lunes, 27 de septiembre de 2010

Ofrenda





Autor: Tassilon-Stavros






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OFRENDA


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Mi luna se detuvo con una obediencia socarrona. Boca en la sombra. Señora de los montes y de las aguas. Rito peregrino de mi senda. Apetito inocente de mi pensamiento. Tierra de plata que concreta el arrebato de mi ofrenda.
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Yo me vuelvo temerario y ávido de descubrimientos. Selene dicta mi locura. Y cuando empieza su invasión, me sumerjo en su nieve reciente. Y sigo su andar lento, beso jirones de su estela, que ella, tan reservada, describe sobre el río. Trama emocional, voluptuosidad ilícita. Hechizo remoto y absorbente.
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Si fuera amor terrenal me envenenaría. Mi oblación buscaría en el grabado de sus facciones una intimidad turbadora de sierva. Y ella huiría en una desesperada tentativa de disociar mi carne de tan lúbrica sugerencia de poseso. ¡Qué ocurrencia! Si ella es toda caricia, y sobre las claras aguas siempre me deja un beso.
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Desciende Selene, calor silencioso que todo lo penetra. Y de la respiración del río emana mi avaricia. Son mis ojos en letargo. Y ella la sibila que acaricia mi rostro. "¿Qué quieres, ahí en la penumbra?" Y yo no puedo responder. Mi canción lejana, desde la orilla, se avergüenza. Es mi desvelo, mi estremecida dádiva en el anochecer.
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Yo me dejo fascinar por su ficticia piel satinada, y cuando se desvanece, mi fervor es agonía. En mis campos fructifica la simiente trágica de la ausencia. Y con su irónica tortura, el silencio me hiere. Y no puedo ya mentir: hombre soy para ti. Mi ofrenda es mi trastorno. Indeleble minuto robado, suplicante espera insubordinada del enfermo a quien nadie quiere.
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Si yo no te ofreciera este anhelo vehemente e insurrecto, tú serías tan sólo un loto extraño que errara en el viento. Y al no tenerme contigo, de tu fascinante aura surgiría un protocolo exótico. Serías una gata gigante de oropel. Reina terrible de luz sin atadura. Y mi ofrenda, en anónimas noches olvidadas, una secreta modestia. Un tiemblo temeroso que escondería mi atribulado ser entre la sombra más oscura.