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martes, 10 de junio de 2025

MARRUECOS XIV

 

 


 




Autor: Tassilon-Stavros

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: ALTERCADO EN BEN GUERIR -XIV-

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El Cherokee, durante las largas horas de la mañana en El Kaa, permanecía a la sombra del pequeño palmeral, resguardado del calor reinante. Andrés había hecho provisión de bebidas y algunos alimentos consistentes en galletas y otros productos marroquíes de los que se expendían en el bazar. Decidida ya la partida hacia Marrakesh apareció con su mochila a la espalda y dos bolsas con los suministros. A la salida del establecimiento, vio a Mónica que parecía esperarle allí con una ansiedad inesperada.

-Oye... espera un momento...– dijo la muchacha- Farid tiene problemas con esos tíos...

-¿Y ahora qué coño pasa? – preguntó Andrés en el colmo del asombro.

Echó las bolsas de provisiones al suelo, sus ojos fulguraron por el tremendo resol, y con aire sombrío, replicó con violencia:

-¡Otro lío de ese cabrón! ¿No?... Me huelo que se trae entre manos algún trapicheo con el dinero que le di.

-No sé... – siguió una pausa embarazosa por parte de Mónica.

Hacía un calor terrible, y Andrés empezó a sudar a chorros, temiéndose con razón que la hospitalidad de los habitantes de El Kaa no hubiese acabado tan sólo como fruslería de una noche bien pagada por su bolsillo, porque ahora aquel nominal concepto de bienvenida que el pueblo les deparara no parecía tan acogedor como había imaginado. Y cuando el joven Cruz, cegado por la insoportable luz solar, intentó avanzar con precaución y dirigirse hacia el Cherokee, tras tomar de nuevo entre las manos las dos bolsas de provisiones, Farid, que lo vio venir, repentinamente se dirigió hacia él desde el palmeral.

-Espera, tío... 

Y la mano de Farid, apretó el pecho de Andrés retrasando su paso.

Fue como si su aparición se dibujara con una nueva cualidad casi espectral, confusa, difícil de distinguir bajo aquel cielo radiante que lo dominaba todo como un techo gigantesco que absorbiera por completo cualquier signo de movimiento en la tierra.

 -Me has asustado, joder...– dijo Andrés, buscando en el bolsillo de su camisa las gafas de sol que había recuperado de la mochila antes de entrar en el bazar, como si para superar cualquier obstáculo o imagen frontal conocida fuese necesario defender los ojos de aquella fuerte radiación matutina- Con esta maldita solanera ni te había visto – se puso las gafas- ¿Qué haces? ¿Pasa algo...? ¿No te habrás metido en otro jaleo con esos tíos?

-Te he dicho que esperes... Luego te lo explico. Pero ahora es mejor que te quedes aquí junto a ésta... – exclamó precipitadamente Farid, señalando a Mónica.

-Pero Farid... – dijo Mónica con entonación inquisitiva, desconcertada, agarrando el brazo de Farid.

-Tú mejor te callas, y no se te ocurra moverte de aquí– conminó Farid, soltando rabioso la mano de Mónica

-¡Oye!... – quiso saber algo más Andrés con una expresión de furor en el rostro, advirtiendo en seguida que algo marchaba mal;  un nuevo problema que la falta de explicación por parte de Farid validaba.

-Que esperes, tío... Hazme caso...- replicó Farid con el gesto totalmente contrariado- No pasa nada... lo arreglo en un periquete...

-Que arreglas. ¿Qué?... ¡La madre que...! – El joven Cruz dio una patada a una de las bolsas; algunas bebidas cayeron  a tierra y Mónica se aprestó a recogerlas. -¡Déjalas!- replicó Andrés con un nuevo gesto de ira- ¿A que no salimos de aquí?  Cualquiera sabe en qué fregado se habrá metido ahora ese fantoche medio loco... No me fío ya de él ni un pelo...

Al final se hizo imprescindible que Andrés se dirigiera hacia el palmeral donde se hallaba el Cherokee, mientras Mónica le seguía con las dos bolsas de provisiones. La maldita aventura cobraba otra vez un misterioso interés que, por culpa de aquel rufián, podría acabar poniéndoles a los tres en un nuevo y grave aprieto.
 
