Autor Tassilon-Stavros
*******************************************************************************************************************************
MARTÍN LUTERO Y LOS
ENFRENTAMIENTOS
DE LA CONCIENCIA CRISTIANA
A CAUSA DE LAS INDULGENCIAS
DE LEÓN X -1-
**********************************************************************************************************************************
El gran drama de la conciencia cristiana se desencadenó por un futil pretexto. En Roma ocupaba el Solio Pontificiio León X [Giovanni di Lorenzo de' Medici - Florencia, 11 de diciembre de 1475-Roma, 1 de diciembre de 1521], el hijo de Lorenzo de Médicis [en italiano Lorenzo di Piero de' Medici, Florencia; 1 de enero de 1449, Villa Medicea de Careggi, 8 de abril de 1492] tan Magnífico como su padre. Crecido entre la pompa y los refinamientos de Florencia del siglo XV, poseía las mejores cualidades del señor renacentista: la cultura, el buen gusto, el mecenazgo y la tolerancia. Habiendo heredado de su antecesor, Julio II, el Papa número 216 de la Iglesia [nacido como Giuliano della Rovere-Albissola Marina, República de Génova 5 de diciembre de 1443-Roma, 21 de febrero de 1513] una caja fuerte llena de dinero, no vaciló en dilapidarlo para restituir a Roma su rango de caput mundi. Llegó el momento en que las arcas quedaron vacías y para alimentarlas recurrió el Papa al tradicional y beneficioso sistema aplicado durante siglos. El 15 de marzo de 1517 promulgó la Indulgencia, o lo que es lo mismo, invitó a todos los fieles a rescatar sus pecados con una oferta de dinero.



León aceptó que Alberto le restituyera a sus acreedores aquella suma a cuenta del producto de las Indulgencia, y para darle la oportunidad de hacerlo le encargó la recogida de los óbolos de las diócesis de Maguncia, Magdeburgo y Hallberstadt. Como agente y colaborador, Alberto nominó a un fraile dominico, Johann Tetzel [también llamado Johannes Tetzel, y apellidado Dietze, Dietzel, Tetzell, Detzel, Thizell, nacido en Pirn,-capital del distrito de Sächsische Schweiz-Osterzgebirge, situado en la región administrativa de Dresde, en el estado federal-alemán de Sajonia- en 1460-1465- Fallecido el Leipzig el 11 de agosto de 1519], el cual se había distinguido ya en aquellos encargos. Era un propagandista lleno de entusiasmo por el producto que tenía que vender: la Gracia; y para darlo a conocer había dado pruebas de un auténtico genio publicitario. Dondequiera fuese, con la ayuda del clero local se hacía acoger por una multitud que le escoltaba con cantos y banderas. Mostrando la bula de Indulgencia sobre un almohadón de terciopelo, ponderaba al público sus virtudes redentoras. Un gran historiador católico, Pastor [Ludwig von Pastor, barón Freiherr von Camperfelde. Nacido en Aquisgrán, el 31 de enero de 1854-Fallecido en Innsbruck, el 30 de septiembre de 1928], que no puede ser sospechoso de simpatía protestante, decía:
-"No hay duda de que Tetzel hacía pasar como doctrina cristiana la afirmación de que una oferta de dinero bastaba para lavar el pecado, incluso sin confesión ni arrepentimiento" Y afirmaba: "Según la opinión corriente, que la Indulgenza servía para cualquier pecado. Partiendo de estas premisas, Tetzel daba validez al proverbio popular: -Apenas suenan las monedas en la caja del purgatorio, el alma escapa- Y el franciscano Miconio, impulsado seguramente por su rivalidad con los dominicos, después de haber escuchado a Tetzel, observó: -Es increíble lo que puede llegar a decir ese monje ignorante. Según él, el Papa tiene más poder que los apóstoles y los santos, y quizá más que Nuestra Señora-


De todos modos, el gesto no tenía en sí nada de revolucionario. Fijar las tesis era un viejo uso en las universidades medievales, que empleaban este medio para llamar la atención de la gente acerca de un debate de particular importancia. Y en el contenido tampoco había atisbos de rebeldía o herejía. Lutero decía que la facilidad con que se concedía el perdón disminuía la importancia del pecado convirtiéndolo en materia de fáciles compromisos sin mayores trabas y alejándolo de la contrición y de la penitencia. No negaba la facultad del Papa de amnistiar al pecador de los castigos impuestos por el sacerdote, pero en relación con los infligidos contra el Señor, a base de una estancia en el purgatorio, el Papa no tenía poder discrecional para perdonarlos, sino una misión de intercesor por medio de sus plegarias, que podían ser o no escuchadas por el Omnipotente. Todos los cristianos pueden beneficiarse con la Redención pagada por Jesús al precio de su martirio, según decía Lutero, sin necesidad de una "recomendación" papal. Y agregaba que el Papa no puede ser considerado responsable de las absurdas declaraciones que le atribuyen los predicadores alterando a la vez sus palabras y sus intenciones. Éstos, con su frenética inflación de perdones, terminan por desacreditar al mismo Papa exponiéndolo sin defensa a las insidiosas preguntas de los malos creyentes: "¿Por qué el Papa, en nombre del amor predicado por Jesucristo, puesto que puede hacerlo por una mísera limosna en dinero, no vacía de una vez el purgatorio y redime en bloque a las almas penitentes?"





