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martes, 27 de mayo de 2025

Marruecos XIII


 




Autor: Tassilon-Stavros

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: EN EL KAA -XIII-

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Con el Cherokee parado en seco, Farid acabó sublevándose  de nuevo contra Mónica con una mezcla de angustia y cólera. Se enfrascaba en sus consabidos desdenes mortificantes contra su pobre compañera, y se recreaba en aquel característico placer machista con el que tanto le gustaba hacerla sufrir.

 

-¡No sueltes nada, so gilipollas!. ¡Deja quieto el embrague y nada de darle a la primera marcha que aún nos vamos a tragar el wadi y todo lo que nos rodea!– gritó Farid exasperado- ¡Joder! Es que toda esta puta pesadilla no hace más que caer sobre mí como... como,... ¡Me cago hasta en el... ¡no no! No quiero blasfemar no sea que Al-ah nos ponga por delante más putaditas... Pero, tía, es que ya no me salen ni las palabras.

-¿Pero no acababas de decir que ahí enfrente teníamos el pueblo del Kaa?– se disculpó casi lloriqueando Mónica- Y estabas tan contento que hasta me has besado.

-¡Besitos, besitos, no dejarás nunca de ser una tonta romanticona, habibi de los cojones! Ya lo dije antes, que a ti basta con darte un besito para que te "embales"

-¡Pero es que te quiero, y no puedo evitarlo!– se sinceró Mónica- Aunque, mira, a veces he pensado que en realidad tendría que mandarte... 

-¿Mandarme, adónde, yonqui? ¿A la mierda? ¿O a tomar por...? Mejor me callo, porque eso aquí en Marruecos no es ninguna contrariedad, aunque sea doloroso - Farid lanzó una risotada, pero en seguida se le transfiguró el gesto- Bueno, pues que no se te ocurra ahora ponerte chulapona conmigo como decís en los Madriles, pedazo de farlopa viviente, porque como te dé el mono, te vas a joder sin que yo te endilgue un periquito más, y a ver cómo te las arreglas, sin mí. Ecco? ¿Es que no te enteras de que has calado el coche? 

-Ha sido sin querer.

-¡Sin querer, sin querer,... anda y que te den...!

-Y tú ya has vuelto a llamarme yonqui. Y sabes muy bien que no puedo soportarlo.

-¡Pero si es lo que eres, joder, una yonqui de campeonato! ¡Una yonquimona! ¡Mira, se me acaba de ocurrir! ¡Yonquimona, hasta resulta divertido! ¡Y haz el favor de no venirme con más blandenguerías de tontita enamorada! ¡Uff, pero qué coñazo sois todas las tías! ¡O unas ñoñas apasionadas o unas petardas suicidas! Y si no, mira como ha acabado la Pato.

-Que no se hubiera liado con mi padre.

-¿O que no hubiera venido contigo a Marruecos? 

-Eso...

-¡Anda que menudo viejo verde tu papaíto! A don sátiro aún le funcionaba el braguetazo, ¿eh? Lo único que quería era eso... Sexo, y luego le suelta una pasta gansa, pero la deja preñada. Y la muy idiota te acompaña hasta aquí con la idea de abortar, supongo... Se lía mientras tanto con el inesperado turista Andresito poniéndolo a cien. Se pega luego una hostia en la carretera, y en lugar de abortar, se va al otro barrio. Claro que la Pato también era una niñata tan requetebuscona como tú! Mucho chagrin y nada de bonheur como le dije a nuestro turista. ¡En fin, que Al-ah la acoja en su Yanna celestial... y si no vuestro don Cristo!

 -¿Tuviste algo que ver con ella? - dudó Mónica con cierto aire de preocupación.

-Yo no, pero nuestro colegui Andrés, ¡ya lo creo! ¡Otra vez la quelconque con el parvenu!

-Déjate ya de tanto franchute. Pero... yo os vi a los dos... muy... no sé... en el mercado de Fez. 

-¡En Fez nada!... - negó Farid airado.- ¡Nada de nada, me oyes, yonquimona! ¡A mí sólo me importaban las naranjas de Valencia! Y la Pato se puso en plan muermo porque esperaba formar parte del reparto y le dije que nanay.

-No me lo creo, porque también sé que eres un...

-¿Un qué?... ¡A que te suelto una hostia! ¡Ya me estás cabreando, y ahora no me vengas con otro de tus cuentos románticos, porque yo con la Pato ni higos ni plátanos. A ti el amor te vuelve más "majara" que un periquito ¡Creo que un par de hostias de vez en cuando te sentarían muy bien! Además, que mi bragueta no tiene por qué darte explicaciones de lo que hace o deja de hacer. Y menos aquí, en medio de la nada, perdidos en esta especie de jungla marroquí, sin saber dónde coño vamos a ir a parar.

 -Entonces, es verdad...

-¡Uff, y ahora la escenita de celos en medio de toda esta mierda! Te voy a tener que llamar tarada otra vez y no me gusta hacerlo.

-Pero tu me quieres, Farid. Y sabes que siempre estoy dispuesta a ayudarte en todo lo que me pides.

-¡Que sí, habibi, que sí, que te quiero...! Y también te pincho cuando estás con el mono, ¿no? Así que vale ya de tanta gilipollez, que no somos ni Romeo ni Julieta. Ecco? Y como continúes con este rollo, en Marrakech trataré de conseguirte un pasaporte de una manera o de otra,  luego te facturo para Madrid, y Salaam-Aleikum, y Aleikum-Salaam. ¿Estamos? Pero de la guita de las naranjas valencianas olvídate, porque no vas a ver ni un céntimo,... que te quede claro... 

-No me importa.

-Normal, como tienes a tu papá, que es don millonetis.

-No es eso. Pero por mí te puedes quedar con todo el dinero que consigas, si es que te dejan esos camellos que andan detrás de ti. 

-¡Y de tí!, porque tú también estás metida en el ajo.

-Me da igual. A fin de cuentas, para eso vine a Marruecos, y Pato y yo te dimos el dinero de mi padre.

-¡Oye, ahora no me lo vayas a echar en cara, porque te has pinchado todo lo que te ha dado la gana gracias a mí!

 -No te estoy recriminando nada... Pero yo por lo menos sigo a tu lado.

-¿Y qué podrías hacer si no?

-Y fíjate, que sin saber conducir, he conseguido traer este pedazo de tanque hasta aquí... 

-Oye, habibi, tonta del bote, aquí el único que ha conducido he sido yo... Así que no te hagas ahora la Fast and Furious conmigo.

-Pero...

-¡Qué pero ni qué huevos! ¿Quién te ha ido indicando cómo darle a las manivelas? ¡Nos ha jodido la sabihonda! ¿A ver si te vas a creer que en una hora te has sacado el carnet de primera?

-Pero he conducido, ¿no? – exclamó satisfecha Mónica- Y te he traído hasta el Kaa ese.

-Vale, vale, habibi... No tengo más ganas de discutir, que el pie me duele tanto que el dolor me sube hasta los huevos.

-¿Y entonces qué hago ahora, Farid?

En general, se dice que el exagerado amor de una mujer es eso, sobre todo en personas como la frágil Mónica, que carecía por completo de preocupaciones espirituales, y por ello mismo su instinto apasionado se contentaba con esa especie de placer masoquista con que la crueldad natural de quien no sabe lo que es querer, como el brutal personaje que era Farid, la mortificaba unas veces entre risas y otras por medio de violentos estallidos de cólera. Pero Mónica le conocía bien. En el fondo no era más que un pobre majadero, un caso clínico de pedantería y de vanidad grotescas, pero tan rematadamente guapo, que lo adoraba con esa rutinaria idiotez de la ciega enamorada que creía que para que semejante pieza artística de hombre como Farid también la quisiera tenía que mostrarse frío, indelicado y, en el fondo, inmoral.  Hasta ese punto llegaba también la mezquindad romántica y "masoca" de Mónica.

-¡Qué haces, qué haces!– la imitó Farid poniendo voz de falsete- ¡Pues conducir, niñata! ¡No vamos a quedarnos aquí parados como dos gilipollas esperando que se nos trague esta oscuridad, porque yo en el Cherokee no pienso dormir, ni permanecer despierto hasta que amanezca contemplando los guiños amorosos de las estrellitas marroquíes como dos cretinos atrapados en un cuento de las mil y una noches! Eso te encantaría, ¿verdad, "chorlita"? Marruecos, el desierto, la noche de romanticismo musulmán... ¡Pues ni lo sueñes, encanto! No estamos para esa clase de novelitas rosas de la época del Califato. Mira que te conozco, pedazo de...

-No, Farid, no vuelvas a llamarme yonqui, por favor...

