lunes, 4 de julio de 2011

Caminos





Autor: Tassilon-Stavros





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CAMINOS


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Cuando el camino se sumerja en una encarnación reveladora entre flores de espliego, yedras, romeros, cactos y ribazos de breñales torvos, guardaré en una dulce quietud escrupulosamente muda el secreto de mis retozos. Y frente al olor antiguo de la colina que, del ocaso rojo, aún palpa la cansada huida, ascenderé por entre los instantes eternos de mis horizontes, como un halcón hambriento que, siempre deseoso de la mata prolija de los bancales, revoloteara hacia cumbres remotas de roca viva, llevando misterios azules en las alas, disolviéndome en el tiempo como las nubes, exacta expresión de mis miradas que viven dormidas en un telo de luna, campo íntimo de mis ídolos rurales.

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Las soledades bullen de mi ansiedad humana. Y en el día desnudo, anillado de brisas, de horizontes, y de oleajes de cúspides, me consagro al amanecer del mundo entre la calma solanera de los caminos. Campos que renuevan la piedra, senderos de exquisita mesura, regocijo de granados contornos. Mi retiro es un sueño irremediable y letárgico. Y cuando rompa la tarde se abrirá mi templo, donde mi nomadismo cobra un temblor desbordante de himnos. Altar coloreado que confirma mi perpetua huida entre azules ríos, praderas y montañas verdes, tentadoras promesas de anheladas holguras. Mi imagen de caminante reduce allí su vanidad a servidumbre, y caeré besando la tierra mientras mis días de tributo y desventura mueren al fin en pasadas antesalas oscuras.

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Cuando el camino la hoz del sol poniente siegue, lejos ya de los afanes de los hombres, y lo rodee la paz como un nimbo de lámpara, me perderé entre los ecos de las piedras velando la noche, su olor, su relente, su hondo cauce de luz en la tiniebla. El mutismo de mi boca será la única respuesta al viejo grito interior de toda una vida, donde tantas veces quedara mi voluntad encogida. Y dejaré el nuevo tiempo pastoral y sosegado, mi sangre, carne y forma prendidas de otra voluntad, lejos del rito de las memorias que duermen dentro. Menudo, frágil y distante hallará mi cuerpo su más persuasiva esencia, una emoción agreste como ensalzada vestidura de su destino. Días desnudos, lluvias campesinas, rescoldos de las tardes. Y palpitante en su serenidad, seguirá mi respiración en el camino.

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Horas y lugares de mis andaduras. Mis caminos abren un pomo de olor de años. Y las soledades me comunican sus complacencias, y toda la gloria de sus sonrisas. Y fraguo allí mi nido bajo un alboroto de golondrinas. Más aprobación no busco que la que me ofrendan los tránsitos ciegos. Ramblizos y torrentes, vahos de tierra empapada, árboles de la ribera, aliento crecido del gorjeo, donde duerme el viento entre las frondas endrinas. Pronto atravesará la umbría un humo de sol, y manará la noche callada. Hallé mi tiempo apacible. Mueca no hay de inquietud en la mirada ni en el recuerdo. Y quedará vibrando mi silueta, primitiva, libre y viajera, como si viviera en la memoria de un sueño, por los caminos arrullada.