a lo irreflexivo de su temprana edad]. Sila aceptó como válidos los razonamientos de los interlocutores que defendieron a César, también probablemente porque, en el endurecimiento de su nueva política, muchos empezaron a constatar que, en el fondo, no había gran diferencia con las que llevaron a cabo antes que él Cinna y Mario. Y como eran ya muchos los privilegios conseguidos, quizás era llegado el momento de poner fin a aquel período de exterminio. Cayo Julio César se libró de la muerte con una condena a confinamiento. Nunca sabremos si estas palabras palabras fueron pronunciadas de verdad, pero se dice que al firmar la sentencia, Sila murmuró: "Creo que cometo una estupidez, porque en este jovenzuelo hay muchos Marios" Pese a todo estampó su firma, aunque la procesión de aquellos futuros temores con respecto a la personalidad sobresaliente del chico a quien ahora libraba de la muerte le fuera por dentro.

No hubo resistencia colectiva ciudadana ante los desmanes que Sila llevara a cabo una vez instalado en el poder. Pero no ha habido jamás dictadura alguna en este mundo que no haya tenido que enfrentarse por lo menos a algún acto de insubordinación particular. La muerte es la auténtica fiesta de los dioses del absolutismo, y los más rudimentarios actos de su llamada "normalización" siempre han requerido someter a estrecha vigilancia hasta a los más allegados de dicha consumación. Sila, como cientos de dictadores antes y después de él, tuvo por tanto que enfrentarse, en una ceremonia pública, al primer acto de una inesperada insumisión por parte de uno de sus más fieles pero fanfarrones lugartenientes, Lucrecio Ofella, acostumbrado a escandalizar y a provocar discusiones antes de enfrentarse a cualquier empresa. El dictador sabía que el prestigio de Lucrecio entre las tropas era inmenso. En realidad había sido Ofella el auténtico conquistador de Preneste, y como ídolo de gran renombre empezaba a representar un serio peligro para él. Y, en el transcurso de la ceremonia, Sila ordenó a uno de sus guardias personales que lo cosiera a puñaladas allí mismo.

Durante dos años Sila mantuvo su gobierno autocrático, aunque suscitando cambios inesperados, pero necesarios tras aquella terrible guerra civil que lo había llevado al poder. Otorgó la ciudadanía romana a hispanos y galos, distribuyó tierras a miles de veteranos (especialmente en Cumas donde poseía una espléndida villa) que habían combatido en sus filas, restableció la antigua regla de los diez años de intervalo para todo aquel que deseara concurrir por segunda vez al consulado. Concedió nueva savia al Senado que debido a las sumarias ejecuciones perpetradas al detentar el poder absoluto había quedado prácticamente invisible. Pero esta vez lo compuso con trescientos miembros de la burguesía fieles a su política dictatorial, lo cual no dejaba de ser una restauración aristocrática, impensable antes de que se hiciera con el Gobierno. Y finalmente licenció a las tropas que le habían llevado de victoria en victoria, decretando que a partir de entonces ningún ejército podía ya emplazarse en Italia. Luego, aquel tirano de manos ensangrentadas con las que sojuzgara al pueblo, devolvió el poder a Senado y se retiró a su ya citada suntuosa villa de Cumas, subdivisión de Puteoli localizado en la región de Campania.

Cecilia Metela, la pródiga esposa que lo había encumbrado enfermó de una dolencia infecciosa poco después de que él se erigiera en máxima autoridad gubernamental y autocrática en Roma. Temeroso de que pudiera contagiarle, cuenta Plutarco, que la trasladó a otra casa y "allí la dejó abandonada a su suerte hasta que la enferma reventó como un perro sarnoso".

Ya viudo y rozando la sesentena, conoció a una joven de veinticinco años llamada Valeria Mesala,  hija del cónsul Marco Valerio Mesala Níger, que se sentó a su lado en una celebración circense de juegos gladiatorios. Era una muchacha hermosa y sin escrúpulos morales. Se cuenta que viendo un pelo en la toga del dictador, se lo quitó. Sila la miró con asombro dada su osadía, aunque encandilado por su hermosura. "No te preocupes, gran dictador -le dijo las casquivana jovenzuela-, también yo deseo participar, aunque sea por un pelo, de tu suerte" Fue breve su resistencia a dejarse atrapar en las redes sensuales que Valeria tejió para él. Se casó en seguida con ella pese a que sesenta años se consideraban en aquellos tiempos una edad demasiado avanzada para entregarse de nuevo a los pinitos pasionales. Los maliciosos, que en realidad le detestaban, esperaron en vano que los signos un tanto preteridos de aquel crápula, que en sus años mozos gozara revolcándose entre las prostitutas de la Suburra, acabaran definitivamente con él, una vez volviera a gozar de los placeres de Venus con aquella veinteañera que al parecer había influido decisivamente sobre sus propósitos de abdicación. Una vez depuesto el poder y las insignias de mando, en uno de sus últimos paseos por Roma con sus amigos, un atrevido transeúnte le injurió, y acabó por dirigirle un procaz ademán. Sila, curado ya de sus terribles reacciones vindicativas, se limitó a exclamar: "¡Pobre imbécil! Si supiera que con ademanes como ese saldrá perdiendo el pueblo, porque no habrá ya dictador en el mundo dispuesto a abandonar el poder".


