jueves, 30 de abril de 2015

Soneto a la luna llena





Autor: Tassilon-Stavros






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SONETO A LA LUNA LLENA



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Vejez de brillos mi luna no tiene.
Cúpula de relumbre en los zarzales.
Lirio y marfiles entre los rosales.
Luz suntuosa la que de ti nos viene.

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Diosa del jardín que mi calle vela.
Rito y nácar brillando en mi ventana.
Dulce sayal perdido en la mañana.
Celeste ninfa que el sueño desvela.

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Tras esa fronda sin sol tu aura llega.
Brillante emoción virtual de tu imagen.
Faz de ondina tu belleza nos lega.

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Si Selene demandara prodigios.
Sería tu fulgor mi llama elegida.
¡Oh armonía de tan ansiados designios!

miércoles, 29 de abril de 2015

Soneto que a la amistad no fía







Autor: Tassilon-Stavros 






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SONETO QUE A LA AMISTAD NO FÍA



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Sustancia de un celo que perdió aroma.
Álbum elocuente que arrancó su afecto.
Familia agotada en triste concierto.
Hiel tóxica que en su palabra asoma.

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Su ingenio intrigante urde el desaliento.
Para el medro crea ritual de vileza.
Que al amigo llaga con su aspereza.
Ya espinoso disfraz del sentimiento.

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Dulzor perdido de sus evocaciones.
Fidelidad tuvo cual flor de un reino.
Hollada amistad por bobas impresiones.

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Que a tu credo vuele un gris proceloso.
Y el remordimiento cruce tus prados
Compañera invocación yerta en foso. .

martes, 21 de abril de 2015

Espejo de Afrodita








Autor: Tassilon-Stavros






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 ESPEJO DE AFRODITA


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Afrodita, voz del sistro, suavidad que un cántico tañe.
Remanso gentílico, arrullo de palmas en la brisa de la tarde.
Sueño sin trastorno, plácido y gracioso bajo los árboles.
Aljibe azulado donde se llegan las palomas a bañarse.

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Afrodita, rumor de siesta, convite de labios tras el lino de tu velo.
Faz y rito sobre un fondo de tentación, mirto florido posado en el azul.
Solaz en lecho de sedas, flor de loto renacido en tu cuerpo desnudo.
Mosaico en un espejo, estela de túnica que aletea en el sendero.

*

Afrodita, himno de la noche en templos olvidados, lumbre de luna en umbrales sagrados.
Desgranada tonalidad en el reposo del agua, bronce pulido en el estanque.
Asombradiza diosa en estancia de nácar, destello cristalino entre luz ondulante. 
Fervor helénico en recinto de santuario, ave dormida en el ensueño de los siglos.
 

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Afrodita, jugo amargo de la copa de Hefesto, de Adonis sollozo recóndito de ansiedad.
Plegaria resignada que alentara los sentidos, sirena de las salas santas del mar.
Trémula estela del amor que hiere, cobijada entre oleajes y nacida para el fuego terrenal.
Invocación sentitiva de los hombres dioses, por Zeus alumbrada conciencia de divinidad.
 






martes, 14 de abril de 2015

Córdoba





 




Autor: Tassilon-Stavros



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CÓRDOBA



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¡Ábreme sitio,... angostura transparente, calle clara, mensajera de las azoteas, donde el tiempo resbala en un coloquio enguirnaldado, y tu río participa del clamor de los caminos! Sendas que fraguan danzas pastorales sobre sus verdes suelos... !Oro de la Medina, blancor de Andrómeda desnuda, almena de sol y color del trigo! Relámpago de mil vestiduras donde las aves se arrullan entre la música del naranjo y se envuelven complacidas en el tapiz de sus nidos!



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¡Ábreme sitio,... cortinaje de gemas, jaspe que centellea en tu fortaleza de tesoros, azahar que nos inunda con su perfume tibio! Grato y magnífico gigante de arcos recios. Ciudadela de lámparas que aún proclama su tributo de evocaciones, articulado por la tupida frescura de sus ropajes orientales. Rompiente de torres sobre tus ribereños y verdosos fangales. Paisajes que granan buscando la vieja ruta de los acueductos. Túnica de mezquita consagrada, cuya disciplina eurítmica rindiera a maestros en el misterio de nuevos goces, y en la anchura doctrinaria que exaltara la devoción poética de los cultos.

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¡Ábreme sitio,... renovado capricho aromático, imperial nombre de sagrada Virgen del Oriente! Súbdita de la noche, tan poderosa para la tentación, que tras las rejas del secreto aún nos atrapa con sus curvas enjoyadas. Wādī de vestiduras blancas, pilastras de estucos y esmaltes, por el sol de los patios avivadas. Suprema púrpura de los arcos agarenos, fuente del rito, tejido tapiz de todos los cánticos...¡Córdoba, filamento de mil raíces, que, perdiéndose en la ceremonia de su origen, frente al cetro árabe guardara su nombre como diadema y atavío del  mosaico cautivo! ¡Córdoba de los bronces de Iberia, de la pompa ferial de los zocos y del obrador arrabal! Ave del mandamiento caravanero, y guardiana del reputado libro sapiencial.

