miércoles, 23 de enero de 2013

Anfítrite






Autor: Tassilon-Stavros







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ANFÍTRITE



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Yo te busqué en la soledad más extrema, cuando tu nombre se confundía en mi entendimiento. Eras una imagen que pugnaba por estallar en mí. Pero mis llamadas se alejaban y morían, porque tu dorada piel, que jamás se asomó al mundo, mantuvo su fuego oculto, como el veneno de la insania o el vestigio dominante de un violento estremecimiento. Viento loco de los sueños que arrastraron mi nave hacia los jardines de tus siglos donde quedó presa de deseos y desatinos mi juvenil delectación... Nereida que nunca poseyó sangre, carne o forma. Y cuando murieron mis dioses, seguí con mis delirios viajeros, postrándome ante tu gran playa de oro, como amante predestinado a una promesa de tentación. Seda del silencio fueron tus pasos sobre la arena, en las largas noches de mis gritos. Obra de brujería el traidor aroma presentido de tu desaparición.


¿Por qué tramó engaños tu linaje de sirena, y hallé en el gozo de amarte desmesuras dañinas, si nunca llegó tu imagen entre aquel cortejo de esclavas que fueron tus aguas vivas?

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Yo te busqué, hija de los magos que sirven a tu culto, como a imagen del aire que se cobijó bajo mis noches rotas, entre los pasos exhaustos de mis rutas, y atrapado siempre por el viento de los amaneceres. Esencia solitaria de mis madrugadas, cuando el filo amargo de mis ojos tan sólo recibía horizontes, y el eco desdeñoso de mil lenguas humillaban al perdido caminante, ávido de placeres... Fría estrella de los mares, que entre olas de luna me fustigaste con tu inalcanzable infinitud. Vivo como carne desnuda en su último cautiverio, y para ti más lenguaje no tuve que la antífona de mi apasionado salmo, la noche de mi inocencia, y el remanso ocioso de mi juventud. Aquí permanezco, frente al oleaje remoto de mis sueños, y entre el desorden enardecido de mi pasión. Medusa y loto de los linajes helénicos, viajera con túnica de escamas, náyade velada entre la oscura estirpe de Poseidón,

¿Por qué alimentó espinas tu rosal voraz de ninfa, y no hallé tu ondulante mano amorosa en el contorno afilado de tus aguas, convirtiéndome en aquel espectro enloquecido que  porfió a las rocas el pórtico de tu unción?

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... Y ya siempre te velé, esperándote. Vano anhelo, burla de lo oculto, que se pierde en la sustancia infinita de las olas. Y en tu playa sigo. Si yo te hallara, criatura del deseo, y cayeras en la trampa de mi  planto limosnero, o en la dulce turbación de mis apetitos nunca complacidos, sabrías que nunca he vivido. ¿No me conoces? Soy tu eremita, que en su rojo ocaso quedó perdido. Y como se cerca el trigo con espinos, yo vivo en un páramo de hiriente soledad. Frente al mar quedó mi efigie, en su encierro obstinado. Fantasma entre un eco de reproches inútiles hacia ti, sirena huida. Reptante suavidad de los mares, alucinación de navegantes, pasional viento incendiado.


-¡¡¡Anfítrite... Anfítrite!!!...