Junto al Cherokee se habían situado los cinco o seis individuos a quienes Farid tenía que pagar los servicios prestados por la inhumación de Patonia. Eran rostros amenazadores y silenciosos, como si ninguno de ellos se decidiese a entablar el menor diálogo con Farid  mientras no se les costease el trabajo realizado. Entretanto Andrés y Mónica tenían los ojos clavados en aquellos infelices aldeanos que no se apartaban del automóvil. El joven Cruz había empezado a olfatear la causa  que dibujaba de indignación aquellos curtidos rostros que, por supuesto, no estaban dispuestos a dejarse robar por el granuja de Farid que ahora les hablaba en árabe. Hubo una corta vacilación cuando Farid entregó el dinero de que era portador. Y como el objeto de una demostración tiene menos valor que la manera de evidenciarlo, los insondables razonamientos que tuvieron lugar entre el grupo de aldeanos de El Kaa y Farid se encarnizaron hasta tal punto que éste cayó fulminado de un puñetazo que le asestó el más corpulento de aquellos individuos.

-¡Farid! ¡Farid! – gritó Mónica corriendo hacia él- ¡Te van a matar!...

-¡Maldito loco!– exclamó Andrés, sin decidirse a socorrerlo.

Pero Farid se alzó del suelo con rapidez sin iniciar el menor movimiento de sorpresa.

-¡Quédate ahí, idiota... yonquimona de los cojones!– exclamó apartando de sí a Mónica- {حسنًا، حسنًا، دعونا ننتهي من هذا الأمر.!!} Hsnan, hsnan, daeuna nantahi min hadha al'amri!! -exclamó luego en árabe, mientras se llevaba la mano a su mandíbula- ¡Qué bestia!... {سأعطيك ما تطلبه, ولكن ليس بنسا واحدا أكثر!} Sa'uetik ma tatlubuhu, walakin lays bnsan wahdan 'akthara!

-Pero ¿qué cojones les estás diciendo? – gritó Andrés, tratando de interesarse- ¿Por qué les hablas ahora en árabe? ¿No te estarás pasando de listo con ellos? ¿No ves que como los cabrees no nos devuelven el Cherokee, y de aquí no salimos ni en un año? 

Farid hizo caso omiso de los gritos de Andrés, y volvió a hablar en árabe como si dividiera las palabras en sílabas confusas que se tropezaban unas con otras, y como si tratasen de aislar ahora definitivamente el contratiempo que, al parecer, sólo le concernía a él.

-{لم يعد لدي أي أموال، لقد أعطيتك كل ما أملك، لذا أعد لي سيارة شيروكي.}Lam yaeud ladaya 'ayu 'amwali, laqad 'aetaytk kula ma 'amlika, lidha 'aeid li sayaarat shiruki.}Lam yaeud ladaya 'ayu 'amwali, laqad 'aetaytk kula ma 'amlika, lidha 'aeada li sayaarat shyrwki.

De pronto, apareció también una mujer agitanada, enfundada en un velo de colorines, cubierto a medias el rostro, y dejando entrever unos ojos pintados con exageración que parecían los de uno de esos santones hindúes en éxtasis. Pero la idea del patetismo se hallaba muy alejado de aquella impulsiva e inquietante mujer, que se había unido al grupo de sus correligionarios entre gritos airados e ininteligibles, señalando y amenazando a Farid como una titánica bruja endemoniada, pero cuyo negro humor acabó arrancando las carcajadas de todos. Y muy especialmente del ingente grupo de niños y otras mujeres de rostro cubierto que habían asistido a semejante barullo. Luego el grupo de aldeanos y casi todo el resto de habitantes del pueblo, a excepción de la chiquillería, se apartaron de ella. Farid se había desprendido de una nueva cantidad de dinero, y esto produjo por fin la deseada aceptación en el grupo de aldeanos que dejaron libre el paso hacia el Cherokee. Andrés se dispuso a exigir de Farid una explicación plausible a todo lo sucedido. Pero como la anciana no dejaba de escandalizar, preguntó:

-Esa chalada es tu Kita lo que sea, ¿no? ¿Qué le pasa? ¿Te curó el pie o no? ¿O es que tampoco nos la vamos a quitar de encima?

-Esa hija de perra quiere más dinero, ya sabes, por el puto ungüento que me puso en el pie y por la habitación en qué dormimos... ¡Está loca de atar!

-Pues dale ya lo que te pide, y salgamos de aquí de una vez...

-Ni lo pienses, colegui. A esa bruja no le suelto una peseta más. Que grite lo que le dé la gana... {توقفي أيتها الساحرة، لقد دفعت لك بالفعل.!!} Tawaqufi 'ayatuha alsaahiratu, laqad dafaet lak bialfieli!!

-¿Qué le has dicho?... - preguntó Andrés.

