domingo, 9 de enero de 2011

El gran secreto de H. G. Wells Parte II -X-





Autor: Tassilon-Stavros




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EL GRAN SECRETO DE H.G. WELLS

PARTE II -X-


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En la oculta sala la criatura Albion se mantenía ajena a cuanto sucedía no muy lejos de aquel dédalo gigantesco que formaran las galerías del Clonic Science Institution. Ninguno de los especímenes Albion, atrapados entre aquellas celdas sumamente valiosas para la Confederación Bosswellyes Restricted Zone (múltiple banco de datos orgánicos en cuyos quirófanos miles de simbióticos seres clónicos, poseedores de un genoma recombinado, habían visto la luz como obra de un perfecto mapa de manipulaciones genéticas, siempre frente a la letra "K" de Krizalid que allí brillaba con la intensidad de un epígrafe luminoso), había sobrevivido al embate terrorífico de las robóticas unidades auxiliares Hyde. El recóndito salón de la imagen holográfica, no interceptado momentáneamente por las patrullas restrictivas, parecía hallarse protegido por un campo de inexplicable invisibilidad y carencia de captación frente a los sistemas de detección de los automáticos sensores enemigos. La gran puerta de rojo oscuro permanecía aislada, lejos del área de seguridad del gigantesco laboratorio, así como todo el inexplicable diseño de su rectangular arquitectura y remotas ornamentaciones, opuestas por completo a aquella modalidad constructiva de Clonic Science Institution, de tubulares túneles formados por pesadas aleaciones que se enlazaban entre sí con innumerables compuertas de entrada y salida a sus dependencias quirúrgicas, tras las cuales se concentraban unidades de energía fluorescente frente a monitores de enormes pantallas telemétricas ("rangefinders"), de escáneres siseantes; puntos iridiscentes que establecieran comunicaciones a largas distancias; laboratorio todo él dotado, además, con cientos de puestos informáticos de consulta y protección acústica. Clonic Science Institutión, auténtico universo de energías disgregadoras con sus dispositivos de autocalentamiento y ventilación, semejaba una gigantesca masa, de espectacular e indescriptible arquitectura, favorecida por millones de fotones que destellaban entre imperceptibles multiplicaciones infinitas de tensiones electromagnéticas. Todo el centro médico se hallaba en consecuencia atravesado por inagotables poros invisibles, fulgurantes, como excesivos latiguillos de luz que coruscasen en todos sus corredores metálicos. Un submundo cuántico de electrones orbitantes o atomismo lumínico inextinguible.

La criatura Albion, único superviviente por ahora de la masacre llevada a cabo por las patrullas restrictivas Hyde, permanecía bajo los puntos iridiscentes que se expandían también por toda la sala, iluminando la remota "protoforma", sobre cuyas inscripciones indescifrables: "HERBERT GEORGE WELLS: THE TIME MACHINE MCCCMXC" extraía sus primeras conclusiones. Podía tratarse de una letal mercancía. El avance más evidente que hubiera atormentado a la imagen que partía del reflector holográfico en aquel universo muerto del que sus extrañas palabras se hacían eco. La criatura Albion observaba ahora alternativamente el gran salón y a aquel enorme rostro que seguía, sobre el sugestivo fondo tridimensional, expresando sus enigmáticas vivencias en lengua Wellsenglish. El diseño, muy primitivo, del salón presentaba en efecto signos de deterioro, como si hubiese formado parte, junto a la estrafalaria y brillante "protoforma", de un museo de paradójicas tecnologías remotas. De aquella época precolonial de Wellyes cuya estimación en eras resultaba difícil de situar. Y el anticuado monitor holográfico, casualmente activado, parecía haber estado esperando allí, misteriosamente encubierto, preservado en el complejo y siniestro entramado tubular de aquel imponente laboratorio dedicado a la creación hereditaria (genética manipulada) de los clones Albion. Centro investigador escrupulosamente protegido por el espíritu corporativo de la Confederación Bosswellyes Krizalid Restricted Zone. La sala, pese a descansar en el más plácido de los sueños, parecía conservar la especialización funcional de antiguas energías paralizadas, ya obsoletas, frente a la opulencia de seguridad orbital conseguida por la tecnología de la orbitante plataforma Wellyes. Aquel ser simbiótico, hipnagónico, manifestaba emociones de un universo muerto. Su imagen activada por el reflector holográfico vivía de nuevo por un estímulo de luz. La "protoforma" de aleación metálica viscosa, que por algún motivo inexplicable no había sido destruida a su tiempo, semejaba un enorme cadáver retorcido y monstruoso. La actividad cinemática que daba anuencia a aquel ser ya inexistente era portadora de un secreto de viejas legislaciones, de un desmoronado período histórico: ya con toda seguridad, por cuanto había podido colegir, de una existencia planetaria oculta en el recuerdo, a través de la voracidad de infinitas eras pasadas.