En el crepúsculo de su existencia, retirado en su villa de Cumas, aún gozó más o menos por un par de años de los placeres carnales que le prodigaba la bella Valeria Mesala Y cazando y discurriendo de filosofía con los amigos, se dedicó también a escribir 22 libros de sus "Memorias", de las que hoy tan sólo se conservan algunos fragmentos. El dictador que se arrogó el título de "feliz", por esas ironías inmerecidas del destino, parece que lo fue en verdad. Su soberbia y falta de principios cívicos le hacían impermeable a cualquier remordimiento por sus actos del pasado. Se mantuvo lúcido e imperioso cuando dirimía cualquier controversia, y era tal su prepotencia que a uno de sus amigos, un tal Granio, que se le enfrentó desobedeciéndole a propósito de no se sabe qué nadería, le hizo acudir a su estancia privada con engaños y ordenó a sus siervos que lo estrangularan. El hervor dictatorial hervía todavía en su sangre. Aquejado por una úlcera maligna, aunque a tenor de lo que cuenta Plutarco se trataba más bien de un cáncer intestinal que le prodigaba tremendo dolores intermitentes [enfermedad que según el historiador, Sila siempre aseguró conocer de antemano dado que al parecer ya la padecía desde el inicio mismo de su cursus honorum, siendo perfectamente consciente de su gravedad], el dictador se enfrentó a la muerte, ocultando sus sufrimientos, que eran enormes, bajo sonrisas y palabras jocosas. "Con sus ojos celestes y fríos bajo la cabellera dorada, su pálido rostro semejaba ahora una baya de morera salpicada de harina", contaría más tarde Plutarco. Tras su muerte, acaecida en el año 78 A.C. cuando contaba tan sólo 61 años, un grupo de sus veteranos decidió cargar su cadáver desde Puteoli hasta el Campo de Marte en Roma, donde se construyó una gran pira fúnebre en la cual incineraron el cuerpo del despótico absolutista, dando a continuación sepultura a sus cenizas. Lucio Cornelio Sila redactó el mismo un irónico y desafiante epitafio: "Ningún amigo me ha hecho favores, ningún enemigo me ha inferido ofensa, que yo no haya devuelto con creces" Así describió para la posteridad con gran certeza la peculiaridad fiera y desapacible que debe estimular todos y cada uno de los actos de un dictador.



sábado, 8 de julio de 2017

La enfermiza y cansina "Sardana" del Nacionalismo "Catalónico"










Autor: Tassilon-Stavros



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LA ENFERMIZA 

 

Y CANSINA

 

"SARDANA" DEL 

 

NACIONALISMO 

 

"CATALÓNICO" 

 




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"Sardana": tipycal catalan dance
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La Escena Catalónica: "Malicia y celo de la ignorancia": "Su Nacionalismo y pequeña crónica grandilocuente sobre su estelada"


[Publicación de "El Institut Nova Història (INH), chiringuito subvencionado por el Pepet i la Maria (o sigui, vostè i jo) para "Construir una historia Nacionalista de Cataluña", es decir una historia inventadaSu propósito es cumplir el primero de los "Tres Mandamientos Nacionalistas": "Som collonuts, som el millors, som la caraba, som els més traballadors, els més guapos, llestos, inluents i imprescindibles del món". Per això necessitem un estat propi que els malvats explotadors i lladres espanyols ens neguen" -"Somos cojonudos, somos los mejores, somos la caraba, somos los más trabajadores, los más guapos, listos, influyentes e imprescindibles del mundo. Por eso necesitamos un estado propio que los malvados explotadores y ladrones españoles nos niegan"-]. Lo dirige Jordi Bilbeny, y sus estudios merecieron en marzo de 2012 las felicitaciones del molt honorable ex-president Jordi Pujol -"el lladre més lladre de tots"-, y padre del nacionalismo catalónico moderno: “Els vulll felicitar per la feina, la bona feina que fan, i els encoratjo a continuar en aquesta mateixa línia”.  