-No te preocupes... A esa bruja es a quien hay que tenerle menos miedo. Aquí no la quiere nadie. Ya viste como todos se rieron de ella. {اذهبي إلى الجحيم أيتها الساحرة!!} Adhhabi 'iilaa aljahim 'ayatuha alsaahiratu!! - le gritó Farid.

-¿Y con los otros? Por lo menos, me gustaría enterarme, porque el puñetazo que te has ganado merece una explicación, ¿no? ¿Ha sido por el dinero, me juego lo que sea? ¿Cuánto querían?

-Mira, Andresito, déjalo ya... Se han conformado, ¿no? Pues larguémonos de aquí de una vez y olvídate del dinero.

-Seguro que te has quedado con un buen pellizco. ¡Menudo mercanchifle estás hecho!

-¿Mercanchifle?...

-No,... me equivoco,... mercanchifle no, ¡mejor sanguijuela!,... porque eso es lo que eres, ¡una sanguijuela!

-Te podrían haber matado, Farid- se lamentó Mónica.

-Esos no matarían ni a una mosca cuando hay dinero de por medio.

-Pero te han pegado.

-¡Bah, al diablo con esos paletos!

-¿Pero cuánto les has pagado, joder? – insistió Andrés.

-La guita que me diste, tío. Las diez mil tarascas. Pero aún querían más... – dijo Farid.

-{الله ياخذك للجحيم لأنك خدعتني. ادفع لي مالي.!! } Allah yakhudhuk liljahim li'anak khadaetani. adfae li mali.!!- siguió tras ellos la vieja curandera, gritando en árabe, exigiendo también su pago y con toda probabilidad maldiciendo a los tres.

-¡Haz algo, coño! ¡Esa bruja no deja de gritar! - exclamó Andrés- No ves que hay que quitársela de encima. Estoy seguro de que no le has pagado si es que de verdad soltaste las diez mil pesetas que te pidieron.

-Mira, Andresito, dame otro verde si quieres que la haga callar de golpe.

-¡Otro puñetazo te soltaría yo de buena gana! ¡Sanguijuela! – Andrés, del cambio de las provisiones que había adquirido, se sacó del bolsillo un billete de mil, y en lugar de poner el dinero en mano de Farid, dio media vuelta y se lo entregó a la anciana curandera- ¡Tenga, y cállese ya de una vez, joder!... ¡Largo... y no dé más la lata!... ¿Y qué hay de tu pie? ¿Otra trola que nos has endilgado, no, porque al parecer, ya no te duele?

-¿Sigues sin fiarte de mí, eh colegui? - bromeó de nuevo Farid.

-Cómo no entiendo el árabe, no tengo más remedio que creerte, aunque daría lo que fuera por saber lo que les habrás soltado a esos panolis y a tu Kita lo que sea.

-Venga tío. Deja ya de devanarte los sesos... ¿Quién de los dos ha recibido el puñetazo? Yo, ¿no? Pues entonces...

-Te tenían que haber descalabrado... 

Ya en el interior del Cherokee, salieron a toda prisa de la aldea. Farid se hizo el longuis tras lo manifestado por Andrés, y se sentó junto a Mónica en la parte de atrás del todoterreno.

-¡Uff!, menos mal que estaba a la sombra de las palmeras, si no, nos asamos aquí dentro - argumentó Farid.

-No te salgas ahora por la tangente, listillo- dijo Andrés.

-Joder, tío, eso me suena a geometría, y te aseguro que de ángulos y tangentes no tengo ni idea. Así que, quién te entienda que te compre, colegui.

-¿Y a ti quién cojones te entiende, ahora que te ha dado por hablar en árabe?. ¿Me vas a decir de una vez qué demonios les has chamullado a esos kaaenenses o cómo se les llame?

-Pues muy sencillo, Andresito, que al final los he puesto de vuelta y media en árabe y Salam Aleikum. 

-¿Soltándoles toda la pasta? Venga ya, ¿me tomas por gilipollas? Mientes más que hablas. No creo que les hayas contentado al final con menos de cinco mil pesetas, y que el resto haya ido a parar a tu bolsillo, porque menudo gitano compra burros estás hecho también. Aunque a mí no te creas que me vas a vender la burra.

-Pero, ¿qué coño estás hablando? ¿Qué burros ni que burras compro o vendo yo, tío? - exclamó Farid- ¿Tú entiendes a éste? - dio un codazo a Mónica- Porque lo  que es yo no le pesco ni una.

-¿Y yo que sé?- se disculpó Mónica.

-Pues a ver si ahora me entiendes de una vez. Alguna putadita les habrías intentado colar con las diez mil pesetas que te di para que uno de ellos se cabreara y te soltara un buen sopapo, aunque vuelvo a insistir en que tenían que haberte descalabrado, ... por lo menos un poquito. 