-¡No se puede ser más cretina! Si eres tú la que personalmente te bautizas con el apelativo que tanto odias, pero que es con el que más te gusta darle a la lengua cuando no te pinchas... O, por lo menos, el único que te pega.

-Por favor, cariño...

-Oye, tía, te he dicho un millón de veces que no me llames cariño. Ecco! Te has pasado todo el camino llamándomelo. Y no lo aguanto. Yo no soy el cariño de nadie, joder. ¡Menudo jilguero tocapelotas!

-Pero tú siempre me llamas habibi, que es lo mismo, ¿no?

-No, no es lo mismo. Y si te lo digo en árabe es porque me suena menos ñoño. Y tú no eres más que una niñata remilgada, digna hija del cursi marimandón de tu papaíto que tampoco es trigo limpio

-Farid, no discutamos más... y dime qué tengo que hacer, por favor...

-Vale, tampoco a mí me apetece más jarana de tipo amoroso... A ver, suelta el embrague... y... No. Espera, porque la verdad es que ese wadi me tiene un poco mosqueado. La última vez que estuve por aquí estaba más seco que un higo chumbo... 

-A veces hablas como un andaluz.

-Es que también soy medio andaluz...

-Sí, eres muy gracioso... cuando te da por ahí- ironizó Mónica.

-Pues sí, habibi, que lo sepas, porque aunque nací en Tetuán...

-¿En Tetuán, no en Tánger?... Yo creí...

-En Tetuán, joder, nada de Tánger. Ecco? Y cuando mis padres la espicharon yo sólo tenía quince años, me colé en Melilla, y de allí pasé a Algeciras donde aguanté tres años con un tío..., bueno no sé si era tío o un primo lejano de mi padre, nunca me lo aclaró, pero el caso es que me trató a patadas, y luego volé a Sevilla, a Madrid, a Barcelona...

-Nunca me lo habías contado.

-Claro que te le conté... y más de una vez, lo que pasa es que con tantos periquitos como te metes tienes ese cerebro de mosquito atontado, y eres capaz de confundir Tetuán con Tánger y hasta con Estambul... Tú o te matas con una sobredosis o acabas con Alzheimer, créetelo... Y, para postre, luego, cuando volví a Madrid porque en Barcelona me las vi y me las deseé...

-Con la policía, seguro...

-Deja de hacerte la listilla, que me voy a cabrear. El caso es que encontré trabajo en una de las tiendas de muebles de tu padre de donde también por indicación del ricachón de tu papaíto me echaron a patadas... Sería porque tuve la desgracia de conocerte y liarme contigo, y luego, como último regalo, me endilgaste a tu amiga Patonia... Que menudo muermo de típa. ¡Esto es el Evangelio, tía! 

-No digas eso... No fue una desgracia,... por lo menos no para mí.

-¿Qué no? Es una verdad más grande que el desierto del Sahara.

-A mí tampoco me gustó nunca mi padre. No tenía que haberte tratado tan mal.

-Lo único que sé es que desde entonces no ando más que metido en líos y si no andamos con ojo vamos a acabar mucho peor de cómo empezamos.

 -Ya andabas metido en líos mucho antes de conocerme...

-¿Yo? ¿En qué líos ni en qué pollas? Estuve trabajando como un negro hasta que me echaron. Y en esos líos fuiste tú la única que me metiste, y de rebote la querindonga de tu amiga Pato que no sé por qué cojones tuvo la jodida idea de venirse a Marruecos contigo. Se podía haber quedado con el sátiro de tu papaíto, y por lo menos seguiría viva. Y ahora mira el regalo que tenemos en el maletero: un cadáver que ya empieza a oler... Así que vamos a dejarlo ya, porque no tengo más ganas de seguir ahora con rollos familiares,... que tú tampoco has sido nunca una santurrona... Y me importa un rábano que te acojones, porque voy a salir del Cherokee y echar un vistazo por ahí... aunque con esta oscuridad no sé qué coño voy a ver. Mira, dale a ese botón de ahí, a ver si se encienden los faros y logro llegar hasta el wadi... -Monica, temblorosa, le dio al botón-  ¡Bien por los dos, se encendieron! Y ahora hay que asegurarse, no sea que acabemos metidos en un pedazo de charco inesperado, y a ver quien es el supermán que nos saca de ahí. Tú te aguantas, y te quedas en el Cherokee, y si el wadi está seco, sorteamos la hondonada, y carrera y manta hasta El Kaa.

-¿Y me vas a dejar aquí sola, Farid? – inquirió Mónica tremendamente asustada.

-¡Otra vez!... Pero venga ya, habibi, ¡no seas tan pedazo de "asna"! Aquí no te va a pasar nada. Nadie te va a comer. No hay tigres ni leones, aunque a lo mejor anda suelto algún mono buscando pareja y quiere ligar contigo, porque, como ya te he dicho antes, ahora eres una yonquimona- bromeó entre risas Farid.

-Cómo disfrutas burlándote de mí- protestó dolorida Móníca- Porque sabes muy bien que soy la única que puede aguantar tus cargantes modales de granuja. Nunca encontrarás otra que...

-¡Ni quiero!, ¿vale?... ¡Pero si es que eres un coñazo!

-¿Y por qué nunca me llamas por mi nombre,... y sin embargo, con Pato sí lo hacías?

-Porque tú eres una habibi... Mi habibi... Y Pato no era más que Pato... una Pato cualquiera.

-Si esperas que te crea...

-Esta bien,... lo siento. Pero repito que eres un coñazo, Mónica. ¿Te gusta más así?

-De todos modos, no tienes por qué estar siempre riñéndome. Sabes muy bien que yo me he pasado la vida desde que te conozco intentando complacerte... y que tú eres lo único que me importa.

Esta vez Farid se mostró más comprensivo y una de sus brillantes sonrisas se unió a aquel cambio de su acostumbrada socarronería:

-Venga, no te mosquees más que no estoy para sermones de enamorada... Si no te va a pasar nada. ¿Dónde está tu espíritu aventurero a lo Ava Gardner en “Mogambo”? ¿Te acuerdas cuando la vimos en Madrid cuánto nos gustó?... Y no creo tampoco que ningún elefante se haya escapado del Kilimanjaro y venga aquí a  pisotearte. Mira, lo que tienes que hacer mientras yo voy a inspeccionar el terreno, es entretenerte mirando este fantástico cielo a ver si ves otro cometa, porque -rió- ¡a experta en ver visiones no hay quien te gane!

-Está bien, sigue con tus pitorreos- se resignó Mónica- Ya sé que no tengo más remedio que conformarme, porque contigo tampoco hay otro remedio posible. Pero ¿y si éste se espabila? – añadió nuevamente alterada refiriéndose a Andrés- ¿Qué hago? Es capaz de maniobrar el Cherokee, que para eso es suyo, y dejarnos aquí tirados.

-Oye, Mónica, que no me voy a Tanzania... Si volveré en seguida, el wadi está ahí mismo y antes de ponernos en marcha hay que asegurarse. Y si Andresito se despierta, trompazo al canto y va que arde...

-Ya me sales otra vez con tu andalucismo.

-Pues eso, que le des otro sopapo con...

-¿Con qué?...

-¡Joder, tía! ¡Y yo qué coño sé! Rebusca por ahí, en la guantera o debajo del asiento a ver si encuentras algo consistente para dejarlo grogui. Además, ya te he dicho que en cuanto crucemos el wadi, nos plantamos en El Kaa de los cojones. Andresito sabe muy bien que llevamos una muerta en el maletero...

-Pero si lo golpeaste antes de que se enterara...

-No me acuerdo. Así que da lo mismo... Mira, tía, por aquí ha parado el ventarrón, y hace un calor de mil demonios, me sudan hasta los huevos. Y hay que llegar cuanto antes a El Kaa porque mucho me temo que la Pato se esté descomponiendo, y hay que enterrarla en cuanto nos plantemos en ese pueblucho. Ya empiezo a notar el tufillo a cadáver... y no me gusta nada. ¡Ufff, hiede, tía, hiede...! Así que hay que correr... Tú quédate en el Cherokee y espera que averigüe si hay agua o no en ese puto charco... Con la luz de los faros por lo menos veré por dónde ando. Aguanta, que no tardo ni veinte minutos...- Cuando Farid salió del Cherokee y puso el pie en el suelo lanzó un gemido de dolor- ¡Joder, cómo me duele el puto pie! Si no fuera por eso ya estaríamos en el pueblucho de mierda. Espero que esa bruja que conozco me endilgue algún ungüento que me alivie el dolor. Y ahora, cojeando, sólo me faltaría darme  una hostia con tanta vegetación... Esto es una selva, joder. ¡Tú, Mónica - recalcó su nombre- vigila que no se apaguen los faros!