Y para restituir una dudosa pujanza a su hoy popular estelada y los atributos casi divinos y universales de su exacerbado nacionalismo, uno de los "gruppies" del INH, David Bassa, el fanático y jerárquico director de informativos de TV3, que comparte esa atmósfera favorable al florecimiento de los bulos con Bilbeny, anda soltando perlitas como estas:

Sobre l'origen de la bandera dels EUA
  
“Ahora que sabemos por mis investigaciones (…) que el nuevo continente (América) fue descubierto, conquistado, evangelizado y poblado por "catalans", y que los escudos y las banderas "catalónicas" aparecen en multitud de planisferios (¿…?), ahora es más fácil interpretarlo: la bandera de los EEUU sólo y únicamente tiene a la catalana como trasfondo (…) Lo que queda de manifiesto es que la bandera americana es un calco evidente de nuestra estelada nacionalista“.


¿La explicación del embustero Bassa?

"El cambio del fondo de oro por plata representará el paso de la Monarquía a la República que nosotros, els catalans conqueridors, -los catalanes conquistadores- queríamos fundar en América. Seguramente al embajador estadounidense James Costos le gustará que le comuniquen el descubrimiento (costosj@state.gov) y le participen su alegría en el Twitter de la embajada (@USembassyMadrid). "Literal, escolti, porque siempre se agradece saber la inestimable aportación del nacionalismo catalónico al país de uno."]

Francisco Gómez de Quevedo Villegas -Madrid 1580-Villanueva de los Infantes(Ciudad Real) 1645: «En tanto en Cataluña quedase un solo catalán, y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigos y guerra. Son los catalanes aborto monstruoso de la política. Libres con señor; por esto el Conde de Barcelona no es dignidad, sino vocábulo y voz desnuda. Tienen príncipe como el cuerpo alma para vivir y como éste alega contra la razón apetitos y vicios, aquéllos contra la razón de su señor alegan privilegios y fueros. Dicen que tienen Conde, como el que dice que tiene tantos años, teniéndole los años a él. El provecho que dan a sus reyes es el que da a los alquimistas su arte; promételes que harán del plomo oro, y con los gastos los obligan a que del oro hagan plomo».


Dada, pues, la polvareda levantada por sus nuevos y fanáticos potentados que sueñan con feudos y privilegios, que nada tienen que ver con una Transición Democrática que se basó en el principio de la igualdad, fraternidad y unidad del pueblo español, estos catalónicos se instalan de nuevo en un nacionalismo victimista a la espera de mayores posibles. Y con sus esteladas banderas coloristas, forman ahora, además de sus folklóricos corros, una tipycal cadena humana, muy saltimbanqui, muy revuelta y sobre todo, como ya se indicó, gonfalionere -que viene del alemán fahne, séase bandera, o muy reivindicativa y comprometida [ratifican ellos] con no sé que sentimientos de difícil trato, cuyos motivos no hay quien los entienda. Se dice también que lo hacen por mor de no sé que necesidad patriota-emocional, cosa que tampoco podemos explicarnos demasiado. Claro que eso no es culpa de nadie. Es que son así de ansiosos, como si no hubieran comido en su vida y estuviesen bajo los efectos del ardoroso sol mediterráneo dándoselas de colonia explotada por un imaginario autoritarismo gubernamental y centralista [engreídamente formulado, como suele suceder siempre, por quien más debería callarse: nada menos que el millonario futbolero, hoy felizmente afincado en el Qatar arábigo, don "Pepito Hucha", y a todos nos gustaría averiguar de qué coño puede él quejarse]  Y como suelen ser muy comineros [que en eso si que se parecen a los indígenas de hace quinientos años], siempre andan con caras frías y calculadoras porque no cesan de repetir que no se les afloja suficientemente la mosca Fiscal y porque una sociedad igualitaria con España se las trae al pairo.

A lo mejor lo que les pasa a estos nacionalistas [que hace doscientos años también gastaban patillas de bandoleros por sus "serraladas" -vulgo castellano: serranías-, o iban arreando burros como todo "payés" peninsular], es que, con su inagotable flojera de fuelle, aún sueñan con dar la "espantá" al mundo globalizado en el que todos andamos comprometidos para que no sigan naciendo nuevos Paraísos Fiscales, y para que la hornada social puede resultar así -¡y malo sería que no lo fuese!, aunque la corrupción siga campando por sus respetos en todas partes y el terrorismo islámico nos ande vapuleando la existencia con sus inacabables y sangrientos atentados-, algo más segura para los coleantes del planeta Tierra, y se creen, ¡vayan ustedes a saber!, como hicieron aquellos belicosos alemanes de 1940 que en cinco años dejaron Europa hecha unos zorros con sus chulerías y prepotencias oligárquicas, que se pueden comer el mundo por los pies, porque también son así de jactanciosos, arrogantes, no menos autárquicos y corruptos, y no quieren dejar a sus convecinos ni comerse un miserable "pa de pessic" o un, por otro lado -y aunque destroce las dentaduras- "carquinyol gerundense", siempre egocéntricos hasta la médula y acusicas con la cantinela de que son las Castillas Centristas las que les roban... "el no sé qué". 

