lunes, 20 de febrero de 2023

La incandescente dramaturgia de LILLIAN HELLMAN

LA INCANDESCENTE DRAMATURGIA DE LILLIAN HELLMAN


                                                                                           {1934}
Lillian Hellman es sinónimo de una dramaturgia de "realismo negro", poblado por una clase social que jamás dejó de creer en sí misma. {En 1934 escribe "The Children's Hour", "Days to Come" en 1936, "The Little Foxes", en 1939} Las apariencias, a través del juego social propuesto por su obra, parecen arrancadas de la mascarada corrosiva que, con cierto ritmo de ballet frenético, dominan el drama con implacable fatalismo. Un fatalismo que impone al mismo tiempo esa otra cara del espejo que es la de su "escombro social", incapacitado para tender cualquier puente a la felicidad. Amargas confidencias, agresividades desesperadas, espejismos inalcanzables, turbios laberintos pasionales, personajes que raramente sobreviven a su envilecimiento, y una innegable riqueza expresiva de "trágica cotidianeidad" que recorren pesimistas armazones en los que prevalecerá siempre el realismo más perturbador sobre lo poético y lo romántico. {Siguieron "Watch on the Rhine", 1941, "The Searching Wind", 1944}  Protagonistas de un mundo inquietante que parecen confinados, a través de la mala voluntad, del odio, del deseo y del resentimiento, a la aplastante inflexibilidad con que ese mismo mal pretende trazar (engañosa fantasía inventada por el hombre) su perfil trágico sobre el ser humano. La dramaturgia de Lillian Hellman masculla una especie de argot canalla con que la sociedad, sin desdeñar, como ya se dijo, su preponderante confianza en sí misma, juega, no obstante, a proscribirse y deformar su propio yo, formando un retablo habitado por un naturalista, bien que axiomático, determinismo pesimista, entre cuyos tintes sombríos, siempre ocultos, se revuelcan las corrientes del destino. {"Another Part of the Forest", 1946, "The Autumn Garden", 1951}Y bajo cuyos rarefactos cielos, hombres y mujeres queman inútilmente sus vidas entre los detonantes sistemáticos de sus irreversibles, inextricables, y muchas veces escabrosas tragedias cotidianas. Esas atmósferas densas y cargadas nos encaminarán irremediablemente a finales fatídicos, incluso anatematizados por problemas sexuales y conflictos morbosos, donde, por fortuna, el drama reacciona contra su casi siempre maltratada retórica caricaturesca, pues la detección sutil de Hellman jamás se cimenta sobre un didactismo incómodo ni predeterminado por una moralidad desprovista de complejidad. Una complejidad que en Hellman siempre responde a criterios intelectualmente más adultos, y cuya franqueza erótica es mucho mayor, empezando por ello a interesar a sectores de público relativamente amplios. Sus personajes nunca se convertirán así en monigotes alcanforados por la moralina. Los valores conformistas huelgan en las obras de Hellman. Es la suya una constante profecía pesimista, heterogénea, capaz de ceder a las tentaciones; enjauladas en los llamados "rediles del montón". Todo en ella sugiere un periplo incómodo del drama. En materia sexual es siempre severa y ambigua. Explora el american way of life y lo vapulea como una descomunal turbina que sustituye a los personajes vivientes de un país que siempre había aprendido a sugerir por símbolos, esta vez sí, valiéndose de una acentuada transformación, por otros seres no menos populistas, pero un tanto didácticos; fetichistas de las más ocultas pasiones, y que por fin se atreven a abordar cualquier tema tabú. {"Toys in the Attic", 1960, y "My Mother, My Father and Me", 1963 -basada en la novela "How Much? de Burt Blechman} Una observación perfecta desde el más esplendoroso plano cultural de lo racional, que se mima y mitifica como un elemento precioso en el hombre, sin obstaculizar su camino hacia lo un tanto irracional Y así Lillian Hellman estampa su firma como potente genio de la creación dramática, y hace de su inimitable modelo realista "A plot revolving around the problem of evil" ["Una trama que gira en torno al problema del mal"].