-No tardes, Farid, por favor...

-Qué no, habibi...

-Farid, tengo un miedo atroz... ¡No te vayas a perder!...

-"Anda y que te den, yonquimona" - masculló para sí Farid tratando de no tropezar con tanta maleza- "¡Hay que joderse con las tías!"

A medida que Farid se fue adentrando más profundamente en la tupida vegetación, y  pese a que los faros del Cherokee aumentaran de forma notable la distancia que, no obstante, la espesura acortaba y engullía, el joven, saturado de calor y renqueante por el doloroso esguince del pie, en unos minutos fue como reabsorbido entre átomos de la más negra oscuridad. Entonces Mónica sintió de pronto la urgente necesidad de vociferar el nombre de Farid, que andaría tanteando ahora el terreno entre las sombras de aquella especie de intrincada tierra de nadie.  Hasta aquel momento, y tras la larga perorata mantenida con Farid en el interior del vehículo, una vez el viento caliente que había soplado durante todo el día hasta la atardecida en el chiringuito de la carretera donde Patonia había muerto, no se había percatado de la competencia que en el interior del Cherokee organizaban ahora una profusión insoportable de insectos voladores que la estaban devorando. La luz de los faros disipaba en parte las tinieblas, pero nubarrones de formas inverosímiles cruzaban desde el muro impalpable de la oscuridad nocturna atraídas por la claridad y probablemente por el hedor que partía del maletero del Cherokee, que pese a hallarse herméticamente cerrado, de forma lenta y persistente, desde su interior, lanzaba a la noche una fluctuación de corrosiva y cadavérica putrefacción olfativa. Y aunque la mente y el cuerpo de Mónica estaban demasiado fatigados, saltó del vehículo como si se dispusiera a implorar clemencia tras el agitado ataque de aquellas miríadas de insectos que la abatían casi sangrientamente picoteando su piel medio desnuda. Y por más que intentaba palmotear era imposible impedir las reacciones de aquellos minúsculos atacantes que le producían un sufrimiento insoportable. Se cubrió el rostro con la blusa veraniega, pero por unos instantes, atrapada por aquel hacinamiento volador y el inaguantable hedor, creyó que se hallaba apresada en un espacio falto del oxígeno necesario para poder respirar. Entonces subió de nuevo al Cherokee y apagó los faros que según creía habían atraído aquella invasión de insectos. Ahora se disponía, sin embargo, a luchar con las grandes dificultades que le suponía hallarse completamente sola y aislada en aquella dilatada oscuridad de una noche ardiente, sin más vida que la suya y la de los insectos, y porque el terreno en que se veía aprisionada tenía la consistencia desnuda de un insondable vacío y la negra profundidad de un desmesurado pozo. 

Mónica, bajo el sofocante calor de la noche, habiéndose librado a medias de los insectos ya que muchos todavía revoloteaban en el interior del Cherokee, pero no del hedor que partía del maletero, en aquellas horas de completa soledad, sumida en la sólida oscuridad de la anochecida, la ansiedad y el constante terror que le producían algunas nuevas picaduras de mosquitos, tuvo una especie de visión muy clara de que su fin, si Farid no daba pronto señales de vida, estaba ahora más próximo que nunca. Iba a morir sin duda entre aquel aislamiento espantoso. Pero no por ello dejaba de moverse constantemente tratando de repeler aquellas musarañas voladoras (productos quizá de su imaginación) que la aterrorizaban. Lanzaba gemidos constantes, se golpeaba rostro, brazos y piernas, y el calor era tan insoportable que el interior del vehículo parecía arder, y su piel se abrasaba en aquel fuego irreal entre el cual jadeaba asfixiándose Y a todo ello venía ahora a unirse una sed tan devoradora como los incansables y feroces insectos que la acosaban. Por un instante, creyó que lo mejor que podía hacer era volver a intentar poner el Cherokee en marcha aunque Farid, si aparecía como ansiaba con total desespero, acabase poniéndose como una furia. Encendió de nuevo los faros y como la pendiente no era excesivamente recta, recordó algunas de las instrucciones de Farid: encender el motor, quitar freno de mano, pisar con mucho cuidado el embrague o era la palanca de cambios, dudó temblorosa,... luego meter la primera marcha... pero era o no pisando el embrague... sí, si lo hacía con mucho cuidado... y quizás el Cherokee se pondría en marcha... pero ¿hacia dónde? Bajar aquella pendiente... ¿y a qué velocidad?... Si la carrera se producía con todas aquellas manipulaciones de las que no tenía ni idea, emprendería un recorrido incontrolable, o a lo mejor salía disparada, y el vehículo acabaría perdiéndose entre aquella negra frondosidad, una espesura que tampoco podría controlar, y hasta chocar quizá con algún árbol invisible más allá de la maleza, o hundiéndose en el wadi del que Farid desconfiaba. Podía, en efecto, tratarse de un pequeño río, y si el Cherokee acababa sumergiéndose... . ¡No, no, mejor no intentarlo! ¡Indudablemente era una locura! No,... no acababa de decidirse, mientras jadeaba como un animal exhausto. Se miró un momento en el pequeño espejo que ofrecía el parabrisas.Y se sintió mucho más aterrorizada porque la imagen que se reflejaba en el mismo parecía la de un rostro arañado y ensangrentado. No podía ser, todo aquello no era más que pura imaginación, ya que por mucho que la hubiesen picado los insectos, no podía mostrar aquel aspecto. Pero entonces, no supo cómo, o soltó el embrague, o le dio a la primera marcha, o.. ¡no tenía ni idea de lo que había hecho!, pero el Cherokee pegó una sacudida bestial, y viéndose casi despedida pendiente abajo, dio un chillido y por suerte atinó a apretar el freno, pero el Cherokee volvió a zarandearse y se encajó entre una enorme profusión de maleza. Tras el grito encendió los faros otra vez. Unos minutos más y habría chocado con el tronco retorcido y añoso de lo que parecía un olivo enorme..

La sacudida fue como un rayo invisible, como un estruendo fulminante que hasta para el conductor más avezado podría haber significado una fantasía difícil de imaginar. Siguió una pausa temblorosa por parte de Mónica, porque ahora, allí atrapada, tampoco tenía la menor idea de cómo hacer retroceder el Cherokee. Pero tenía que salir de aquella enmarañada trampa en que la tremenda oscuridad nocturna la tenía ahora como oculta, por si Farid aparecía más arriba, y no viendo allí el automóvil, se iba a pegar el mayor susto de su vida. Tendría que salir del Cherokee, internarse por entre los matorrales y aguardarlo sobresaltada esperando una de sus recriminaciones más feroces. Pero entonces aquel avance brutal del vehículo, que nunca pudo ser mayor y peor dirigido por aquella desesperada inexperta, ofreció la inmediata recuperación de Andrés que, alzándose en la parte trasera del mismo, se llevó ante todo la mano hacia la parte de la cabeza que había recibido el rabioso golpe que le había propinado Farid con la culata de la escopeta del dueño del chiringuito, dejándolo inconsciente. Tras la agresión había dormido profundamente durante aquella agitada tarde de huida enloquecida, y ahora trataba de comprender que podía estar sucediendo, ya no en el interior del vehículo, porque únicamente era él quien estaba allí, sino fuera del mismo donde tan sólo reinaban las tinieblas nocturnas. Lo primero que se le vino a la mente, aparte de imaginar dónde podría hallarse, fue tratar de adivinar quién demonios de aquellos dos descerebrados como eran Farid y Mónica había logrado conducir el Cherokee hasta aquel rincón perdido de la noche. Los mosquitos atrapados en el cerrado vehículo, donde el calor resultaba asfixiante, habían empezado a atacarle también. Pero lo peor de todo fue el tremendo hedor que además se concentraba insufriblemente en aquel encierro sorpresa. Pero Andrés no tardó en adivinar a qué se debía la inesperada fetidez intolerable que su olfato percibía. Tenía que salir del automóvil cuanto antes. Trató de empujar con toda fuerza una de las puertas traseras que chocaron con una gran profusión de ramajes. Pero una vez logró entreabrirla, se vio atrapado y arañado por la espesa maleza. Y cuando por fin pudo zafarse de aquella urdimbre de zarzas, comprobó que más allá se abría una pequeña pendiente liberada de la fronda. Estaba terriblemente sediento como si toda la cavidad bucal se hallase encartonada. En el exterior seguía el calor, anduvo unos minutos aunque estaba casi entumecido. Trató de equilibrar su vacilante paso bajo aquel inmenso cielo estrellado que, pese a todo, no ofrecía ni la menor posibilidad de reconocer y adentrarse en el terreno que pisaba.