Este sustrato étnico mediterráneo [hoy tan nacionalista- al que se apodó "Gotholandia" -por los Godos- o "Catallonha occitana", descendiente de tribus Íberas y Laeetanas, asimismo visitado durante aquellas lejanas centurias por griegos y cartagineses, y conquistados por romanos y visigodos -Ataúlfo y su romana cónyuge Gala Placidia se instalaron en Barcelona en el 415, enterraron allí a su único hijo aún en pañales, y en los bajos de su palacete -o sea en la cuadra, que así lo cuentan las crónicas- cayó también Ataúlfo asesinado por el traidor Sigerico-], fue en consecuencia -como asegurara el historiador Vicens Vives-  fruto de diversas levaduras, un núcleo de "homines undenque vinientes" ("hombres que venían de cualquier parte"). Más tarde  pasó a convertirse en taifa sarracena acaudillada por el esforzado príncipe mahometano Zeidún que trató de recabar el auxilio de la lejana Córdoba en su confrontación y derrota con el franco Ludovico Pío, heredero del imperio Carolingio. El piadoso Pío les concedió cierto lustre llamando a la provincia "Marca Hispánica", nacida de aquella cultura del mestizaje, y dejándola regentada por algunos Condes turistas. Y cuando también recaló por allí el flamante azote que traía a mal traer a gran parte de la cristianizada España de la Reconquista: el invicto Al-Mansur Bi-Lláh, "el victorioso de Alláh", Almanzor para mejor entendernos, quien, tras patear aquellos valles "collserolanos", empezando por Barcelona,  a punto estuvo de no dejar títere con cabeza, un tal Conde Borrell II, que jamás proclamó la independencia de la "Marca Hispánica" ni la constituyó por tanto en nación, únicamente pudo avenirse, a fin de salvar el gaznate, a cumplir con el negro siglo que le tocó vivir y someterse al vasallaje del Califato Omeya de Córdoba, regido por el hijo del gran Abderramán III, Alhaquem II. 

Pero con esta "Catallonha occitana" mediterráneo-separastista las precauciones que se tomen siempre son pocas. No logra refrenar sus ambiciones autárquicas [como ya lo intentara fallidamente en 1936], ahora apoyándose de nuevo en una parte del adoctrinado pueblo. Y en consecuencia su dichosa "sardana" está en lo de siempre, porque hay que bailarla como "el corro la patata"; y así, una vez agarrados en círculos concéntricos y cerrados, hacer concebir muchas sospechas "políticamente incorrectas" con respecto al resto del vecindario peninsular y su Gobierno, esa "Espanya que ens roba", especulación esta que el patiparrulo inflagaitas saguntino López Tena se sacara de su gárrula manga, y con el cual han formado el flamante tapiz de la geografía de una nueva e idílica patria, bien catequizados por su "molt honorable burguesía" ¡"Lo que puede la consuetudinaria "pela" o los "calés"!, que así es como apodan al "money money" estos interesados, oportunistas e insaciables catalónicos separatistas. Y sea por ello o por cualquier otra paparrucha por el estilo como la del majadero y ¡valenciano! López Tena, estos bailaores nacionalistas, en señal de sensiblona afrenta porque a su extinto president Mas-Mas-Mas, se le negara un Pacto Fiscal en plena crisis económica como la que estaba sufriendo toda Europa, siguen creyéndose dueños de anisar la existencia patriotera sin tener que dar cuentas a nadie, y con sus voluntades de pardillos amaestrados imaginan poder llegar a generar un situación política y social absolutamente nueva, donde las incógnitas más nefastas que les puede deparar el futuro se consideren tan sólo como pura fantasía. ¡Lo estulta que puede llegar a ser la inconsciencia nacionalista! No se les mete en la cabeza [como suscribió un gran pensador] que las agregaciones y segregaciones han obedecido siempre a muy bien estudiadas leyes que no son tan fáciles de saltárselas a la torera. Leyes que son algo así como la circulación de la sangre, y que si no les damos buen uso, aunque se sueñe con odiseicos cantos de sirenas [hoy llamados, ¡psch!, peut-être? ¿desfibriladores de la decepción?] nos vamos directos al síncope, que no se para sino con la muerte.