-¿Pero tú lo estás oyendo otra vez, Moniquilla? ¡Vaya cariño el que me tiene aquí, el colegui!

-Es que siempre te la andas buscando, Farid... Algún día... – auguró Mónica.

-¡Cállate ya, coño! ¡Tonta del bote! Lo que me pase es cosa mía... Y tú preocúpate por ti... A ver si tenemos suerte y no te da el mono antes de que lleguemos a Marrakesh. ¿No, Andresito?

-Era lo que nos faltaba... ¡Así que métete la lengua donde te quepa! - replicó el joven Cruz.

-¡Cómo se nos sulfura aquí, el colegui! Te han dolido las diez mil pesetas, ¿eh?... Pues conduce con cuidado, y que no se te vaya también la chola detrás de los billetes... Además, en algún sitio tendremos que parar, porque yo me estoy meando desde que hemos salido del puto pueblucho.

-Me extraña que no te hayas meado ya después de la hostia que te han dado. Y eso que decías que eran amiguetes tuyos.

-Fueron amiguetes que no es lo mismo.

-Ya...

-Pues, con hostia y sin hostia, yo sigo meándome, tío.

-Mientras sólo sea eso.

-Pues no cantes victoria tampoco, colegui, porque con tanto traqueteo a ver si se nos revuelve el vientre a los tres y el remedio va a ser mucho peor.

-Nunca dejarás de ser un mequetrefe grosero.

-Y tú un pijito de mucho cuidado. Ecco? Así que, tú verás. Pero como se me escape en el Cherokee, te lo voy a poner perdido, porque yo cuando descargo parezco el Nilo- siguió bromeando Farid

-Ya te pararé por ahí, so gilipollas - dijo Andrés- A ver si con un poco de suerte te encuentras con un áspid que te picotee la minga.

-Siempre tan finolis, colegui... Siempre tan pijito...

-¿Qué te pasa? No te habrá picado un mosquito mientras dormías y te habrá inoculado el dengue dengue, porque al parecer ahora te ha dado por repetir las cosas dos veces, como los tontos. 

-Por si no estás enterado, tío, el dengue te hace vomitar hasta la última leche que hayas mamado en toda tu vida.  Así que, además, era también lo que nos faltaba.

-Por mí como si coges la fiebre amarilla.

-Bien, tío, bien...

-Otra vez.

-Tú sigue con tan buenos sentimientos hacia el prójimo. Estoy seguro de que si la Pato estuviera viva te volvería a agradecer lo mucho que has pagado por ella.

-¿Cómo vuelvas con esa cabronada, te juro que paro el Cherokee, y a ti y a ésa os dejo tirados en medio del campo? ¡Ya te advertí que no volvieras a refregarme por las narices ese tema! - se enfureció el joven Cruz.

-¡Vale, vale, Andresito! - exclamó Farid.

-¡Andresito! ¡Tus cojones...!  

-Farid, no le enfurezcas- intervino Mónica- Que es capaz de dejarnos en medio de todo este desierto.

-¡Venga ya, yonquimona! Nuestro colegui nunca nos haría eso, ¿verdad tío? Con todo lo que ya lleva aguantado.

-Mejor será que no me tientes. - amenazó Andrés.

 -Yo también necesito ir al baño, Farid- dijo Mónica.

-Ya la estás oyendo. Otra finolis como tú. ¡Qué dos ratitas cursis de gran ciudad! ¡Necesito ir al baño! - imitó la voz de Mónica Farid- ¡Qué baño ni qué pollas! Si te estás meando también, déjate de tanta finura. ¿Te parece poco todo el baño que tienes por ahí? Y cómo aparezca el simpático áspid que nos ha pronosticado el colegui a la que le va a picotear el teto es a ti, como hizo con Cleopatra, porque el único que tenía minga como éste y yo era Marco Antonio.

-¿No esperarás que me ría con tus gracietas? - reaccionó Andrés.

-No, pero como nos meemos los dos aquí dentro, te lo vamos a encharcar. Así que atente a las consecuencias porque no soy yo quien ha de devolver el Cherokee. Y como apeste... como ya apestó...

-¡La madre que...! - volvió con nueva irritación su cabeza Andrés hacia Farid y Mónica situados en la parte trasera del Cherokee. 