-“¿Dónde se habrán metido esos dos cabrones?”- se dijo para sí Andrés- “¿Y cómo coño habrá ido a para el Cherokee hasta esa maraña? La yonqui no sabía conducir, y ese capullo de Farid, con el pie hecho mierda, no creo que haya podido traerlo hasta aquí... aunque de ese animal todo se puede esperar. A fin de cuentas, la prueba es que está atrapado ahí abajo. Y nada,... que esto sigue de mal en peor... Y esa loca desgraciada... ¿Habrán sido capaces de meterla en el maletero, porque la peste era...? Prefiero no pensarlo. Pero tengo que sacar el Cherokee antes de que esos dos bestias vuelvan a aparecer. Juraría que tenía una linterna en el coche, a no ser que..." 

-¡¡La hostia!!- exclamó de pronto Andrés porque acababa de chocar con una perpleja Mónica que había salido de la oscuridad, trastabillando y lanzando un grito-¡Pero, tía, ¿de dónde coño sales?

-¡Me has asustado! Creí que eras Farid.

-¡Ni Farid ni hostias! Ese cabrón casi me mata con el culatazo que me pegó... ¿Y ahora qué coño ha pasado? Apuesto a que te ha dejado aquí tirada como una mierda.

-¡No!– negó Mónica, con tal decisión que no admitía réplica.

-¿No?...– observó frenético Andrés- Entonces, ¿por dónde anda ese capullo? Y tú por aquí deambulando como una gata perdida en plena noche. ¡Menuda gilipollas!... Oye, ¿no tendrás por ahí una botella de agua, porque la sed me está matando?

-No, y estoy tan sedienta como tú. Pero Farid tiene que volver,... lo estoy esperando, qué te crees, ¿qué me iba a dejar aquí tirada en mitad de la noche?

-De ése cabroncete puedo creérmelo todo... ¡Joder! ¿Pero cuándo coño se va a acabar esta pesadilla? – gritó el joven Cruz- Primero casi me dejáis en el sitio con... ¿qué fue?

-La escopeta del Mohamed...

-El del chiringuito... ya... ahora caigo... Y luego el Cherokee. Y no me vayas a decir que ha sido tu camello el que lo ha traído hasta aquí...

-He conducido yo... Farid me fue indicando lo que tenía que hacer...

-¿Tú? – se asombró Andrés- ¡Menudo par de majaras! ¡Si es que no estáis en vuestros cabales! ¿Tú sabes lo que os podría haber pasado conduciendo ese bicho? ¡Estás tan loca como él! Por eso no me extraña habérmelo encontrado atrapado en esa especie  de selva... ¡Ah, putos mosquitos! – palmoteó Andrés- Nos van a comer... Pero, ¿y ese cabrón dónde anda metido?... ¡Uff, tía necesito agua!...

-Ahí enfrente hay un wadi – se disculpó Mónica.

-Pues no habrá más remedio que salir pitando y meter la cabeza en el agua...

-Farid ha ido a comprobar si está seco o no...

-No me extrañaría que esté más seco que mi boca.

-Luego seguíamos hasta ese pueblo del Kaa para...

-No hace falta que me lo digas... Lleváis a esa pobre desgraciada,... tu loca amiguita, en el maletero... Ya me dio el olor... Habrá que enterrarla ¿no? Pero seguís siendo dos descerebrados de mucho cuidado. ¡Casi nada! Un cadáver en el maletero, yo inconsciente de un culatazo ahí dentro, y jugándoosla hasta aquí... porque si os llega a detener la policía... ¡aunque ojalá hubiese sido así!, porque ahora estariáis los dos en chirona, y tengo entendido que las cárceles de Marruecos no son un hotel precisamente. Yo, por lo menos, me habría librado de vosotros. Pero, chica, a ver,  ¿tú es que no te das cuenta de que tu Farid está como una puta cabra? Si casi me mata a mí también... ¡Vale, da lo mismo!... ¿Y dime? ¿Te ha explicado por lo menos cómo y por dónde se llega a ese pueblo de El Kaa?

-Farid me aseguró que en cuanto pasemos el wadi lo tenemos enfrente...

-¿Y si el wadi, en lugar de wadi es un río con más agua que el Tajo? Bueno, por lo menos tendríamos donde saciar esta puta sed... suponiendo que el agua sea bebible... Es igual, será mejor dudarlo...

-Pero tu Cherokee puede vadearlo, ¿no?

-Eso espero, porque yo os dejo a los tres en ese Kaa de los cojones... Tres,... ya me entiendes, no hace falta que te diga quien es el tercero o la tercera... en este caso. Y luego me largo de una vez a Marrakesh, porque no veo la hora de perderos de vista, de escaparme de esta pesadilla en que ando metido desde que os conocí, y volver a Madrid. Porque yo no os sacó ya de más líos. Y os las componéis como podáis.

-¿Y nos vas a dejar tirados? – observó Mónica asustada- Ya sabes que andan detrás de Farid... Acuérdate de Fez....

-¿Qué si me acuerdo? ¡Joder!, ¡Claro que me acuerdo! ¿Cómo no voy a acordarme si casi nos matamos... como esa pobre chavala,... la loca de tu amiga? Pero, además, que yo tengo que volver a Madrid. No voy a seguir viajando con  un descerebrado como Farid y tú una enamorada yonqui...

-No me insultes, por favor...

-Está bien, espero que logres desengancharte algún día. Aunque yo no voy preocuparme más ni por ti ni por tu camello... ¡Pero si es un asesino, joder! Si me llega a dar más fuerte con la culata de la puta escopeta del Mohamed me descalabra... Oye, mira, te propongo la mejor de las soluciones, deja a Farid, saco el Cherokee de ahí y...

-¿Y la Pato? ¿Qué hacemos con ella?

-Pues... algo habrá que hacer... – dudó Andrés.

-Además, yo a Farid no pienso dejarlo...

-Está bien, saco el Cherokee, y a ver si podemos llegar a ese pueblo suponiendo que de verdad esté cerca de aquí... Allí habrá que... bueno ya sabes... ¡Joder, estoy soñando con una buena cerveza helada! Y tú te quedas con tu Farid, porque yo me piro. No tengo ganas de acabar también entre rejas como más tarde o más temprano acabaréis los dos... Espero que una vez allí no haga faltar explicar lo sucedido con tu amiga, y que tu Farid se coma él solito el marrón. Ya veremos qué tipo de pueblecito es ese, porque como haya pasma, ya verás tú... Prepárate... Pero ahora hay que salir de aquí, porque en lugar de Marruecos parece que estoy en la selva amazónica. Nos están comiendo los mosquitos...

-Ya lo sé... Pero si enciendes los faros será peor.

-Tía, ¿eres gilipollas? No hay más remedio que encenderlos, si no a ver cómo coño voy a conducir. Además, tú eres la que lo ha metido ahí. ¡Y no se ve una hostia! Si hubieras buscado... creo que en la guantera llevaba una linterna.

-Yo no he visto nada.

-Porque ni siquiera se te habrá ocurrido buscarla... ¡Ahh,, joder, cómo me las tengo que ver!- suspiró Andrés- ¡Menudo viajecito me habéis dado! ¡Maldigo la hora en que se me ocurrió escoger Marruecos para hacer turismo!... Bueno, ahora voy a sacar el Cherokee de toda esa maraña... Y a ver si aparece ese cabroncete... Espero que el wadi esté seco... Por lo general, suele ser así... Aunque me quede sin agua... Lo atravesaremos,... que siga la puta aventurita, y que tu enamorado nos guíe hasta ese Kaa de los huevos.. Y a ti que no se te ocurra moverte de aquí, porque voy a arrancar el Cherokee...

-¿No irás a dejarnos tirados?- dudó Mónica.

-¿Otra vez con la misma monserga?... Aunque después de la que me habéis armado, tendría que hacerlo... Pero, ¿a ver dónde voy yo con el regalito del maletero y dos majaras como tú y ese traficante de tres al cuarto? 
 
Cuando Andrés se dirigía hacia el inmovilizado Cherokee, apareció Farid cojeando, pero a pesar de ello dando largos y vigorosos pasos, y el rostro contraído por la excitación.
 
-¡Farid!, ¿eres tú?- gritó Mónica viéndole aparecer con los ojos fijos en aquella sombra que de pronto se iluminó con los faros del Cherokee detrás de él.
 
-¿Quién iba a ser si no, tonta del bote? ¿Drácula...? Pero,... ah, ya veo  que el Andresito se ha despertado por fin,,, ¿Y qué hace el Cherokee ahí metido entre la maleza? 

-He sido yo, Farid... ¡No sé cómo lo hice pero... !

