jueves, 14 de abril de 2022

Far from the Madding Crowd (Lejos del mundanal ruido)

Autor: Thomas Hardy
 
"Entre aquella colina, mitad poblada y mitad desprovista de bosque, y el vago y tranquilo horizonte que su cumbre confusamente limitaba, se extendía una misteriosa capa de insondable sombra... Las delgadas hierbas, que más o menos alfombraban la colina, recibían el azote del viento... Resultaba instintivo para el hombre detenerse a escuchar y conocer cómo los árboles de la derecha y los árboles de la izquierda se dirigían gemidos y canciones mutuamente... Cómo los setos y vallados de sotavento recogían después la nota aminorándola en ternísimo sollozo; y cómo, por último, la violenta ráfaga se hundía hacia el Sur para no oírse más".   

 

Thomas Hardy
, autor de "Far from the Madding Crowd", acató con la obstinación de un dogma su amor por la Naturaleza. Anegándose en ella, calado de la caricia fresca de las distancias con sus aristas azules y verdes, jamás pudo contener sus emociones al penetrar los secretos de los bosques, al adivina
r las soledades talladas en los prados, al recoger los idiomas recónditos de los alaridos de los vientos y el baladro de las bestias. Nos legó novelas con ese exquisito padecer de quien sabe abrir sus brazos a la lección silenciosa de la existencia, que es preciosa reliquia, con sus aposentos ávidos que ocultan el arrebatado lienzo interior de nuestros cuerpos, y en las que se contemplan elegancias pueriles, gentiles llanezas, risas aturdidas, y dramas que traspasan distancias y tiempos. ¡Todo tan breve! Pero herencia imprescindible para cualquiera de nosotros. Nuestras oportunidades en la tierra son pocas y esporádicas. ¡La vida!: una penosa guardia, que, por lo general, nos compensa tosca e indeterminadamente. 
  


Nos pertenece como moneda diminuta que deseamos tener muy cerca, porque nos indica un asequible turno de criaturas humanas, que, fugazmente, contemplará el mundo como su obrador de sabiduría, y nos dejará vanagloriamos, entre la clausura huidiza de los años, como dueños absolutos de estos ámbitos terrenales por los que transitamos, de despedida en despedida.
Y al amor de nuestros festines de vivencias en los que secreteamos, celebramos nuestros donaires humanos, nos besamos, nos ahogamos, jugamos apartándonos de ciertos grados de la pureza, y nos extinguimos: "Algunos sienten miedo cuando están completamente solos por la noche donde se desea y espera compañía"... 

 

 
Hardy
deja su mano sobre la escritura como si la rociase de besos, y desanillar
a su sensualidad y su tolerancia. Su texto pasa a través de nuestra mente, como paloma palpitante de húmedo revolotear, que escapa más allá del postigo afanoso de nuestra emoción, y aletea vibrante sin volver la cabeza, pero dejándonos la blanca y rápida lumbre de fragmentos magníficos y mullidos, cultos humildes de la imaginación, luz y disfrute de la Naturaleza, claridad, gracia, frescor y aromas de frutales y dehesas en flor. Vieja suntuosidad de emociones que dan grima y deseos de llorar. Y todo ello, tan breve, tan ajeno a veces, descansa en nuestro corazón, escudo chapado en la pasión, y ahora empapado, a través de su literatura, como lluvia en un prado. Y pese al naturalismo de tono pesimista que imprimió a esta hermosa novela, nos ofreció uno de los talentos más preclaros para recrear este retrato psicológico y costumbrista de aquellos inolvidables ambientes rurales y magníficos personajes ubicados entre los verdores incomparables de Wessex. 
 

 
La primera voz que nos llega es la del pastor
Gabriel Oaks: "Una cosa haré en esta vida y será amarla a usted, Bethsabé, y anhelar por usted, y esperarla hasta la muerte"... "Señor Oaks, veo que no sería un acierto nuestro matrimonio. Yo necesito alguien que me domine. Soy demasiado independiente, y conozco que usted nunca sería capaz de dominarme"
"La única superioridad que en las mujeres tolera el sexo rival es de índole inconsciente. Pero cuando la mujer reconoce su superioridad, puede a veces complacer a
l hombre inferior, por sugerirle la posibilidad de poseerla"...  
 
 

El amor, que puede llegar a ser el más refinado ingenio de suplicio, le ofrecerá cierta felicidad perecedera, que Bethsabé Everdene no conocía, en la figura de Sgt. Frank Troy: "Las hermosas facciones del sargento aparecieron tan rígidas y severas al hablar con su joven reina... La pobre Bethsabé fue de mal en peor... Las mujeres como tú, aparte del amor, no tienen anhelo alguno. ¡Es tan constante la insensatez de los hombres! Y aunque puedan casarse con ellos, quedarán también entristecidas. Éste es mi sentir. Una mujer tan encantadora como tú, Bethsabé, difícilmente es un beneficio para su raza"
 
 


 


El terrateniente Boldwood también amará persistentemente a la heroína de Hardy: "Usted me debe la promesa de casarse conmigo dentro de cinco años y nueve meses"... "Boldwood se volvió rápidam
ente y empuñando una de las escopetas, la amartilló, disparándola acto seguido contra Troy, que cayó al suelo... Exhaló un ronco gemido, se contrajeron primero y se distendieron después sus miembros, ... y quedóse inmóvil" ... 
 
 

 
Otoño tras el ahogo de los nublos. La vida de Bethsabé se cierra. Precisa de nuevo cada uno de sus pensamientos para entregárselos, finalmente, a Gabriel Oak: "Bethsabé, si yo supiese que, después de todo, me permite usted amarla... ¡si yo lo supiera!... "Yo fui la primera novia que tuviste y tú el primer novio que tuve"... "Así fue, yo estuve pisándote tus espantadizos talones durante muchas leguas y durante mucho tiempo, mi hermosa Bethsabé"... "Y en casa, junto al fuego, siempre que yo alce la vista, allí estarás, y siempre que tú la alces, allí estaré yo"... 








[
Stinsford, Reino Unido, el 2 de junio de 1840- Dorchester, Reino Unido, el 11 de enero de 1928 a a la edad de 88 años]
 


"Traté de perpetuar las tradiciones, de identificar labriegos y granjeros con una continuidad de historias locales para la conservación de las leyendas, del folklore, y de cierta intimidad en sus relaciones sociales. Gocé de la perenne vitalidad frente a las indispensables condiciones de existencia que se movían en el apogeo del terruño de determinados parajes, generación tras ge
neración. -Thomas Hardy-


 

 
 
 

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