El separatismo catalónico, hoy, vuelve a calar como es de cajón entre los contribuyentes del montón [que para colmo de males, somos millones en todas las latitudes del globo terráqueo y nos tenemos que jorobar], que se creen que todavía funciona porque se reúnen en grupos berreantes, callejean para arriba y para abajo con el coco comido por sus ANCs y sus Omniums -administradas, primero por dos iracundas furias medio robesperrianas, “Forcadellia” una, y gabacha “Casaliana” la otra (R.I.P.), y hoy dirigidos por algunos listillos de tipo "hitleriano Sanchista" que va soltando frasecitas en reclamo provocativo de la violencia y del enfrentamieto: "Jordi Sánchez, director actual de ANC: "Si el Estado Español no hace un uso desproporcionado de la fuerza, habrá referéndum"-, que les siguen actualizando cierta revolución proletaria independentista (después de haber convocado unas elecciones plebiscitarias y haberlas perdido por clara minoría] con el sueño de las huríes del paraíso en plan mejora laboral-económica, y les pone también en órbita echándoles discursos político-patrioteros que habrá de calibrarles, crematísticamente se entiende, la ensoñación de un nuevo Estado donde, por poner un ejemplo, ni dios se va a enterar de lo que significa el impuesto sobre la renta. Y es que el nacionalismo actúa sobre los grupos humanos más besugos como una relación más placentera, entrañable y sobre todo sentimental con el medio en que viven, adornan su paisaje de sueños, y otean sus nuevos horizontes como un oprimido "Apartheid" en espera de un Mandela [en este caso su "Puig-de-moni President" –que, aparte de darnos las tabarra con su referéndum 1-O, se dedica ahora a adoctrinar personalmente a criaturas inocentes en los colegios catalanes con el grito: “¡Independencia, Independencia!” “¡Odio a los autoritarios y  opresores españoles, y a lo que también este jactancioso presidentillo de la Generalitat llama cloacas Gubernamentales de España!”-convenientemente aireado al mismo tiempo por las independentistas neurastenias de las obsesivas ventosidades "Junquerosas-esquerra-republicanos" y "los desaforados tribalismos de las Gabrielas-CUPeras"] a que la liberte y dignifique, ¡cualquiera sabe de qué! [algunos zotes aseguran que de ese trasnochado y victimista colonialismo en el que tanto insisten hallarse, siendo como es la Comunidad Autónoma que posee más prerrogativas del Estado Español]. Y es que como todos los nacionalistas que en el mundo han sido, siguen careciendo de información precisa de que, hoy en día, no es de recibo aplicarles arrebatos de indignación o rabietas antidemocráticas [casi siempre por culpa del dinero y de las corruptelas] a cualquiera de esos mundos distintos en los que vivimos, pero capaces al mismo tiempo de respetar esa diversidad cultural con la que también es posible convivir pacíficamente. Es más aconsejable que no volvamos a los corrales del nacionalismo exacerbado. Ya hemos sufrido demasiadas pestes porcinas que han alimentado tanta propensión a las flatulencias de prepotentes idiosincrasias. Y como dijo un sabio griego "Hagamos de nuestras conciencias objeto de  razonamientos civilizados y fraternales, y no maneras de razonar que falseen por medio del odio y del adoctrinamiento insultante y vengativo la solidez del Estado de Derecho que puedan llegar a convertir la Democracia que hoy nos dignifica en un funeral de tercera".

Y así los nacionalismos, con sus misteriosos detalles emocionales, rancios e íntimos, que pudren y apolillan los corazones con ciertos rebrotes de odio hacia sus conciudadanos peninsulares, pese a que una vez fueron fraternales y solidarios, vuelven a alimentarse y a mascar pasados "muy pasados" de tragedia, y se rigen por una ley desesperada, como la de Lavoisier con su universo en el que nada se crea ni se destruye, sino que no hace más que transformarse [o rebrotar por la que ellos estiman "insolidaria desconsideración" por parte del Estado Español al regateárseles, como es de cajón, un nuevo privilegio como sería el ya indicado Pacto Fiscal, -como si tuvieran poco con las prerrogativas que ya tienen- "y si no nos lo dais, ¡os vais a enterar de lo que es una buena butifarrada nacionalista-independentista- como así la organizó el insaciable expresident del famoso escamoteo del 3% con que estuvo subvencionando a su finada CIU, hoy rebautizada por PDEcat, Mr. Artur Mas, i Mas, i Mas!]. Y empiezan otra  vez con sus "diadas" de manifiestos implacables para uso de suicidas rebuznos frente a la ley que una vez juraron respetar, y exhiben y votan un absurdo proceso participativo en sus urnas de cartón "perquè nosaltres som una nació, com diu la nostra mentidera oficial "Rac-hola", oprimida por una altra nació [que és més antiga que la tarara], i tenim dret a decidir el que ens doni la gana, perquè som més demòcrates i tan xulos com un xoni "Rufián" bocanegra y un "Ogre-Ta-rd-á menja cocos", dos grollers i obtusos, i als de la tarara que els bombin"]. 