-¡Yonquimona!...¿Pero tú dónde tienes la sesera? Ya te advertí que no tocaras nada hasta que yo volviera... ¿Qué pretendías, matarte como la loca de tu amiga? Ahí detrás no hay más que árboles, y el tortazo que te ibas a pegar también iba a ser de campeonato... Era lo que me faltaba, además de la Pato, cargar contigo con la cabeza abierta como una sandía. ¡Puta desquiciada!... ¿Y ése -refiriéndose a Andrés- qué te ha dicho? Supongo que con el cabreo que arrastrará no saldrá pitando y nos dejará aquí...
 
-¿Con la Pato en el maletero?
 
Andrés había arrancado por fin el Cherokee, y dando marcha atrás, logró escapar de la maraña en que había quedado atrapado. En un minuto se plantó en la pendiente libre de zarzas donde Farid y Mónica lo esperaban a la luz de los faros encendidos.
 
-¡Menos mal!- dijo Farid- Ya lo tenemos aquí. ¿A ver con qué talante nos sale? Y tú chitón- advirtió a Mónica.
 
Andrés detuvo el vehículo, y salió del mismo. Era como una renegrida imagen medio iluminada por la luz trasera del Cherokee, con el rostro contraído por la excitación y un ligero conato de ira.

-¡Hombre, Andresito!- exclamó Farid- ¡Menos mal que no te has muerto!...

-¿Qué pasa, descerebrado? ¿No tenías bastante con el muerto que llevas en el maletero, que querías cargar con otro? ¡No me has descalabrado de milagro!

-No te enfades, colegui. Si lo hice por tu bien... No fue más que un trastazo de nada...

-¿De nada, cabrón? Y he estado inconsciente más de una hora... 

-Puedes agradecérmelo, porque te has librado de una buena... No sabes lo que nos ha costado llegar hasta aquí.

-Puedo imaginármelo... ¿Cómo se te ha ocurrido permitir que esta loca que te acompaña haya podido conducir si no tiene ni puta idea de cómo llevar un volante? No nos hemos matado también de milagro... Y encima, ¿has visto dónde coño estaba metido el Cherokee? ¿Cómo pensabais sacarlo de ahí?

-Con tu ayuda, colegui. Sabía de sobra que no tardarías mucho en despertarte... Y no me he equivocado.

-No soy tu colegui, a ver si te enteras de una vez... Por cierto, que ésta y yo estamos a punto de morir de sed, y me imagino que tú también... A ver, ¿qué hay de  ese wadi? ¿Tiene agua o no?

-Seco y reseco, Andresito... Y con tu Cherokee lo vadeamos sin problema.

-Mira, tío, ya me acuerdo de que me hablaste de ese pueblo... El Kaa... Y no voy a tener más remedio que llevaros hasta allí  a los tres... Tres, contando a esa pobre desgraciada del maletero, porque no hay más remedio que enterrarla en esa tierra de nadie. Pero ten por seguro, que luego me largo y os apañáis como podáis, porque yo no cargo con vosotros hasta  Marrakesh. ¡Entérate de que esta puta aventura se acaba para todos en ese perdido Kaa donde quieres llevarnos! Y esta vez voy a vigilarte con mucho cuidado, no sea que intentes quitarme de en medio otra vez.

-Pero no seas borde, tío... Ecco? ¿Cómo coño nos vamos a quedar en ese pueblo de mierda ésta y yo? ¿No ves cómo tengo el pie?

-¡A tomar por culo tu pie!... En Marrakesh cojo un avión y salgo pitando para Madrid.  ¿Es que no te enteras de que esta aventura se ha acabado ya definitivamente y que estoy hasta los huevos de vosotros dos y no veo la hora de perderos de vista?... Ah, y como le he dicho a ésta, espero que en ese Kaa no haya pasma, porque como sea así, vais a acabar entre rejas. 
 
-¡Y tú! Porque tampoco te ibas a librar. 
 
-Yo tengo mi pasaporte y billete de vuelta en la maleta,... a no ser que me los hayas sisado...
 
-No te hemos sisado nada, colegui... Pero por el tema de El Kaa, tranqui. Por allí la pasma ni se acerca.

-Eso espero. A fin de cuentas no soy más que un turista en manos de dos majaras.

-Oye Andresito...

-Haz el favor de no llamarme Andresito ni colegui... ¿Estamos?

-Vale tío... Pero sólo quiero tranquilizarte. Yo en ese pueblo tengo amiguetes... 

-¿Qué clase de amiguetes, porque si son como tú...? - dudó Andrés.

-Amigos de verdad, tío... Buena gente. Estuve viviendo y trabajando allí casi un año.

-¿Tú? ¿Trabajando? Dirás trapicheando con droga... Es en el único trabajo en que puedo imaginarte metido.
 
-¡No empieces con tus pijoterías! -exclamó Farid- Son buenos amigos que no dudarán en echarnos una mano con la pobre Pato. Y luego carretera y manta hasta Marrakesh...

-Ya te he dicho que no pienso cargar con vosotros dos hasta Marrakesh...

-Tendrás que hacerlo, tío, porque... si no lo haces, tú no sales tampoco de ese pueblucho de mierda.

-Ah, ¿conque ahora me vienes con amenazas? Ya me imagino con qué clase de mafia andas tú mezclado. Me lo tenía que haber olido... aunque para olor ya tenemos bastante con el que tenemos perfumando el Cherokee.

-Tú verás lo que haces... Yo tengo el pie jodido, pero con esta Cleopatra, después de trincarte el Cherokee, nos plantamos en Marrakesh...
 
-¡Yo, no Farid, otra vez no...! - exclamó aterrorizada Mónica.

-¡Tú te callas, joder! Porque si necesito que lleves el Cherokee de éste hasta Marrakesh, lo harás y basta... Y entonces vas a ser tú, colegui, quien no salga de El Kaa.
 
-¡Eres un cabrón de mucho cuidado! ¿Conque eso es lo que piensas hacer si yo no cargo con los dos otra vez?...
 
-Oye tío, tengo que llegar hasta Marrakesh como sea... Y no lo voy a hacer con una muerta en el maletero y cojeando... Además, tengo que librarme de las naranjas de Valencia... que valen una pasta...
 
-¡Ah, las naranjitas de los cojones! Pero en Fez casi nos matan... ¿Y quién te dice a ti que no te estén esperando también en Marrakesh?
 
-Mira, tío, no te lo voy a repetir. ¿O nos llevas o te quedas en El Kaa con la muerta y sin el Cherokee, y a ver cómo sales de allí? ¿Tú decides?... 
 
-Por lo menos habrá algo de beber, ¿no? Si es que no morimos de sed antes de llegar- dijo Andrés pálido de rabia.

-Tendrás tu cervecita fresca, no te preocupes. Además tengo que curarme este maldito pie que me está matando...

-"Qué más quisiera yo" - musitó el joven Cruz- Pero que conste que no es sólo cerveza helada lo que necesito, tengo... o tenemos que comer algo. Además, necesitamos un retrete, porque hace dos días que no vacío el intestino, y me duele el vientre. No sé tú, pero no somos autómatas, tenemos necesidades físicas, y no podemos ir por ahí evacuando al aire libre como si fuéramos perros o gatos. Una cosa es desaguar en el campo y otra muy diferente lo que ya te he dicho.
 
-Pues yo a veces aguanto hasta una semana, tío- rió Farid.
 
-Por mí como si el estreñimiento te dura un año. Ya reventarás, y cuando te ocurra, lo más probable es que te quedes en la gloria, y eso suponiendo que llegues a contarlo...
 
-Tiene razón, Farid. Yo también necesito ir al baño... - dijo Mónica.

-Mira, meona, tienes ahí un campo inmenso y libre para que puedas vaciarte todo lo que te dé la gana. Y si no, aguántate hasta que lleguemos a El Kaa.
 
-¡Joder, además de cabrón, eres un bestia!- exclamó Andrés.
 
-¡Bah!...  Oye, cambiando de tema. ¿Tú te acuerdas de "Los Wikingos"?- preguntó Farid
 
-¿Wikingos? ¿Qué wikingos ni qué hostias? ¿No estarás delirando? ¡Ufff!

-Sí, colegui...

-¡Y dale...!

-"Los Wikingos", la peli, tío, aquella del Kirk Douglas, al que un halcón lo dejaba tuerto. Seguro que también te la tragaste alguna vez. Acuérdate de que salía una tía bruja.  La Kitala... la que echaba los huesos...
 
-Tú has visto muchas películas, y ahora comprendo lo de tu estreñimiento crónico. Te quieres parecer a tus artistas que nunca necesitan retretes... por lo menos en las películas, porque en la vida normal serán como cualquiera de nosotros. ¿Y tú? - se dirigió Andrés a Mónica- ¿Te das cuenta o no de una vez de que tu camello no discurre como es debido? 
 