    LILLIAN HELLMAN RECREADA EN LA GRAN PANTALLA 

                                   CINEMATOGRÁFICA

{"These Three" ("Esos tres"), 1936, dirigida por William Wyler, con Miriam Hopkins, Merle Oberon, Joel Mc Crea, Catherine Doucet, Alma Kruger, Bonita Granville, Margaret Hamilton y Walter Brennan} {"The Children's Hour" ("La calumnia"), 1961., dirigida de nuevo por William Wyler, -con total fidelidad a la obra orginal- interpretada por Shirley MacLaine, Audrey Hepburn, James Garner, Miriam Hopkins, Karen Balkin, Fay Bainter y Veronica Cartwright}
 

 

La película de 1936, obviando por completo el tema del lesbianismo y concediéndole únicamente un cariz de doble moral romántica, se estrenó con el título de "These Three" ("Esos tres"), dirigida por William Wyler, e interpretada Miriam Hopkins, Merle Oberon, Joel McCrea, Catherine Doucet y Bonita Granville. [Karen y Martha, compañeras de la universidad y ya graduadas, convierten una granja que ha heredado Karen de su abuela en un colegio para chicas. Pero un día las dos profesoras y el doctor Joe Cardin, el médico que las animó a construir la escuela, se ven envueltos en un escándalo cuando una alumna perversa se dedica a difamar ciertas conductas inmorales entre los tres.]





 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 



[Karen (Audrey Hepburn) y Martha (Shirley MacLaine) son las directoras de una escuela de élite exclusiva para niñas.




Una alumna maliciosa y vengativa, Mary Tilford (Karen Balkin) despechada por un castigo que ha recibido, oye por casualidad un comentario de Martha contra el noviazgo con Joseph (James Garner). Y se vale de la inocencia de su amiga cleptómana Rosalie Wells (Veronica Cartwright), para que lo ratifique tras chantajearla por haber robado un abalorio a una amiga de clase. Luego miente ante su escandalizada abuela Mrs. Amelia Tilford (Fay Bainter) que no da crédito a lo que su nieta le cuenta, aunque acaba creyéndolo. 


La niña lo distorsiona, sin comprenderlo del todo, en conducta lésbica, para acusar a sus profesoras de amantes. Y se vale Los escandalosos rumores se extienden velozmente por la comunidad escolar y la ciudad cercana a la escuela, e incluso son aceptadas por Joseph, el pretendiente de Karen.


Cuando regresan a la escuela, tras haberse enfrentado a la calumnia de la perversa niña y a la  credulidad cruel de la abuela de la misma, Martha, tras discutir con su tía Lily Mortar (Miriam Hopkins), no puede  por menos que confesar que en realidad algo de esa mentira es lo que ella siente por Karen aunque nunca hasta aquel momento había sido consciente de ello. Y ha bastado la mentira de una niña para hacerle ver una realidad en la que nunca había creído. Las repercusiones del hecho  son  inmediatas, devastadoras y suicidas








[Tras un breve paseo pensativo, Karen se teme la acción suicida por parte de Martha, y vuelve corriendo a la casa, donde el drama tendrá la última y más terrible de las consecuencias.]








"The Little Foxes" ("La loba"), 1941, dirigida por  William Wyler, con  Bette Davis, Teresa Wright, Herbert Marshall, Patricia Collinge, Russell Hicks, Richard Carlson, Charles Dingle, Dan Duryea y Carl Benton Reid.


Para interpretar a la viperina Regina Hubbard Giddens, Wyler obligó a Bette Davis a que asistiese a la representación teatral de la obra de Lilian Hellman que estaba alcanzando un éxito tremendo merced a la interpretación de Tallulah Bankhead, una de las grandes divas del teatro de entonces, con escasa repercusión en el mundo cinematográfico. La representación la dejó anonadada. Bette decidió entonces que debía interpretar su personaje de forma totalmente distinta. En vez de la sexualidad y voluptuosidad reprimida que sugería Tallulah, Bette se propuso retratar a una mujer que ha destruido su sexualidad al competir con los hombres. Regina, el personaje, se ha vuelto frígida. Cuando recibe a su marido para intentar someterlo a su voluntad férrea, se limita a empolvarse la cara de blanco, lo que le da un aspecto de muerta. Su interpretación se resolvió en resoluciones impecables, apasionadamente maquiavélicos, dotada de tics y dosificados movimientos de corroido egocentrismo moral. Y Davis optó de nuevo al Premio de la Academia como mejor actriz principal.