-¡No te vuelvas a cabrear, tío, que nos la vamos a pegar!... Además, que el maletero ya está desinfectado. Lo único que te decía es que si se nos escapa la "meantera" en el coche, el importe del alquiler se te va a doblar. ¡Money, money, colegui! Y como a lo mejor hasta tú te estás aguantando las ganas de desaguar, mejor será que no tardes en parar donde sea,... mira, por ahí mismo,... ese es un buen rincón...

-¡Déjame en paz!... No puedo parar en este desierto, hay demasiada arena.

-Pues espabila, y encuentra ese "bañito" de una vez por todas antes de que se nos desborde el Nilo- ironizó Farid.

Habían salido de El Kaa con las provisiones que Andrés había adquirido cruzando la parte última del reseco wadi. Luego la llanura, recta y desnuda, dejó tras de sí algunos pequeños conjuntos de campos y más campos, y algunos palmerales que desaparecieron muchos kilómetros después para dar paso a la monótona rutina de nuevas zonas desérticas que sólo contenían como mucho inacabables extensiones de arena. Más adelante, el paisaje marroquí ofreció una primordial diferencia paisajística de promontorios rocosos de muy variadas formas, sólidos y amarillentos, que hubieran nacido de un mar prehistóricamente perdido para conceder a aquella parte del planeta Tierra un reflujo pedregoso de pliegues caprichosos entre los que asomaban también ingentes salpicados de cardos y chumberas. Unos kilómetros después, entre las imponentes masas de piedra y arena, aquellas especies de colinas se perdieron de vista dejando un amplio paso rectilíneo a la línea ferroviaria marroquí. La pesada y ardiente atmósfera que había dominado la mañana en El Kaa siguió arrastrándose también sobre el Cherokee hasta que alcanzó el tramo alquitranado, muy poco compacto y con pequeños socavones, de una carretera, y la marcha del Cherokee, dejando de traquetear entre terrenos pedregosos, y distanciándose ya  de los raíles del ferrocarril, cobró nuevos ánimos de una velocidad menos penosa que la que había mantenido entre aquel microcosmos que descomponía el paisaje entre arenas, rocas y abruptas colinas.

Las espirales de la vida, como no puede ser de otra manera, se nos ocultan sin que, una vez inmersos en ellas, podamos otorgarles ninguna definición razonable salvo el hecho de que puedan conllevarnos a trastornos del seso.Y como sus afecciones son demasiado numerosas, los remedios son igualmente tan problemáticos como la enfermedad más incurable que se pueda concebir. La misma perspectiva concede preceptos de conducta inesperados como una prueba más de que nuestras orientaciones racionales se vuelven estériles y casi desaparecen porque ya no pueden subsistir entre esa sucesión de planos usurpadores de dicha razón, como si nuestro hipocampo se fuera descomponiendo trecho a  trecho a través de las circunvalaciones del cerebro, únicamente para lograr sacarnos de quicio. Es como perecer por enfriamiento o excesos de un calor que nos asfixie. Eso no impide explosiones victimistas cuya importancia para unos puedan resultar insignificantes y para otros un perjudicial despliegue del abatimiento más negro de la indignación. Y en estos casos la mente  avanza como un ladrón a la sombra en busca de respuestas sensatas cansada ya de la inepcia de sus desvaídas reflexiones. Pero es normal que tanto rigor científico no nos divierta demasiado para saber a qué atenernos cuando el centro activo de los hechos son tan de relleno y con detalles tan numerosos tras de sí, hayan sido buenos o malos, y a cuya marcha se pueda sumar una sola idea segura: la de unas consecuencias que no hubieran cambiado la nemotecnia, vulgo rememoración, de los embrollos más desatornillados de la humana conducta y del peligro.

Andrés Cruz aceptaba ahora que al principio de su llegada a Marruecos estaba mucho más cerca de entender a sus semejantes, en especial a la joven tristemente arrancada por la muerte de aquella desquiciada aventura. Y ahora quedaba muy claro que, aunque pudiera considerar que las personas son realmente importantes, en infinidad de ocasiones no tenía por qué suceder lo mismo con sus relaciones. Patonia no dejaba por ello de ser un recuerdo agradable pero lamentablemente furtivo. Y mientras la valoraba rumbo a Marrakesh conduciendo por una mala carretera, entre paisajes monótonos y áridos, se entregaba a un duro esfuerzo para seguir ligado a una realidad mucho más profunda, absurda e inquietante que la muerte de Patonia. Una lucha mental cuya desazón ahora encarnaban aquellos dos descerebrados de Farid y Mónica. Dos personajes atrapados junto a él en aquella especie de penumbra temporal de la que, sin embargo, no había podido escapar. Farid no sólo era un peligro incontrolable, era también un acontecimiento angustioso, una desasosegante idea humana que quedaba fuera de su capacidad mental como un invasor destructivo de su raciocinio. 

