viernes, 30 de octubre de 2015

¡¡¡El desvarío Halloween!!!






Autor: Tassilon-Stavros

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¡¡¡¡EL DESVARÍO HALLOWEEN!!! 



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"... El día era bastante gris, pero la luz de la tarde todavía era suficiente para permitirme, al cruzar el umbral, ser consciente de la presencia de una persona al otro lado de la ventana y que miraba directamente al interior. Bastó un paso dentro de la habitación; mi visión fue instantánea, todo estaba allí. La persona que miraba directamente dentro era la persona que ya se me había aparecido una vez... Cuando lo vi, hizo que contuviera el aliento y sintiera una profunda frialdad. Era el mismo... Tenía su rostro cerca del cristal. Sólo permaneció unos pocos segundos, los suficientes para convencerme de que él también me veía y me reconocía; pero fue como si lo hubiera estado mirando durante años y lo hubiera conocido siempre... Y en aquel instante, recibí la impresión añadida de la certeza de que no era por mí por quien había venido hasta allí. Lo había hecho por alguna otra persona. Salí de inmediato por la puerta, alcancé la de la casa, y cruzando la terraza tan rápido como pude, giré la esquina y llegué a plena vista del lugar. Pero no había nada que ver allí..., mi visitante se había desvanecido"...


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... Admitamos, pues, una sustancia capaz de promediar entre el mundo conocido, real, y los seres que lo habitamos. Unos mundos superiores después de la muerte. Un fulgor, una transmisión fantasmal que se revela a través de espacios luminosos, poblados de esos espíritus que las criaturas humanas magnetizadas aseguran poder llegar a ver. Y para consentir la existencia de esa virtud tenebrosa, será también necesario aceptar la anuencia de los demonios, y mostrarse como víctimas propiciatorias de esos supuestos aparecidos que ya quebraron el hilo sutil de la vida. Recorramos las huellas que nos arrastran hasta el terror; aquéllas que jamás envejecen, porque el terror posee un tránsito de mucho tiempo, atrapado por un eterno toque helado. El terror fue y sigue siendo por tanto una visita tan inesperada y rápida que, aunque mane de lo remoto y desconocido, siempre acontece como una verdad palpable. Es una vieja calavera para la que no pasan los siglos. Y aunque entre ella y nosotros medie un silencio, una distancia y una soledad, de su mirada fría siempre brota un lamento que acaba por convertirse en una emoción de pena y de miedo. Si observamos la huera profundidad de sus órbitas, veremos que en ellas humea un incienso: el incienso de nuestra curiosidad. Una exaltación que siempre va en aumento. ¿Descansarán esos ojos perdidos en la aparición de un muerto? En otros cánticos y en otras lejanías las voces del tiempo siempre han asegurado que los ejemplos de aparecidos son innumerables, y que el temor a creer en ello es el que conjura y ordena su llamamiento... Cortinas que ondean lentamente al impulso de una brisa que se cuela por un cristal roto, cirios que balancean sombras, roce ligero de una respiración, cercanía de un ser impalpable, un último perfume ácido, una mirada desde una vidriera, y por fin una sensación precisa de posesión... ¿Todo apariencia? ¡Qué puede importar! De lo que se trata es de producirla...