"Watch on the Rhine" ("Alarma en el Rhin"), 1943, dirigida por Herman Shumlin, con Bette Davis, Paul Lukas, Geraldine Fitzgerald, Lucile Watson, Beulah Bondi y George Coulouris. "The North Star" ("La estrella del norte"), 1943, guión de Lillian Hellman, dirigida por Lewis Milestone, con Anne Baxter, Dana Andrews, Farley Granger, Jane Withers, Walter Brennan, Walter Huston, Dean Jagger, Ann Harding y Erich Von Stroheim.
"The Searching Wind",1946, dirigida por William Dieterle con Robert Young, Sylvia Sidney, Ann Richards, Dudley Digges, y Douglas Dick. "Another Part in the Forest" ("La otra cara del bosque"), 1948, -inspirada en "The Little Foxes" con sus personajes 20 años después- dirigida por  Michael Gordon, Fredric March, Dan Duryea, Edmond O'Brien, Ann Blyth, y Florence Eldridge.




"Toys in the A
ttic" ("Juguetes en el ático"), 1963, dirigida por George Roy Hill, con Geraldine Page, Wendy Hiller, Dean Martin, Yvette Mimieux, Gene Tierney, Frank Silvera y Larry Gates. [
Un hombre se casa con una joven que no ha dejado atrás la niñez y no logra comportarse como una mujer adulta. Los intentos de él por ayudarla se verán frustrados por la oposición de una de las hermanas de él, Carrie {majestuosamente interpretada por una inigualable Geraldine Page}, incestuosamente enamorada durante toda su vida de su hermano menor. 

 
 
Las resonancias melodramáticas, como una vez confesó el gran Luchino Visconti, se pueden aliar fácilmente al romanticismo exasperado y literario. Toda obra, por tanto, a la que se trate de aplicar el afán polémico que promueve cualquier investigación, por muy nimia que sea, de una realidad humana y captar la complejidad que se oculta tras todo sentimiento, tiene algo de melodrama teatral. Y así repetía Visconti: "Aunque muchas veces me lo hayan reprochado, para mí significa más un elogio que un reproche" Queda en pie, no obstante, esa búsqueda de una renovación constante que pretende pulsar un amplísimo registro que va desde el examen más crítico de las emociones al realismo no menos crítico aplicado a la investigación pasional sin ninguna concesión. Análisis implacable que puede convertir al ser humano que, finalmente, accede a esa experiencia límite de autoexaminarse, en víctima del vértigo ante un precipicio cuyo fondo nadie puede adivinar. Y cuando la dramaturgia consigue alcanzar su nuevo destino, lejos de los escenarios, y se impone al paladar cinematográfico, el Séptimo Arte, como producto de gran consumo y sobre el que pesa como un "beneficio" la importancia de su vastedad, acabará beneficiándose de lo que se llamó "un nuevo nacimiento con voluntad de subversión". 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Subversión en la moral, en el sexo, en la estética, y hasta en la política. La aparición de este cine, de estas películas que se quieren tan libres de los condicionamientos, se pasea, a modo general, por el frondoso bosque de una libertad "a nivel de autor" (emancipada subordinación de la obra escrita sobre papel) y que ya no se resistirá a lanzar su demoledora explosión en pro de ese nuevo análisis crítico-dramático que conlleva esa "subversión alimentadora de las neurosis" de tantos grandes creadores, antes condenados a vivir en reducidos ghettos culturales, como el teatro, o a ser consumido por cuantas minorías lectoras fueron capaces también de ser pacientes "lectores neuróticos" vinculados al firme compromiso social que siempre significara la gran Literatura.
"Herir a personas inocentes a las que conocí hace muchos años a fin de salvar mi propia vida, lo considero inhumano, indecente y deshonroso. No zahiero mi conciencia y no lo haré jamás, ni adecuaré mi discernimiento a las oscuras imposiciones de estos años. Y mucho menos teniendo en cuenta que hace ya mucho tiempo que llegué a la conclusión de que jamás me consideré una persona involucrada en política y que nunca lograría sentirme cómoda en grupo político alguno" (Declaración de Lillian Hellman frente al American Activities Committee en 1950, donde se le exigiría que procediese a denunciar a sus probables compañeros y amigos vinculados al Partido Comunista).