En un largo espacio de 10 o 12 kilómetros de carretera no encontraron a nadie. Una amplia línea pedregosa de formas caprichosas y picudas entre la calzada y el Cherokee ocultaba los lejanos terraplenes del Marruecos interior. Y una vez atravesados, la zona sur que conducía hasta Marrakesh se abrió repentinamente ante los viajeros entre nuevos campos cultivados. También aparecieron un par de carros de campesinos arrastrados por mulas y luego un autocar turístico que se juntó con el Cherokee por la parte trasera del mismo. Zumbaba lo mismo que el todoterreno desafiando la calma del lugar, y sus ocupantes, desde las ventanillas, con los gestos y risas características del turista feliz, lanzaron alegres saludos a los tres ocupantes del Cherokee.

-¡Cómo disfrutan los turistillas!, ¿eh Andresito? – exclamó Farid, devolviendo con manoteos contra el cristal los saludos a la comitiva del autocar- ¿Serán también españolitos que llegan a Marruecos en busca de emociones y ensueños de las mil y una noches árabes como viniste buscando tú? ¿O quizás italianos, o ingleses soñando con nuestro sol, que ya son ganas?.

-¡O gilipollas como tú! – replicó Andrés.

Ahora Farid entre risas alzó el dedo medio e  hizo la peineta a los turistas y a Andrés..

-A ver si te enteras de que yo no vine hasta aquí en busca de nada de eso, pero mira por dónde en lugar de sueños me he visto metido en la peor pesadilla que podía imaginarme gracias a vuestra agradable compañía- comentó el joven Cruz.

-Una aventura, colegui. Ha sido una aventura. Ecco? Que te confundes.

-Otra vez con el dengue repetitivo... Sí, una aventura de la hostia con la que he tenido que apechugar y sigo apechugando.

-¡Venga ya, tío, que en cuanto lleguemos a Marrakesh, te damos el pasaporte y vuelves a tu Madrid del alma. De todas formas, es una pena que no disfrutes de una feliz estancia en Marrakesh, porque la ciudad lo vale... te lo aseguro. Si no que te lo diga ésta.

-¿Yo?... Yo no he estado nunca en Marrakesh- aseguró Mónica.

-El mono la ha vuelto tonta del bote total– rió Farid- Claro que has estado, pedazo de nutria, conmigo y con... – se calló ahora Farid.

-Si por lo menos me libro allí de vosotros dos...

-Te librarás, colegui, te librarás...

-Eso espero, porque si me dejáis en paz de una vez, intentaré por fin hacer algo de turismo por muchas ganas que tenga de volver a Madrid. Pero a vosotros dos cualquiera sabe la que os espera allí... Y ten por seguro que conmigo no volvéis a contar.

-Ecco? Te aseguro que la yonqui y yo nos quitaremos de en medio en cuanto lleguemos y no nos volverás a ver el pelo...

-¡Que dejes de llamarme yonqui! - exclamó Mónica.

-¡Bah! ¡Deja ya de gruñir, niñata!...

-Sabes lo que te digo, so bocazas, que confío en ti tanto como confiaría en la boca dentada de un cocodrilo- aseveró Andrés.

-Cuando quieres, hasta resultas gracioso, tío.... 

-Se me habrá pegado de ti...

-Venga ya, colegui, deja de preocuparte tanto. Ecco?.

-¿Ecco? ¡La leche que te dieron!... - rezongó el joven Cruz.

La carretera penetró entonces transversalmente en una interesante localidad cubierta de blancos edificios, adornados balcones, una blanca amalgama de toldos, palmeras, y las giraldas de un par de bellas mezquitas. Y bajo los toldos, protegiéndose de la inclemente solana, se mostraban al público inacabables tenderetes de mercado rebosantes de colores y aromas, y amplias cafeterías y restaurantes típicos. El autocar de turistas también se había detenido allí, y un batiburrillo de turistas de varias nacionalidades se entretenían con ojos curiosos en adquirir souvenirs y cientos de otras fruslerías típicas en los viajes. Se trataba de Ben Guerir, una bella ciudad que distaba de Marrakesh unos 70 y pico de kilómetros.

-Podríamos comer aquí, colegui...– aconsejó Farid- Y tenemos baño asegurado, para ésta, para mí, y tú sabrás si también lo necesitas.

-Aquí lo único que vamos a lograr es asarnos vivos además de perder un tiempo muy valioso para llegar a Marrakesh– se quejó Andrés- Hay demasiada gente.Me recuerda demasiado a Fez, y no sé qué hostias vamos a hacer en medio de tanto barullo y tanto turista, porque yo ya estoy harto de tragarme tanto tradicionalismo.