Y es que si siguen haciendo caso [sus dirigentes, claro está, porque la plebe berreadora no tiene ni idea de lo que berrea] a Lovoisier, que fue un indagador temerario, cerril y sin conciencia, y al que no le dio la gana de darle un portazo a sus famosos reajustes, mutaciones, alteraciones o como demonios se les quiera llamar, estos nacionalistas, como lo fueron ya otros en el pasado, acabarán por enterarse de una vez  de que los cambios o conversiones de ciertos despojos históricos-patrioteros son tan amargos como destructivos, dado que todavía hoy, pese a que todos creemos andar de listillos por este mundo tan tecnológico y necesariamente globalizado [a fin de no empezar a repartirnos hostias bélicas otra vez], están escritos en una escritura imprecisa que nadie sabe leer. A pesar de todo, con la jumera que han enganchado los separatistas, estos detalles les importa un bledo. Y ciertas corruptelas de sus líderes y parientes "molt honorables" no les da flato porque más bien les suena a japonés.Y nos siguen soltando aquello de "Escolti, i que cony és aixó la UDEF?" Es lástima porque así estos regionalistas catalónicos, que buscan sus parches y remedios en su ambulatoria independencia, siguen sin enterarse de quienes son sus verdaderos parientes ladrones.

Monotema del Nacionalismo catalónico

Volvemos, pues, a ser espectadores de ese reverenciada retranca totalitaria-populista [traidora a una Transición que nos arrancó de la dictadura Franquista, soportada durante cuarenta nefastos años, tras una terrorífica Guerra Civil, y a la Constitución que en el 78 nos dimos y que nos abrió las puertas a una Democracia y a un Estado de Derecho que nos ennobleció como pueblo y que nos abrió nuevos horizontes de libertad, reconociendo la legalidad de todos los partidos políticos], porque estos separatistas vuelven a levantar la liebre de la ruptura y de la segregación territorial de España, la nación más antigua de Europa, con su "octaviano monotema" de un "Procés" y su "dret a decidir"...en un referéndum ilegal y unilateral con que se meten de nuevo en la juerga de su independentismo -apoyados por sus radicales y antisistemas "CUPeros", solazándose prepotentemente entre ensoñaciones papanatas, y como los antiguos paganos romanos, glorificando los mandatos de sus nuevos senadores "molt honorables" [¡i visca el cava català i tots (bo, mes aviat un trenta per cent catalónico) a gaudir de la jumera amb la bandereta estelada y las tramas corruptas de los desfalcos del Palau de la Música perpetrados por Fèlix Millet i Tusell y Jordi Montull, y la mafia Pujol y sus  robos al por mayor ocultos en Andorra y cuanto paraíso fiscal pueda uno imaginarse] porque el "Procés" se ha hecho para rendir culto a Jano -inventor del dinero- a Baco, y a lo mejor hasta Cupido dada la reverenciable "Sardana" o "corro la patata" con que distraerles las circunvoluciones cerebrales a estos nuevos meritorios catalónicos del independentismo, que, además, se quieren pasar por el arco de triunfo una Constitución que nos ha deparado 40 años de paz en esta Península, y que [¡habría que que recordárselo constantemente!], fue refrendada por más del 90% de estos, hoy, falsarios y  felones "catalans".

Y ya para acabar, no estaría de más refrescar la memoria a tanto interino fantaseador de la historia catalónica [con cuyas sartas de mentiras andan adoctrinando a sus inocentes escolares], del tipo novelístico  "Rac-holano", con verdades como puños y oportunamente ejemplarizadores: 

-Borrell II, 927-992, Conde de Barcelona, Gerona, Osona y Urgel, hijo de Suniario, que tomo el hábito monacal en 947, y de la francesa infanta Riquilda de Toulouse, no tuvo más prioridad que la de mantener relaciones amistosas con el Papado y con Alhaquem II de Córdoba. Y los Condes que le sucedieron no tuvieron reparo alguno en casar a sus descendencias con la aristocracia y la realeza de Castilla. 