[Lillian Florence Hellman, nacida en New Orleans, EE.UU, el 20 de junio de 1905-Fallecida en Oaks Bluffs el 30 de junio de 1984 de infarto de miocardio a la edad de 79 años]

Según cuenta ella misma, la mitad de su vida transcurrió en la casa de huéspedes regentadas por sus tías en dicha ciudad, la otra mitad en New York. Inmersa, ya desde la infancia, en un mundo de hipocresías sociales (el patente desprecio por parte de su un tanto acomodada familia materna hacia su padre, un artesanal zapatero judío, oriundo de Alemania), llegó a detestar a lo largo de su existencia "cuantos delirios de grandeza" ofrendaran su absurdo culto y "maníaca idolatría" a las dominantes apariencias familiares pretendidamente más pudientes. Lillian se mostró siempre inflexible ante un evidente desprecio por la familia de su madre. Y en los manifiestos más iracundos de sus obras, una vez alcanzado ya gran renombre en la dramaturgia, se encaminaría empecinadamente a la búsqueda de una expresión crítica capaz de desbrozar las máximas perversas, inflexibles que despliega desde el tono más bajo al tono más alto la degradación moral y cruel que promueve el ansia de dinero. 


Lillian Hellman nunca olvidó su papel. Había nacido en el seno de una familia en cierto modo condicionada por los intereses de la opulencia; nutridas, además de por una total carencia de ética, por un orgullo intratable, y afiebradas por el veneno de la ambición y de la envidia, abuso e hipocresía que luego trasladaría a sus personajes teatrales. "Siempre consideré con fría objetividad los llamados silencios distinguidos de la buena sociedad. Toda esa agreste aridez encubierta del gran mundo elegante, enriquecido Dios sabe cómo, consistía tan sólo en una repugnante atrofia de las emociones humanas. Aquella abrumadora élite dominante, imperturbable, despreciativa, capaz de valerse de la maldad más encubierta a fin de larvarse en una inmoralidad absoluta sintetizada por el maleficio de la riqueza, era lo más parecido a un estado de coma" Incluso después del enorme éxito que alcanzaran sus obras teatrales, su espontánea y natural manera de ser fue portadora de una defensa a ultranza de los menos favorecidos, entre ellos la rama judía a la cual pertenecía su padre. Siempre se declaró como gran valedora de los derechos negados en EE.UU. a la raza negra.
Fue miembro de "The League of American Writers", sirviendo en ella junto al escritor Dashiell Hammet (autor por excelencia de famosas novelas policíacas, que ya había colaborado en las colecciones literario-detectivescas "Black Mask", ex-detective él mismo, que había abandonado a su primera esposa y a sus dos hijas, autodestructivo y mujeriego, alcoholizado y pendenciero, con quien mantuvo una tormentosa relación sentimental durante 30 años, y a quien inspiraría su personaje de Nora Charles), y antes de que estallara la II Guerra Mundial sirvió en el movimiento "Keep America Out of War Committee" durante el período del pacto de no agresión Germano-Soviético de 1939 entre Hitler-Stalin, colaborando luego en la Liga Anti-Nazi.