-Pero yo necesito ir al baño – dijo Mónica- Y tengo miedo de andar sola por aquí si Farid no me acompaña.

-¿Te das cuenta de que esta pelmaza  tiene más de hemipléjica plañidera que de bípeda pensante? – exclamó riendo Farid.

-Pero ¿qué coño dices, so cafre? – añadió Andrés.

-Que cómo no la dejemos ir al baño de una vez, antes de que salgamos de aquí le da el mono.

-¿Y a ti que? ¿Ya se te han quitado las ganas?

-No Andresito, que mi pinga ya no aguanta tampoco... Y acuérdate de que soy como el Nilo, y necesito un delta donde...

-Oye, déjate ya de tanta guasa... Pero yo del Cherokee no me muevo– decidió Andrés.

-¿Y te vas a aguantar hasta que lleguemos a Marrakesh, además de asarte aquí metido, porque desde que salimos de Fez que el aire acondicionado no funciona?

-¡Ya lo sé, imbécil! Pero ya te he dicho que de aquí no me muevo. Ni tampoco necesito ir al baño.

-¡Joder, colegui, menuda vejiga la tuya! Y del intestino, ¿qué?. Porque en El Kaa casi se te escapa.

-Mira, Farid...

-¡Ah, Farid, Farid!... ¡Sí, sí, me gusta oír mi nombre en tu boca.

-Creo que eres el tío más insoportable y más grosero que he conocido en mi vida. Además de un completo bufón.

-¡El finolis! ¡Ya saltó otra vez!...

-Id a buscar un baño dónde sea... si es que podéis meteros en todo ese follón turístico. Y hasta tomaros un café si os apetece...

-Te traigo uno si también te apetece a ti...– ofreció Farid- Necesitas una buena dosis de cafeína para seguir conduciendo. No vaya a ser que te duermas.

-¡Farid, que no me aguanto!.... – exclamó Mónica- ¡Vámonos ya!

-Ésta se nos mea encima... – rió Farid- Pero tú, ¿quieres el café o no, Andresito?

-Haz lo que te salga de los cojones, pero ya te he dicho que yo el Cherokee no lo suelto.

-No quiero desconfiar de ti... pero no me gusta nada el careto que me estás poniendo. ¿No irás a dejarnos tirados aquí?– dudó Farid.

-Ya te advertí una vez que no me tientes – dijo el joven Cruz- Pero no soy tan borde como puedas llegar a imaginar, así que no tengo nada más que decir...

-Pero es que aquí en Marruecos mucha gente desaparece. Hay mucho fantasmón, y luego échales un galgo...

-Tú sigue con tus mamarrachadas, hasta que se te escape el Nilo... Y lo mismo digo de esa pobre chavala que te está esperando.

Entonces Farid abrió la puerta trasera del Cherokee dispuesto a mezclarse con aquella turística profusión de compradores extranjeros que recorrían los interminables tenderetes de Ben Guerir.

-Venga, tú, Moniquilla... Vamos... – exclamó.

Y al tiempo que Mónica hacía lo propio por la otra portezuela del automóvil, Farid se abalanzó con enorme rapidez sobre la mochila de Andrés que éste había soltado en su asiento delantero cuando empezó a conducir. Pero el joven Cruz, intuyendo el insidioso empeño de Farid por hacerse con la mochila, se lanzó también sobre ésta y le asestó un trompazo en toda la cara.

-¡Serás cabrón! – gritó Andrés- ¡No te la vas a llevar, hijo de puta!

Ambos jóvenes se enzarzaron entonces en una pugna de tira y afloja, como dos contendientes que, faltos de la menor precaución razonable entre el exiguo espacio que ofrecía el interior del automóvil, se hubiesen entregado, entre golpes y manotazos,  a pequeños saltos de un asiento a otro y veloces sacudidas, agarrándose ora por el pecho ora por la cabeza, entregados a un acto de pendencia tan inverosímil como absurdo.

-¿Pero qué estáis haciendo? – gritó Mónica.desde el exterior.

Entonces el joven Cruz logró revolverse con tal fiereza que propinó un formidable empujón a Farid, y éste salió despedido del Cherokee por la portezuela derecha que había abierto, y cayó de bruces frente a un grupo de turistas situados junto a un aislado tenderete de la calle donde Andrés había detenido el Cherokee. Mónica corrió a ayudarle al tiempo que dos hombres también lo intentaron.