-La Generalitat no fue más que una institución provisional que les otorgó la Corona Aragonesa en las Cortes de Monzón en 1289. Fue así concebida como órgano regulador en la recaudación de impuestos. La constitución política de la Generalitat catalana fue obra del primer Trastámara,  castellano hasta el tuétano, que ocupó la corona de Aragón: Fernando I, nacido en Medina del Campo en 1380 y fallecido en Igualada en 1416. 

-Para volver a nivelar esos humores prepotentes de su exacerbado nacionalismo, algunos de sus historiadores se empeñan en asegurar que sólo gracias a los catalanes (¿cuantos? ¡ni idea!) se pudo llevar a buen fin y con éxito la conquista de América. Y otros nacionalistas lanzan a los cuatro vientos su queja porque España no les dejó participar en dicha odisea. Lo único cierto es que el llamado "Tercio de Miñones", un pequeño batallón de voluntarios catalanes que también participaron en el descubrimiento de California, estuvo presente en la defensa de Buenos Aires de la invasión inglesa 


-La primera sublevación de Cataluña tuvo su raíz en la hoja de reformas con la que el Conde-duque de Olivares buscaba repartir los esfuerzos y exigencias de mantener un sistema imperial entre los territorios que conformaban la Monarquía hispánica. Hasta entonces, Castilla había cargado de forma desproporcionada con los compromisos en Europa de la dinastía Habsburgo, y a esas alturas una profunda crisis demográfica azotaba las tierras castellanas. Las Reformas fueron recibidas en Cataluña con gran hostilidad. Así, en mayo de 1640 se produjo un alzamiento generalizado de la población del "principado de Cataluña" contra la movilización de los tercios del ejército real. Esta tensa situación desembocó el 7 de junio de 1640 en el conocido como día del «Corpus de Sangre», cuando un pequeño incidente en la calle Ample de Barcelona entre un grupo de segadores precipitó una revuelta. El cardenal francés Richelieu no desperdició la oportunidad de debilitar a la corona española, y apoyó militarmente a los sublevados. Cuando las tropas de Felipe IV dieron la vuelta a la situación y estalló otra revuelta popular –en este caso, en apoyo a la corona hispánica–, los gobernantes rebeldes forzaron una alianza con Francia. No obstante, ese mismo año, 1641, anunciaron que el nuevo conde de Barcelona sería Luis XIII de Borbón, rememorando así el antiguo vasallaje de los condados catalanes o "Marca Hispánica" con el Imperio Carolingio.


-Luis XIII nombró un virrey francés y llenó la administración catalana de conocidos pro-franceses. Pronto, la población de Cataluña se dio cuenta de su error. El pulso al Conde-duque de Olivares había desembocado en una guerra  cuyos gastos militares estaban financiando ellos, justo la razón por la que iniciaron la revuelta. Durante casi una década, la región de Cataluña permaneció bajo control francés hasta que el final de la "Guerra de los Treinta años", y el enfriamiento del choque hispano francés, permitió a Felipe IV recuperar el territorio perdido. Conocedor del descontento de la población catalana por la ocupación francesa, un ejército dirigido por Juan José de Austria rindió Barcelona en 1651. En el contexto de una guerra que costó miles de muertos, la enemistad entre castellanos y catalanes era compartida. En 1640, un diplomático italiano informó que Barcelona se había convertido en una "ciudad sediciosa, rebelde y violenta". El odio flotó en ambas direcciones, sin que al final del conflicto quedaran grandes cuentas pendientes. En 1653, cuando los campesinos de la Cerdaña organizaron una incursión militar para reconquistar el valle que Francia se había negado a devolver al final de la guerra, su grito principal fue «¡Visca Espanya!» en apoyo a su relación con España.

Defensa de Gerona 


-Más de 100.000 gerundenses murieron defendiendo la Independecia de España durante el asedio de Gerona por los franceses. Comandados por el Capitán General de Cataluña Mariano Álvarez de Castro -1749 y fallecido en el castillo de Figueras el 22 de enero de 1810-, ante el inminente cerco de que la ciudad fue objeto por las tropas francesas del general Saint-Cyr compuestas por 18.000 hombres, Álvarez de Castro resistió el ataque con 5600 soldados, más la población civil, durante siete meses, no queriendo tratos con los enemigos de España, al grito de: "Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitular o de rendirse". Gerona conserva un monumento a sus defensores contra la invasión francesa conocido como "El lleó" ("El león").