Pero Mónica lo único que hizo fue disculpar a Farid alzando los hombros y manoteando para librarse de los mosquitos. 
 
-A éste animal ni los mosquitos le pican...- añadió el joven Cruz- A ver, ¿y a cuento de qué viene ahora ese rollo de los wikingos y la bruja?

-Porque en El Kaa tengo una vieja Kitala como la de la película, una bruja que no te echa los huesos, pero que te los cura con potingues y otros mejunjes que se inventa. Te aseguro que la Kitala del Kaa me deja el pie como nuevo.

-Mira, ya me tienes hasta los huevos con tus gilipolleces. De verdad que no puedo más... Me muero de sed. Tengo hambre. Necesito un retrete, y no me atrevo a mear por aquí y volver a darte la espalda no sea que me dejes en el sitio otra vez... Así que, si os tengo que llevar hasta ese Kaa de los cojones, os llevo... 

-¿Y a Marrakesh?- aventuró Farid.

-Tú también me has tomado a mí por Lawrence de Arabia metiéndome en esta aventura del desierto... Por lo menos, espero acabar mejor que él. Y habrá que repostar en alguna parte, ¿no, pedazo de cabrón?

-¡Bien por ti, Andresito! -se explayó Farid- No me importa que me llames cabrón, si eso te calma los nervios. Y no te preocupes. Repostaremos en El Kaa... Y también podrás "jiñar" hasta hartarte.

-Oye, métete tus groserías por donde te quepan... si es que tienes sitio.
 
-Muy finolis eres tú, colegui...
 
Por lo menos, hasta más allá de las dos de la madrugada, estuvieron sumidos en la depresión que el angosto terreno y el reseco wadi ofrendaban. Ello significaba recorrer más de veinte o treinta kilómetros dando tumbos. La nueva aventura era superior a las fuerzas de Andrés, una carrera en plena oscuridad que implicaba una seria limitación a la marcha del potente Cherokee. Andrés recordaba que el día anterior, antes de detenerse en el chiriguito próximo a la polvorienta carretera, había sido más largo todavía que el de esa noche, pero por lo menos no tan accidentado. Tuvieron dos serios tropiezos frente a una elevación pedregosa en la que podrían haber volcado o reventar alguna de las ruedas del vehículo. Y Andrés tuvo que detener el Cherokee.
 
-Pero, colegui, ¿qué cojones haces? ¿Por qué te paras? - preguntó intranquilo Farid.- Así no vamos a llegar nunca.
 
-Pero tú, so descerebrado, ¿tienes al menos la más ligera idea de por dónde nos estás metiendo?... Tú no reventarás, pero el Cherokee sí. Estamos en lo alto de un pedregal inacabable y nos vamos a matar. Qué bien te las prometías, ¿no?, imaginando que tú amiguita iba a ser capaz de meterse por este infierno pedregoso sin pegaros la hostia que os merecéis. ¿Y no decías que teníamos ese puto Kaa ahí enfrente, si hemos recorrido ya más de veinte kilómetros dando bandazos sin que ni una luz aparezca por el horizonte. 

-Mira, Andresito, no te mosquees más, joder, porque en cuanto salgamos de este pedregal, un poco más allá verás una extensión mucho más rasa, por lo menos de dos o tres metros de anchura, y por ahí  "embalas" el  Cherokee todo lo que te dé la gana. 

-¿De cuantos kilómetros si puede saberse, porque el dichoso pueblo parece que está en la Unión Sudafricana?

-Diez o quince kilómetros más y llegamos. No te engaño, tío.
 
-¿Enfrente, eh?  Y con esta insoportable peste...

Una media hora después, efectivamente se abrió un terreno mucho más plano que el Cherokee recorrió a toda velocidad entre una polvareda insufrible. 

-Andresito, estoy viendo una luz allá lejos. ¿No la ves tío?- dijo alegremente Farid.

-Lo único que veo es polvo...

-¿Y la luz?...

-Sí, la veo también. Menos mal...

-Oye tú, espabila- zarandeó a Mónica Farid- Esta yonquimona se ha dormido.
 
-¡La hostia!- exclamó de pronto Andrés, frenando en seco ante una amplia alberca llena a rebosar probablemente de pura agua de lluvia que descendía por un canal de unos dos metros de anchura, profundo con toda seguridad, y que tendría  cosa de medio kilómetro de longitud hasta internarse, entre palmerales, en lo que sin duda era un conjunto de tierras de labranza y diseminadas viviendas de adobe.
 
-¿No querías agua, Andresito? Pues ahí la tienes... hasta para bañarte-  lanzó una carcajada Farid.
 
-Pedazo de majara, encima te vas a reír. Si no llego a frenar nos tragamos ese depósito y sería el Cherokee el que habría acabado bañándose.
 
-Pero si ya estamos en El Kaa. Ecco? Se acabó el bamboleo. 
 
-Ya hemos llegado, Farid, ¿de verdad? - preguntó Mónica.
 
-Que sí, Cleopatra. ¡Aquí tienes tu reino! Venga, que hay que espabilar...

-Pero si todo dios está durmiendo, joder...- aclaró Andrés

-Normal.  Aquí la gente también duerme. Pero no te preocupes, yo despierto a mis parientes en un periquete.

-¿Parientes? - se extrañó  Andrés- ¿No eran amiguetes?.

-Lo mismo da, sean parientes o amiguetes, lo primero que nos van a exigir es pasta... guita, colegui. ¡Los dirhams o los billetes de mil son los que cantan en todo Marruecos. ¿Llevas pasta, no?

-Llevaba, si tú no has metido la mano en mi mochila.

-¡Por el Profeta y por Al-ah, Andresito, te puedo jurar que no te he afanado ni un dirham ni un billete verde de tu mochila! Que te lo diga ésta. ¿Es verdad o no, yonquimona?
 
-A mí no me líes ahora. Tú sabrás si lo has hecho o no - dijo Mónica- Que lo compruebe rebuscando en su mochila. Ahí sigue, en el coche... 

-Está bien. Voy a fiarme una vez más de ti. Pero yo necesito beber y un retrete. ¿Estamos? Y acuérdate también de que hay que repostar.

Una hora más tarde, dos o tres de las viviendas se llenaron de puntitos de luz aunque entre el más sombrío de los silencios. Farid había desaparecido, dejando a Mónica y Andrés y su visible cansancio junto al Cherokee.
 
-"Qué tres locos" - musitó cuando se decidió a recoger su mochila del vehículo y comprobó que el dinero que había llevado para el viaje no había desaparecido- "Sin comida ni bebida, sin retrete, y sin descanso en el culo del mundo"...- luego se dirigió a Mónica- Mira, aquí estaba la linterna, en la guantera.
 
Todo fue pisar El Kaa y notar de golpe un descenso de la temperatura. Dos encendidas bombillas situadas en un par de esquinas de las viviendas mostraban, entre el resto de la densa oscuridad, el aspecto precario de un pueblo olvidado, con toda probabilidad lleno de privaciones y por ello mismo hasta de esperanzas dado su miserable aislamiento. Una puerta se abrió de pronto en una de las viviendas no demasiado apartada de ambos jóvenes. Y apareció Farid indicándoles que entrasen. Era una especie de pequeño bazar donde se mezclaban una gran cantidad de productos alimenticios y bebidas: cervezas, coca-colas, agua embotellada y típicos enlatados de limón, manzana, tés y cafés. 

-¡Por fin! -exclamó Andrés cuando pudo calmar su sed con una cerveza fría, que le sirvió un viejo tendero al que Farid había arrancado de la cama.

Mónica se tomó dos coca-colas heladas y Farid exclamó:

-Vale ya, tonta del bote, que no vas a poder aguantar tantos gases. Y tú, colegui, ahí tienes un retrete... pero no esperes gran cosa, que no estamos en Casablanca. Además, que esta gente no usa papel higiénico.

-Tengo toallitas húmedas en la mochila, imbécil.
 
Cuando Andrés salió del retrete, le tocó el turno a Mónica.
 
-¡No te vayas a caer por el agujero!- Exclamó riendo Farid- Oye Andresito, págale a éste las bebidas. Y esta noche habrá que echar un sueñecito. La bruja Kitala nos deja una habitación, y mañana me va a meter mano en el pie con algunos de sus potingues. Aquí ha empezado a refrescar, hay que abrigarse y sobre todo dormir. ¿No te parece?

-A ver, ¡qué remedio!

-Mira, tío...
 