-¡Vale, vale! No pasa nada. Estoy bien – replicó Farid, al tiempo que se ponía en pie.

Andrés, sudoroso y airado, se asomó por la parte de la ventaniila que daba al parabrisas, y exclamó:

-¡Menudo cabrón! ¿Qué te creías, que sisándome la mochila te ibas a asegurar que no me largara de aquí? ¡Cómo para fiarme de ti, so macarra! Pero como has jugado sucio, ahora sí que me voy a largar, y ya puedes ir meándote en los pantalones, fantoche de mierda!

Pero Farid había dado un inesperado brinco y alzó la cabeza situándose ante el parabrisas del Cherokee, apoyando todo el cuerpo en el amplio morro del automóvil. Y Andrés, con la mirada febril desde el salpicadero y con las manos en el volante, pareció decidido a poner en marcha el todoterreno.

-¡Qué haces Farid! ¿Quieres que ese bestia de mate? ¡Es capaz de poner el coche en marcha!- gritó Mónica.

-¿Qué, pedazo de capullo, repipi de mierda, vas a atropellarme? – exclamó entonces Farid -¡Este tío está como una cabra! – se dirigió al grupo de turistas que contemplaban la situación.- {إنه سائح إسباني. إنه مجنون. أحضرته إلى هنا، والآن يرفض دفع أجري. رماني من السيارة. كان يحاول دهسي. الله يعاقبه ويرحمني!}-'Iinah sayih 'iisbani. 'iinah majnunu. 'ahdarth 'iilaa huna, walan yarfud dafe 'ajri. rumaniin min alsayaarati. kan yuhawil dahsi. Allah yueaqibuh wayarhamuni!!– añadió luego en árabe, frase que sólo pudieron entender los dueños del tenderete que lanzaron una sonrisa de aprobación. Y la repitió en francés e italiano: "C'est un touriste espagnol. Il est fou. Je l'ai amené ici, et maintenant il refuse de me payer. Il m'a jeté hors de la voiture. Il essayait de me renverser. Que Dieu le punisse et ait pitié de moi!!"- "È un turista spagnolo. È pazzo. L'ho portato qui e ora non mi paga. Mi ha buttato fuori dalla macchina. Stava cercando di investirmi. Che Allah lo punisca e abbia pietà di me!!

-¡Oiga, no sea usted loco! – aconsejó un turista español a Andrés hablándole desde la abierta ventanilla- Tranquilícese, hombre... Por lo visto son ustedes buenos amigos, y todo lo que ha sucedido no habrá sido más que un  malentendido de fácil solución.

El joven Cruz pareció entonces deliberar un instante sobre el incidente. Había recobrado el aliento y entendido las mentiras que Farid estaba contando, si no en árabe, sí en francés e italiano. Y la idea de que la gente que por allí se apelotonaba, españoles muchos de ellos, le observaran abatido en el amplio butacón frontal del Cherokee le avergonzaba demasiado. Naturalmente no tenía por qué dar una explicación de lo sucedido a nadie, dado que lo lesivo del hecho en sí no compensaba tampoco los restantes aspectos más serios vividos en compañía de aquellos tres infelices. (Añadía de nuevo en su mente a la desaparecida Patonia). Farid y Mónica, en silencio, observaban ahora la reacción inminente y quizás menos airada del joven Cruz. Los tres tenían ganas de ceder.

-“Estos mamarrachos van a acabar sacándome de quicio” – se dijo aún Andrés para sus adentros-

El calor insoportable del mediodía, la multitud de turistas que recorrían los inacabables tenderetes de Ben Guerir, y el interior ardiente de la cabina del Cherokee podían llegar a acentuar también el rebote  de los negros pensamientos de Andrés. Pero entonces asomó su rostro por la ventanilla:

-Venga, buscad ese baño de una vez –  dijo, tratando de conceder a su voz un tono más abierto – Traedme un café si es que...

-Sí, Andresito.- dijo Farid- Convenido...

-Y tú, como de costumbre, sigue cortándome y no dejándome acabar la frase...

-¡Que sí, tío, un café café! Tranquilo...

-“¿Qué hacer?”- se preguntó a sí mismo Andrés-“Con éste no hay tu tía”... Venga, os espero aquí, pero procurad daros prisa, porque quiero llegar a Marrakesh antes de que anochezca.

-Pero, ¿de verdad que no necesitas ir al baño?– se empecinó de nuevo Farid, ahora con idéntico tono amistoso.

-Puedo aguantarme... Así que, por favor, no insistas más. Y llévate de una vez a esa pobre chavala que está a punto de reventar.
  

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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