Se mostró como eficaz cooperadora con la causa de la República Española, viajando a España como corresponsal y documentalista durante la Contienda Civil (de 1937 data su documental "The Spanish Earth" en el que también participaron Orson Welles, John Dos Passos, Ernest Hemingway, y Archibald MacLeish). Durante el terrible clima de inestabilidad política creada por las persecuciones del senador McCarthy, frente a las cuales optó por mostrarse poco cautelosa, coadyuvó a pulverizar las fatídicas premisas de la famosa "Caza de brujas" con gran valor y desafío, siendo por ello, junto a Dashiell Hammet, incluida en la no menos estatalmente acreditada "lista negra", prólogo apesadumbrador de la más corrosiva de las censuras políticas que había dejado en suspenso, escandalizando al mundo, el tradicionalista axioma consagrador de la tan traída y llevada libertad democrática norteamericana.
La originalidad expresiva de Lillian Hellman se desarrollaría desde su más temprana juventud, e irrumpiría huracanadamente como gran guionista cinematográfica. Se había casado con el comediógrafo y agente teatral Arthur Kober en New York. A través de él entró también en contacto con la vida intelectual de la gran metrópoli.
Divorciada de Kober en 1932, había conocido a Dashiell Hammet el 25 de noviembre de 1930: "Nos habían presentado en un restaurante hollywoodense. Yo había sido contratada por Samuel Goldwyn, y Hammet acababa de publicar su mayor éxito novelístico "The Maltese Falcon"  ("El halcón Maltés") que John Huston adaptaría extraordinariamente a la pantalla en 1941. Se presentó con una borrachera tremenda que arrastraba ya desde hacía 5 días, pese al éxito fulminante de su novela. Bebimos "salvajemente". Me atrajo de él su rebeldía, que no tenía nada que ver con aquellas generaciones de escritores díscolos y elegantes tan en boga durante la década de los 20. Era de aquella pasta de los que se hacen a sí mismos. Como otros escritores, Scott Fitzzgerald por ejemplo, Dashiell era también de los que malgastaban su sangre; prefería mantenerse ciego ante el futuro. Un futuro que resultaba imposible olfatear dado que el olor a alcohol impregnaba toda su existencia. Pese a ello, fue capaz de mantener sus compromisos políticos, afiliándose al Partido Comunista"


Las obras más famosas de Hellman fueron "The Little Foxes", implacable relato de ambición, odio, y criminales preocupaciones individualistas, siempre encarriladas hacia la corrupción funesta que acarrea el ansia de dinero, y perfectamente reflejadas en su vengativa e inexorable protagonista Regina Hubbard; "The Children's Hour" y "Toys in the Attic", historias triangulares sobre los equívocos emocionales que, contempladas también en su sentido más individualista, proponen los más desoladores aislamientos de la condición humana, y siempre a través de una hipersensible obsesión por penetrar el significado de las emociones en que se ven inmersos hombres y mujeres, permitiendo la "inmoralidad de sus héroes". Esa mal llamada inmoralidad que suele instar al deseo de amar y ser amado, aun gimiendo por las licencias más inesperadas, y a través de cuya inquietud experimental Hellman es capaz de crear poéticas atmósferas insólitas e inquietantes impregnadas de confesiones lésbicas e incestuosas; y "Watch on the Rhine", un triste alegato conturbador de una sociedad norteamericana que fue capaz de contemplar con anquilosada, inicial indiferencia y pasividad la inicialmente gigantesca amenaza del Fascismo en Europa.


Célebres fueron también sus libros autobiográficos "Pentimento" (gran parte del cual fue recreado en el film "Julia" por Fred Zinneman en 1977, con Vanessa Redgrave y Jane Fonda), "An Unfinished Woman" ("Una mujer inacabada") y "Scoundrel Time ("Tiempo de canallas") en los que la escritora evoca brillantemente las experiencias más excitantes de su existencia: su eclosión fulgurante como gran futura dramaturga y sus trascendentes vivencias como activista política.


Joan Mellen, que escribió "Two Invented Lives: Hellman and Hammett", proclamó: "Lillian Hellman inventó su vida, y hasta el final de sus días ella misma dudó de cuanto había habido de cierto en su existencia". ¿Tendió Hellman una verdadera sombra sobre los acontecimientos más excepcionales de su vida? Tomemos un ejemplo: la escritora aseguró no saber nada sobre los "Juicios de Moscú" ("Moscow Trials") en los que Stalin inició su famosa purga sobre el "Soviet Communist Party", por medio de la cual ingentes cantidades de sus miembros fueron literalmente liquidados.