-Gran cantidad de memorándums acuñados en los archivos de Barcelona recogen que en 1492 tuvieron lugar en esta ciudad ¡española! "las celebraciones más grandes jamás vistas", una vez se llevó a término la toma de Granada por los Reyes Católicos. Miles de estos hijos de la antigua "Marca Hispánica", que pasó a la Corona de Aragón, intervinieron también en la victoria que, comandada por Don Juan de Austria, detuvieron la sublevación de las Alpujarras y en el triunfo que supuso la batalla de Lepanto. Juan de Austria los consideró como "los súbditos más leales del Rey Felipe II de España". Durante la Guerra de Melilla en 1893, en la que participaron  muchos voluntarios catalanes, hubo en Catalonia decimonónica un auténtico fervor españolista. Eduard Marquina i Angulo compuso para Alfonso XIII varias letras para el himno de España. José Millán Astray, fundador de la Legión Española en 1920 contó en sus filas con más de 200 legionarios voluntarios provenientes de Barcelona.

-Exceptuando la Dictadura Franquista, la lengua catalana [al igual que el resto de idiomas de la Península Ibérica] jamás fue oprimida por el Gobierno Español. La mayoría de las disposiciones legales contra el idioma catalán fueron impuestas por miembros de la Masonería, quienes tomaron como opción más modernizadora la lengua castellana a imagen del francés que había extirpado de sus raíces galas la mayor parte de las lenguas o dialectos que se hablaban en Francia. Entre estos componentes de la Masonería se hallaban, entre otros muchos, el conde de Aranda y el de Floridablanca, Manuel Godoy, Mendizábal, Romanones, Sagasta y O'Donell.

-El diputado de ERC (durante la Segunda República Española) Joan Puig y Ferreter, nacido en el Baix Camp en 1882, definió al fanático ideólogo catalanista Lluís Companys i Jover 1882-1940 [golpista que proclamó el "Estado Catalán" dentro de la Legal República Federal Española] como "Un home voluble, capritxós, insegur, fluctuant, sensa cap pensament polític, intrigant i sobornador, amb petits egoismes de vanitós, i al que no detenia cap escrúpul per ascendir" ("Un hombre voluble, caprichoso, inseguro, fluctuante, sin ningún pensamiento político, intrigante y sobornador, con pequeños egoísmos de vanidoso y al que no detenía el menor escrúpulo para ascender") Otro diputado de ERC, el doctor Joan Solé i Pla lo describió así: "Es un malalt mental, un anormal, excitable i amb depressions cícliques; té fòbias tant d'enveja com de  grandesa violenta" ("Es un enfermo mental, un anormal excitable y con depresiones cíclicas; tiene fobias tanto de envidia como de grandeza violenta")

-Los rebeldes de la Catalonia independentista han convertido en ídolo a Luis Companys. Un ídolo con pies de barro ciertamente, ensangrentados por los crueles asesinatos y torturas al clero, religiosas y seglares católicos. En total una monstruosa matanza de 8.500 catalanes sin sumar los que aún no están contabilizados en la Causa general. Bajo su gobierno además de crímenes y torturas se cometieron profanaciones y sacrilegios que claman al cielo y una ingente destrucción de patrimonio artístico, cultural etc. D. Javier Barraycoa, sociólogo y politólogo, ha tenido la intrepidez de denunciar estos sangrantes hechos en un libro “LOS (DES) CONTROLADOS DE COMPANYS”. La obra muestra magistralmente, con objetividad y realismo, la cruel verdad de la Historia y el atroz genocidio de católicos en Cataluña durante la Cruzada Nacional de Luis Companys.

-En el primer número de la revista "Alerta", lanzada en febrero de 1984 y hoy desaparecida, que se creó como órgano del grupo terrorista Terra Lliure (Tierra Libre), se aclaraba que la Independencia no era un fin en sí misma. Tan sólo se la podría llegar a considerar para construir un estado plenamente socialista. Este hito de ansias socialistas se convirtió en un fin populista y radical, tras la caída del muro de Berlín.

-"LA SOBERANÍA NACIONAL Y EL DERECHO A DECIDIR RESIDE EN LA TOTALIDAD DEL PUEBLO ESPAÑOL"


-"LA ESPERPÉNTICA TEATRALIZACIÓN DE LA "LEY POR EL REFERÉNDUM CATALÓNICO EL 1 O" ES ARBITRARIA, FRAUDULENTA, ANTICONSTITUCIONAL Y ANTIDEMOCRÁTICA"

-"EL CONSTITUCIONAL ANULA LA PARTIDA PARA EL REFERÉNDUM ILEGAL DEL PRESUPUESTO CATALÁN"