Plenamente integrado en el misterio expuesto por la locuacidad de aquella sorprendente criatura hipnagónica que se denominaba a sí mismo como George Herbert Wells, el ser Albion se mantenía ajeno a los movimientos de vigilancia de las patrullas Hyde que recorrían las galerías tubulares del recuperado centro médico. Fruto de los últimos experimentos genéticos de Clonic Science Institution, la remota compilación evocativa de Wells había alcanzado una especie de ebullición vital de gran alcance y penetración en las circunvoluciones cerebrales de su manipulado tejido citoplasmático. Su seguridad ya no importaba. Sabía que la intrusión de las patrullas Hyde reducían la distancia en el inmenso centro y que no tardarían en hallar el oculto salón de puerta roja. La imagen de Wells seguía prodigándose en explicaciones, que pronto alcanzarían el límite de su verdad final. Sucediera lo que tuviese que suceder, para el ser Albion aquella confesión computerizada por antiguas concesiones tecnológicas de mundos desaparecidos, hereditaria y expoliada realidad que configurara, en las subsiguientes eras, las legislaciones intolerablemente restrictivas de la dictatorial Confederación Bosswellyes, le ofrendaban una emotiva percepción inteligible, que su córtex cerebral se encargaba de modular por primera vez en su breve existencia, formando una oleada de energía y calidez inteligente sumamente placentera, y a la que ya no se hallaba dispuesto a renunciar.

"... Han sido precisamente cuantas pasiones nuestra alma encierran, (siguió expresándose la voz de Herbert George Wells) las llamadas participativas, o las simplemente espirituales -de las que yo siempre carecí- y, por supuesto, las utilitarias o ególatras, las que siempre han acabado por perder al género humano. Las distributivas siempre han alienado nuestra libertad. Las anímicas se erigieron durante siglos en potestad emanante de un ficticio Dios para que el hombre asumiera su dominio sobre el propio hombre. Y las egotistas, a las que yo acabé por defender y a valerme de ellas, las que naturalmente abrieron camino al hombre hacia la desigualdad con sus semejantes. Mi comunidad londinense auxilió siempre su esclavitud hacia el egoísmo. Una esclavitud que aseguraba, para su protección contra la heterogeneidad que la circundaba, la explotación jerárquica de su teatro corruptor, de su dinero funesto, de su exclusividad política, de su conminatoria religión incluso bajo pena de muerte. Louis Jekyll fingió mostrar el puño contra todas esas pasiones, porque en su orgullo y presunción, se creó su propio monumento de superioridad, pretendiendo dominar una sociedad ante la que, preponderante y soberbio, jugó a retirar demasiado pronto su pie; mas, poco después, sintió vértigo, se asustó, y por medio de su boda con la joven Beatrix Emery, trató de afianzarse nuevamente en el marco preponderante de aquel mundo que él había minado con sus crímenes y su filosofía bastarda. Su libro, pese a que me amenazase, no vería jamás la luz. Habría significado reanimar la maquinaria de sus horrores. Pero la impulsión de Hyde era ya una constitución robusta, un clavo en su occipucio del que necesitaba liberarse, y para ello precisaba la ayuda de nuestro pasado sonambulismo criminal; extorsionarme mediante mis carencias a fin de que sus pasadas acciones y las que pudiera llevar a cabo en adelante siguieran como la oscilación de una balanza: entre dos pesos. Inmoralidad absoluta, valerse de mi ya irracional, y por ello mismo imposible amistad, poder dejar vía libre a sus excesos, disculpar sus crímenes, y que mi culpabilidad absolviese la suya propia."