-No, no me digas nada más, y no me cuentes más películas. Déjate de rollos, porque no me aguanto en pie. Dile al viejo que nos dé dos o tres paquetes de esas galletas, toma el dinero, y llévame a casa de la bruja Kita cómo se llame, que estoy deseando dormir, y espero no tener ninguna sorpresa mañana cuando me despierte. Te advierto que voy a dormir agarrado a mi mochila. 
 
-Venga ya, que nadie te va a robar nada. Lo primero que vamos a tratar mañana es el tema Patonia.

-Vale, vale... Mañana  lo hablamos. Y encárgate de que reposten el Cherokee si quieres que lleguemos a Marrakesh... ¡Ah, y te advierto que las llaves del Cherokee las tengo a buen recaudo también... por si las moscas.
 
Farid lanzó una carcajada. 

-Venga, tú, Móniquilla, muévete que hay que dormir, aunque éste sigue sin fiarse de nosotros. 
 
-Y mañana os coméis el marrón de Patonia los dos juntitos, porque yo no pienso asistir al funeral- advirtió Andrés.
 
-Yo tampoco... - intervino Mónica, saliendo del pequeño bazar.
 
-¡Tú vete por ahí, a ver si aparece un mono de verdad, que no es el mono que tanto te emboba, y te viola, por yonquimona! - exclamó Farid.
 
-¡Burro!... - gritó Mónica.
 
-¡Anda y que te den!- replicó Farid, y luego se dirigió de nuevo a Andrés- Pero tú pagarás por lo menos, ¿no? Porque yo estoy sin blanca y si no hay guita no hay entierro.
 
-Pagaré, pedazo de animal - aceptó Andrés- Pero intenta que no se dispare la tarifa de tus amiguetes. Que tú eres muy capaz de ponerte de acuerdo con ellos para arrancarme hasta el pellejo. Este viajecito ya me ha salido por un ojo de la cara, así que no te hagas ilusiones.

-Joder, tío, a desconfiado no hay quien te gane - añadió Farid.

-Tengo mis motivos, así que deja de hacerte el tonto... Ya sabes hasta dónde estoy de tus tomaduras de pelo.

-Pero hay que enterrar a la Pato, tío. Y no tengo ni idea de cuánto nos pedirá esta gente por hacerlo...

-Tú procura que no disparen a matar porque mi bolsillo ya no puede dar mucho de si. Y si accedo a pagar el entierro de esa pobre desgraciada en este rincón perdido del mundo es porque, además de sentir lástima por ella, tengo la esperanza de salir pitando para Marrakesh, perderos de vista de una vez a ti y a tu yonqui, y volar a Madrid de una vez  imaginando que todo lo que he vivido con vosotros tres no ha sido más que una puta pesadilla. Y de lo que me sobre, si es que me sobra algo...

-Te sobrará, Andresito, te sobrará, tenlo por seguro. Yo sé aviarme muy bien con estos idiotas - aseguró  Farid bajando la voz.

-¿Idiotas? - dudó Andrés- Ahora resulta que tus amiguetes no son más que una pandilla de idiotas. Cómo para que me siga fiando de ti. Bueno, me importa un huevo que sean unos idiotas o unos espabilados...

-Baja la voz, colegui, que estos entienden el español tan bien como tú y yo... - previno Farid.

-Encima... ¡joder!. Pero insisto en que necesito que me sobre algo de pasta. Una vez en Marrakesh tengo que pagar un hotel antes de volar a Madrid, y, por supuesto, soltar el Cherokee.

-Ecco, colegui.

-Ni ecco ni leches, porque ni un dirham más de los míos va a ir a parar a tus manos. Tú y ésa os las componéis con tus naranjitas, y procura que esos mafiosos que os están esperando no os den el pasaporte a un mundo mucho mejor que este. Pero yo, entérate, me quito de en medio en cuanto pisemos Marrakesh. Así, que tú verás como te las arreglas. De lo que estoy seguro es de que no me gustaría estar en vuestra piel. Tendréis suerte de que el marrón que os espera allí no acabe a tiros...

-Venga ya, colegui, siempre tan aguafiestas - se quejó Farid- El trapicheo de mis naranjas es pan comido. Me parece que tú también has visto muchas pelis de gángsters. Es un negociete seguro, sin tiros ni pollas. 

-Mejor para los dos...

-Tú llévanos a Marrakesh, y luego Salaam-Aleikum,... ¡desapareces!...

-Eso no lo dudes... Y ahora llévame hasta tu Kita lo que sea, que quiero dormir aunque sólo sean cuatro o cinco horas.

Al despuntar la mañana, lo primero que hizo Andrés fue asegurarse de que su nochila seguía a su lado. Por suerte, allí estaba. Su despertar se había aligerado de tal forma que, por un instante, su mente divagó hasta tal punto que cuanto más reflexionaba sobre todo lo sucedido los días anteriores, menos lograba caer el cuenta de que fuese cierto el triste papel  que había estado desempeñando en aquella enloquecida aventura desde el primer día que aterrizó en Marruecos. Ahora se hallaba dispuesto a huir hacía Marrakesh hasta agotar definitivamente el resto de sus maltratadas energías. En efecto, aquella pesadilla seguía resultando tan persistente al despertar que, tras haber pasado la noche en una raída y dura alfombra, aquel viaje, que ya había dado al traste con su paciencia, exigía de una vez por todas no tener la menor consideración con aquellos dos locos de Farid y Mónica. Estaba bañado en sudor y su ropa apestaba. La radiante luz del sol penetraba por un alto y pequeño ventanuco sin cubrir en el destartalado cuartucho en el que había dormido. No podía aguantar ahora, pese al sudor que cubría su cuerpo, el deseo incontenible de orinar. Y su boca se hallaba tan reseca por una sed insufrible que la misma privación de conseguir como fuera una bebida le daba aún más sed. El tabuco en que se hallaba parecía ahora una especie de pequeño laberinto entre cojines de múltiples dibujos arábigos y coloreados frente al pertinaz esfuerzo por hallar un retrete y escapar de aquel encierro abrasado por la soleada mañana. Alcanzó finalmente la salida bajo un cielo infinitamente azul y cegador. Y se detuvo entre un montón de piedras casi prehistóricas donde pudo orinar. Fue la suya una sensación penosísima cuando comprobó que un grupo de niños le estaban observando divertidos hasta acabar riéndose de él ruidosamente.

-¡Buhhhh! ¡Fuera de aquíiiií... monicacos! ¡Qué hostías estáis mirando! - Los desafió Andrés, espantándolos, pese a hallarse sediento, con voz fuerte y aspavientos.

Siguió luego protegiéndose del sol por el muro de aquel tugurio que le proporionaba algo de sombra. Pero los alaridos de la chiquillería continuaron persiguiéndole. También el pueblo había ido despertando, aunque Farid y Mónica no aparecían por parte alguna.

-"Mejor. Si ese par de descerebrados no dan señales de vida - se dijo para sí Andrés- salgo pitando de aquí"... "Pero... ¿qué hago entonces con..."  - dudó, recordando a la desgraciada Patonia oculta en el maletero- "¿Se habrá encargado de una vez ese cabrón de Farid de que la entierren  mientras yo dormía?"...

La persistencia de la solana resultaba insufrible. Por fin, frente a él se abrió un pequeño palmeral y vio bajo aquella sombra el Cherokee.

-"Menos mal..." -se dijo- "Pero... tengo que beber... Necesito una cerveza bien fresca, joder,... y además estoy  muerto de hambre. ¿Cómo voy a salir de aquí sin comer algo?"
 
Muchos de los pobres habitantes de El Kaa observaban ahora con enorme curiosidad el  paso dubitativo de Andrés. Algunas mujeres, con el rostro semicubierto, cuchicheaban divertidas desde las puertas entornadas de sus pétreas y deterioradas casuchas. 

-¿El bar... cerveza, desayuno?... - preguntó Andrés, sin obtener respuesta.

Por fin, se detuvo ante un pequeño grupo de hombres.

-Tú, español... allí bar, desayuno... - le indicó uno de ellos- Allí tu amigo Farid, y novia... Cerveza muy fresca... También café, y pastela... Desayuno muy bueno... No muy caro...
 
Andrés comprobó que se trataba del pequeño bazar de alimentos y bebidas donde había estado la noche anterior. El encuentro con Farid fue inmediato, porque éste apareció en la entrada del local tan fresco y sonriente como de costumbre. 

-¡Eh, Andresito, aquí, tío! - exclamó- Has tardado en aparecer, colegui...
 
-¿Y por qué no has tenido los santos cojones de despertarme y acompañarme hasta aquí? Llevo una hora perdido y dando vueltas por el pueblo, joder- se lamentó Andrés.

-No te enfades, colegui...- dijo Farid- Te tengo preparado un desayuno de buten... Y en cuanto llenes la barriga, nos largamos de aquí.