Si bien, Hellman había firmado peticiones ("Open Letter to American Liberals") a fin de "ponderar" los veredictos de culpabilidad perpetrados por la purga de Moscú y fomentar "no cooperaciones" con el "John Dewey's Committee" que había tratado de "desestalinizar" Norteamérica en una búsqueda infatigable por abrir una puerta a la verdad que, en realidad, encubriera los "Moscows Trials". Lillian Hellman mantuvo también una férrea oposición a cualquier intento por parte de Estados Unidos a conceder asilo político al exiliado León Trotsky, que, acogido por Lorenzo Cárdenas, presidente del país [ haciendo caso omiso a las presiones soviéticas lanzadas por la abyección que presidieran los conciliábulos depuradores de la política stalinista], moriría asesinado el 20 de agosto en Coyoacán, México, en la casa del pintor Diego Rivera  y Frida Khalo por un agente español de la NKVD soviética, por orden de Stalin.


Como si del más atento de los exámenes se tratase, la novelista, crítica y ensayista Mary McCarthy, 1912-1989, aseguró en "The Dick Cavett Show" que: "... Cada palabra de las que Hellman ha escrito es falsa, incluyendo "y" (and) y "el" (the)". Lillian se pronunció airadamente, anteponiendo un pleito por calumnia a McCarthy, Dick Cavett,  personalidad de la televisión estadounidense y ex presentador de programas de entrevistas, y a PBS TV de 2.500.000 $.

Esta famosa enemistad entre ambas escritoras se polarizó hacia una insultante obra teatral titulada "Imaginary Friends" (Amigas imaginarias") escrita por Nora Ephron. Mary McCarthy aplicó de nuevo su rencoroso escalpelo implacable hacia la sobresaliente personalidad de Hellman insistiendo en que no tenía duda alguna de que la dramaturga había ensombrecido algunos de los más importantes acontecimientos de su vida, y que fueron incluidos como demoledor estallido expositivo de verdades encubiertas en el libro de Joan Mellen. Cavett declaró: "Simpatizo mucho más con el pleito de Mary McCarthy que con el Lillian Hellman, pese a que ambas saldrán perdiendo del mismo" Norman Mailer, el gran novelista autor de "An American Dream" ("Un Sueño Americano"), afamado ensayista y periodista, trató de contrarrestar la importancia extravagante de aquel pleito absurdo que despertaba el asombro de un crédulo público, siempre atento a conceder una importancia desmedida a la comezón que despierta el misterio o la patraña entre las viñetas que suelen acompañar la existencia de los famosos, publicando un celebrado y mediador artículo en The New York Times.

Lillian vuelve a Hammett recordando lo estéril de sus sacrificios, y aquella reputación perdida, en la que no pareció deslizarse jamás un tiempo para el amor. Dashiell, que jamás persigue recuerdos, sigue sumido en sus abismos alcohólicos, de profundidad infinita y autodestructiva. Y Lillian le acompaña en esta última etapa de una existencia, en la que el escritor, aquejado de un cáncer del pulmón, jamás protesta ni renuncia a su excentricidad y acepta los pormenores de su enfermedad sin sufrir el menor remordimiento, aceptándola como una última provocación al embrutecimiento extravagante que ha presidido su existencia y que, finalmente, ha de conducirle a la muerte. Fallece el 10 de enero de 1961 en el Lenox Hill Hospital de New York.
Durante la entrega de los Oscars de 1977, Lillian Hellman, presentada por Jane Fonda, año en el que Vanessa Redgrave recibiría el Premio de la Academia por su interpretación  en "Julia" [basada en la obra "Pentimento" de Hellman] fue ovacionada por un público enfebrecido que refrendaba con sus aplausos las grandes verdades fundamentales que habían hallado en esta gran luchadora liberal su máxima representación. Fallecería de un ataque cardíaco en Oak Bluffs, Condado de Dukes, EE. UU., el 30 de junio de 1984 a la edad de 79 años. Su litigio con Mary McCarthy no había terminado, cerniéndose sobre ambas con aire lúgubre. Su residencia de Boston, donde la famosa dramaturga había vivido sus últimos años, así como sus bienes, fueron confiscados de inmediato por sus albaceas.




                 



  


No hay comentarios:

Publicar un comentario