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Manto azul del Profeta, patio cincelado con los ecos de la Hégira. Si yo me valiera del griego para hablar en el idioma de tus tiempos, policromo artesón de sabiduría donde se acomodan todos los acentos, serías mi oriental ciudad helenizada y yo tu hado de las noches... ¡Y tú, reina de este mundo, no preguntarías mi nombre o mi patria, porque te alzarías como rendida criatura, paloma de Athenea, más hermosa que Afrodita, cuya belleza naciera entre las refulgentes huellas de mis dioses!

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Diana de la floresta que así me arranca de mi Egeo del canto, de mi Nilo de papiros y de mi Romana loba de bronce, ¿quién eres?... ¡Contadme de Córdoba, la que yo nunca vi!... Y fue apareciendo:  ¡Rayab! ¡Sha’abán! ¡Ramadán!... recogiendo olores de su Guadalquivir, ribera trenzada de luces entre el balar alegre de los rebaños, y donde abrevaran las camellas de ubres tiernas junto a sus pastores del Islam... ¿Sería, pues, una diosa? ¿Una imploración de Alláh?...

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¡Contadme de Córdoba, la que yo nunca vi!... Voluptuosa visión venerada, entre los aduares de las caravanas. Isla dichosa frente al reposo de sus damascos marmóreos, y donde las llamaradas del cielo, sobre el misterio de la tierra, se abraza a los arrayanes, los granados, los laureles y el jazmín...

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¡Contadme de Córdoba, la que yo nunca vi!... ¿Sería una luna que siendo moza se recostara sobre el Guadalquivir? ¿Un salterio tañido por el viento cuya trova, con rumor de norias, cayera inmaculada sobre algún patio y su jardín?... ¡Y así seguiré pasando por las rutas de mis peregrinaciones, oración de exquisita mesura, águila de la promesa, templo consagrado de mi existir!... ¡Pero seguid contándome,.... contándome de Córdoba, la que yo nunca vi!...
 
 
 
 
 
 
 

 

viernes, 3 de abril de 2015

Ataduras









Autor: Tassilon-Stavros







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ATADURAS



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Cuando pierdo mi refugio del pasado a costa del presente, y las horas, a mi espalda, pasan como gaviotas deslumbrantes sobre el descuido desnudo de mis encendidas apariciones, aquellas que guardan su tono de serenidad deliciosamente dormidas entre los años, hago del silencio, sereno y nostálgico, mi despedida más elocuente. ¿Es error mi fantasía? ¿O una mano de vidente que escribe con la torpe letra de un ciego? 

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Rompecabezas melancólico es la base de mi mundo. Pero mi felicidad y mi inocencia nunca se rompen, porque del contacto sensitivo de la naturaleza guardo sus aromas y rarezas. Son mis naves corsarias que siempre navegarán a través del tumulto procesional de mi voluntad, y seguirán transportando, entre respiraciones mojadas y calientes, y como promesas para otros días,  los remedios que mitiguen el dolor de mi ansiedad.

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Ingenuo poeta que, penetrado de las armonías glorificadoras del mundo, todavía ansía perderse en una sencillez de infancia para que nunca le arrebaten su paisaje. Y por ello, antojo de siervo es mi verdad. Y celebro la resonancia íntima y pausada de mis emociones; y tiento la última tierra roja, callada y brillante, cuando, entre sueños, en ella llamea la descarnada sierra de mi isla, cuyos montículos descienden en peldaños verdeantes hacia el mar, poco antes por el ocaso magnificado.

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Noches de blanda evocación que acogen mi voz balbuciente. Líricas presencias de imágenes literarias. Pupila herida que todo lo escudriña: montículos y llanuras, barrancos y rinconadas. Paisaje exaltado que acoge mi respiración vibrante. Y encerrado en él, preciso y fugitivo, mientras la luna se acuesta sobre las aguas, se palpa el diagnóstico concluyente del aventurero que muere gozoso frente a sus laderas envidiadas.


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Salgo de noche a observar estrellas, ...sueño siempre, y dejo de sentirme. Quisiera así marchar sin extraviarme en la nada. Pero antes oiría el mundo mis gritos de discípulo afligido, y el terremoto de mis llantos revolcándose en la contrición de mi último latido. Y que quede mi alboroto entre las anchas noches olorosas de heno, y en la miel del paisaje idílico. Alabada sea, pues, mi complacencia que nada sabe de vanagloria. Y seguiré siendo el forastero que se pasea entre viñas verdes, púrpuras, amarillas, con racimos violeta y sarmientos negros.  

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Encarnado me hallo en mi rincón isleño como en un friso cerámico. Es otro misterio. Mas fue tal la belleza de todo cuanto me rodeó que allí proclamé mi fidelidad y mi sosiego. Y no negaré que siento una hoguera en el pecho a la que quisiera que todos se acercaran a calentarse, pues guardo en él mi añorada asiduidad peregrina, mis poéticos impulsos del júbilo, y la exaltada magnificencia de mi pobre imperio donde habrán de morir mis secretos envejecidos.