-Primero, una cerveza bien fría... Tengo la boca tan seca que casi no puedo hablar... Trae esa cerveza...

-Bebe, bebe colegui...Y luego un buen café para que te despejes... Y también una buena pastela... o croissants si lo prefieres. La yonquimona ya se ha puesto las botas...

Mónica obsequió la aparición de Andrés con una mirada indiferente, mientras sorbía con avidez un café.
 
-Y ahora un cafelito bien cargado, colegui... Y come lo que más te apetezca.
 
-No puedo hacer otra cosa,... creo que me lo merezco. ¿Quién sino yo es el pagano?
 
-¿Dormiste como un tronco, eh?...
 
-¿Y tu pie? ¿Te lo arregló la Kita ésa con algún mejunje? Por cierto que no le he visto el pelo en el chamizo donde me metiste...
 
-Algo arregló... pero todavía duele...

-Ya... Pero, y del otro asunto, ¿qué hay? ¿Se ha podido...? - observó preocupado Andrés.

-Hecho, Andresito... Ésta -se refirió Farid a Mónica- no ha querido ni dar su última despedida a la amiguita Pato...

-Oye, los detalles morbosos no me interesan- exclamó Andrés, movido por un impulso que podía parecer displicente, pero que en realidad se hallaba dotado de una sensación de profundo desconsuelo y lástima recordando a la alegre y linda muchacha que conociera en Assilah- ¿Y cuánto...?

-Ese grupito de ahí- señaló Farid a los amiguetes- se ha encargado de todo.

-Ya te he dicho que nada de detalles- se obstinó Andrés, y su voz tembló ligeramente- Así, que ve al grano.

-La pasta, ¿no, Andresito?...

-¿Tú qué coño crees?

-10.000, colegui- aclaró Farid.

-¿Diez mil? ¿Estás loco, cabrón? - se escandalizó  Andrés.

-No ha sido tan fácil, tío... Estos temas funerarios aquí no son tan sencillos... La caja ha costado un pastón y luego todo lo demás...  
 
-Ya te he dicho que no me expliques nada más, joder. Deja de insistir con los putos detalles- zanjó de nuevo Andrés.
 
-Pero en el precio también está incluída la gasolina para el Cherokee- manifestó satisfecho Farid.. 
 
-Y supongo que tu ganancia también, ¿no, tío listo? Que a mí no me la das...

-¡Ni un duro, Andresito! ¡Ni un duro! Te doy mi palabra... - brotó la falsa respuesta de Farid inmediatamente.

-Ya sabes tú muy bien por dónde me paso yo tu palabra. Cuatro chavos para tus amiguetes, ya sean familiares o no, y una buena ganancia para tu bolsillo por si no logras deshacerte de tus naranjitas.

-Chiiissst, coleguí, ni mu de las naranjitas. - musitó Farid señalando al tendero- que éste entiende y conoce por donde andan los tiros...
 
-¿Los tiros, eh? Los que tú te andas buscando desde que salimos de Fez.
 
-No, colegui, los trapicheos. ¿Entiendes?
 
-Claro que lo entiendo, so gilipollas.
 
-¡Y venga ya, tío, no te mosquees otra vez! Si para ti 10.000 pelanduscas son una ridiculez...

-¿Una ridiculez, cabrón?...

-Pero, ¿tienes la guita, no? Porque si no soltamos la mosca, de aquí no salimos, Andresito. ¿Tú has visto los caretos de ésos seis que están ahí fuera? 
 
-¿Seis? Pues a mí me parecen un regimiento  - ironizó Andrés
 
-Te pueden parecer séis o veinte. Lo mismo da. Pero entérate de que si no cobran, ya podemos olvidarnos del Cherokee y de Marrakesh. Lo digo muy en serio. Ecco?

-Mira, no me vaciles más ni me vengas ahora con amenazas, que ya me conozco el percal... Si yo supiera que soltando 10.000 de los verdes te perdía de vista a ti y a ésa, estaría dispuesto a endilgarte hasta 20.000. 

-¡Muy generoso, Andresito, muy generoso!- exclamó riendo Farid- Creo que también te gustaría que nos enterraran aquí a ésta y a mí, ¿no?

-No sería mala idea...
 
-¡Muy retorcido también, colegui,... muy retorcido! Y tú yonquimona, ¿qué?, ¡ni mu! - dio Farid un codazo a Mónica- ¿Qué te parecen las negras intenciones de nuestro Andresito?...
 
-Quizás sería lo mejor- repuso Mónica negativamente- Cualquiera sabe la que nos espera a ti y a mí en Marrakesh... En Fez casi nos matan. Ya te lo he dicho antes. Tendrías que hacerme caso, Farid. ¿Por qué no nos quedamos aquí?...
 
-¿Estás zumbada, tía? ¿Quedarnos aquí entre piojos y pulgas? ¿La estás escuchando, Andresito? Ya está con el mono. ¿A que la dejo aquí y me largo contigo? 
 
-Pero tú habías vivido aquí.- dijo Mónica.
 
-También tú te has tragado el cuento, tonta del bote.    
 
-Mira cuentista, el que no se lo ha tragado nunca soy yo, así que no marees más la perdiz,... y tú déjate ya de tanta pamplina- se dirigió Andrés a Mónica- Porque ni tú ni ése os vais a quedar aquí acumulando telarañas. Afortunadamente, tengo reservada habitación en Marrakesh, ¡para mí solito! Así que no os hagáis ilusiones. Y no veo la hora de darme un buen baño, porque, por si no os ha dado el olor, enteraos de que apestamos.
 
-Pero no tanto como la que acabamos de enterrar... 
 
-Oye Farid...
 
-¡Ah, pero sabes mi nombre!. Es la primera vez que te lo oigo pronunciar. Así que ya no soy ni tío, ni gilipollas, ni cabrón...
 
-¡Me voy a cagar en la puta que te parió como me sigas cortando!...- desbarró fuera de sí Andrés
 
-Oye, mucho cuidado con lo que sueltas por esa boca, porque mi madre, aunque fuese una pobre mujer, no era ninguna puta! Ecco!
 
-Me alegro... 
 
-¡Cómo blasfemas, tío!
 
-Ahora resulta que el que blasfema soy yo. ¡No te jode, el macarra marroquí! Se me habrá pegado de ti, porque para boca, la tuya. 
 
-¿Pero tú lo estás oyendo? - se dirigió Farid a Mónica- Y ahora me llama macarra... ¡macarra marroquí!, como si yo fuera una mierda..., como si hubiera estado viviendo a costa de tí, o de la Pato o del dinero de tu papaito. ¿Di algo, tía?  ¿También soy una mierda para ti? ¿Un macarra?
 
-Tú sabes muy bien que no- dijo Mónica- Pero ahora es él quien lleva las de ganar. ¿Cómo vamos a salir de aquí si no? 
 
-Y tú, turista de los cojones - se volvió de nuevo hacia a Andrés- entérate de que trabajé como un negro en la empresa de don millonetis, el padre de ésta, hasta que me largaron de allí sin que nadie me diera una explicación. Pero nunca me aproveché del dinero de su hija. Y si acepté un puto duro de ésta fue para pagarle la farlopa. ¿Te has olvidado de que no es más que una yonqui?

-La verdad es que eres un caso, tío- insistió Andrés- No entiendo a qué viene ahora mosquearse por semejante nimiedad. Te he llamado macarra marroquí lo mismo que te podría haber llamado  macarra cabrón.

-Lo de macarra te lo metes por el culo. Prefiero lo de cabrón, pero lo de marroquí me sigue oliendo a retintín de mal rollo. A ver si te enteras de que he vivido casi toda mi vida en España, así que prefiero que te dejes de indirectas sobre mi nacionalidad- se encaró de nuevo Farid con Andrés.
 
-De acuerdo, me callo porque no quiero cabrearme más. Pero te advierto de una vez por todas que tampoco voy a seguir aguantando tus sarcasmos y tu maldita necrofilia...
 
-No sé lo que es eso, tío...
 
-Porque no eres más que un ignorante- manifestó el joven Cruz mientras rebuscaba con precaución en el interior de su mochila el importe requerido- Así, que a ver si acabamos definitivamente con este puto sarao, ya que por desgracia no tengo más remedio que cargar con los dos hasta Marrakesh. Toma la pasta y no me calientes más. 
 
-La única que te calentó ya sabemos quién fue...
 
-¡Otra vez! Ya te he dicho que no vuelvas a las andadas, ¿estamos?... Así que paga a tus compinches antes de que se cabreen, y en cuanto acabe de desayunar salimos ya de una vez por todas hacia Marrakesh porque es la única esperanza que me queda para acabar definitivamente con esta maldita pesadilla.

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