lunes, 22 de abril de 2024

Memorias de Adriano (Mémoires d'Hadrien)



 

 

 Autor: Tassilon-Stavros

 

 

 

 


 
 

 

 

 

Novela de MARGUERITE YOURCENAR
 

 


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"Animula, vagula, blandula, hospes comesque corporis, quae nunc abibis in loca ..." ("Mi pequeña alma, errante, lisonjera, del cuerpo huésped y compañera, que ahora te alejas oportuna...")
Días antes de su muerte, a los 62 años, trazaría el gran emperador Adriano la exquisitez de este genial poema, una obra maestra de la lírica latina, un llanto egregio en recuerdo del tiempo ido. La gran Marguerite Yourcenar navega con fruición por el mar de la historia, se afana durante años en este manuscrito milagroso. Lo abandona en 1939. Conoce momentos de un desaliento feroz. Se distancia, quema apuntes, se siente avergonzada por haber intentado dar vida al oscuro, estoico y refinado Pontífice Máximo Adriano, que fue capaz de mostrarse escéptico, y de mofarse, en privado, de los dioses y de los oráculos. Una voz de la época decía que jamás se supo en qué creía. Probablemente en los astros.


Marguerite Yourcenar [Marguerite Cleenewerck de Crayencour, nacida en Ville de Bruxelles-Belgica, el 8 de junio de 1903-Americana a partir de 1947-Fallecida en Bar Harbor-Maine, EE.UU, el 17 de diciembre de 1987 a la edad de 84 años] vuelve a salir a flote en 1948. Nos sorprende con el realismo y la clarividencia que imprime a estas Memorias. Su narración indulta al dios, para dar paso al hombre. Se aplica en un ritmo narrativo admirable. Su estilo alcanza tal armonía que, como autora, sólo puede observársela como un reflejo alado, casi invisible, que se instala suavemente a través de lo que, a todas luces, semejan los auténticos recuerdos de Adriano. La estructura humana del Gran Emperador, bajo la pluma de esta insigne escritora, traza con atención el inexorable porvenir de un intelectual que supo tomar el placer donde lo encontró, sin avergonzarse jamás de su gusto refinado por el mismo. Y para dar mayor verosimilitud a la enfermedad y muerte de este Eros ático, enamorado de Antinoo, y que no pudo superar la desdicha de ver a su favorito ahogado en las aguas del Padre Nilo (hecho éste que la historia jamás supo esclarecer), la escritora se basó en las descripciones clínicas de la muerte de Balzac.
 



Adriano
, gran admirador de Epicteto, vocacionalmente filósofo, voluptuoso, apasionado de los viajes, autor de una gramática, de bellísimos poemas, y de una somera autobiografía, trasciende los límites más dignos e inquietantes de la historia y del acaecer humano que le da vida, para reafirmarse ante los lect
ores de estas geniales Memorias como una de los más sabios, complejos, cautivadores y mejor conservados monumentos de la antigüedad clásica.









 

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